martes, febrero 27, 2007

..ESTAMOS DE VUELTA....ROBIN HOOD EN TRANSANTIAGO...R FORTUNATTI......

Robin Hood en Transantiago
El año 1898 italiano fue uno marcado por la protesta popular y la represión. El encarecimiento del pan, derivado del elevado precio del trigo, llevó a miles de trabajadores a manifestarse en las calles. El 7 de mayo en Milán fue el día más violento. En aquella jornada, cuando la multitud avanzaba hacia el palacio del Rey Humberto de Saboya, y cuando la ciudad se hallaba bajo el estado de sitio, fueron masacradas por efectivos del ejército unas 80 personas, y otras 450 resultaron heridas. Sobrevino luego la censura a la prensa, y la persecución a los partidos, movimientos y sindicatos socialistas, socialcristianos y republicanos.
Motivado por estos sucesos, dos años más tarde, el 29 de julio de 1900, el anarquista Gaetano Bresci disparó contra el rey de Italia, cuando éste se desplazaba en su carruaje por las calles de Monza. En Chile, El Acrata, un periódico anarquista, elogiaba el magnicidio en los siguientes términos: «Bresci con su acto no ha satisfecho un mezquino deseo, sino que ha querido vengar al pueblo ametrallado de Milán [1898]. El sollozo de los hijos huérfanos, de los padres sin hijos, de las esposas sin maridos, hizo eco en el noble corazón de nuestro compañero, juró vengar tanta miseria, tanto dolor, concluyendo con el autor de tanta maldad».
Desde entonces, ha transcurrido más de un siglo, pero la figura de Bresci —que murió en la cárcel en 1901— vuelve a ser noticia, esta vez para identificar a la banda que reclama la autoría del atentado explosivo ocurrido la noche del miércoles frente al cantón de reclutamiento de Providencia. «Transantiago significa la imposición de un sistema que provoca exclusión y sometimiento social», decían los impresos diseminados por la Brigada Gaetano Bresci.
La operación de la banda, es quizá la reacción más extrema que se ha observado frente a la reforma impulsada por el gobierno. En un grado menor, pero todavía entre las acciones revoltosas promovidas por la izquierda extraparlamentaria, están las barricadas de Peñalolén, y el desvío de un bus a Quilicura que protagonizó el grupo de personas liderado por María Jesús Sanhueza, la otrora vocera estudiantil.
Son todas acciones de violencia. Todas acciones donde se ejerce la presión y la fuerza más allá del umbral tolerado. Son actos de violencia—demostración, al estilo justiciero de Robin Hood: «No al cogoteo bip», rayan en los muros; «Exigimos transporte digno», pintan en las gigantografías de papel. Y así justifican el bloqueo de calles, el saqueo del comercio establecido, el transporte a domicilio, la destrucción del mobiliario público, y el atemorizamiento de la población. Violencia—demostración que amplifica su efecto mediático a través de la televisión. No de toda la televisión, sino de la politizada. Esta de Ricardo Claro y Sebastián Piñera, interesada en fomentar la indignación de la gente, y en provocar el fracaso del plan gubernamental. Ellos dirán, como José Luis Cea hablando del Tribunal Constitucional: «La TV no es manipulable»; mientras, los robinhoods presumirán, con aprendido realismo cínico, que lo suyo es restablecer el orden transgredido por el Transantiago.
¿Qué buscan con esto? Pues, crear un escenario ficticio de insatisfacción social, a partir de las ineficiencias puntuales que muestra el nuevo sistema de transporte urbano. Elaborar una demanda populista, pero con pretensiones políticas, a partir del discurso crítico. Sobre todo, a partir del discurso crítico ofrecido por políticos ávidos de cámaras y popularidad. Pero también, aislar al gobierno cuanto sea posible. Aislar a su ministro de Transportes, hasta desacreditarlo y deslegitimarlo. Profundizar la brecha abierta por las lacerantes —y más mortales— opiniones procedentes de su propia tienda política. Y debilitar al gobierno de Bachelet, a la Concertación, y a la Democracia Cristiana.
Si el estilo ácrata tiene éxito, más que su intrínseco desprecio por la jerarquía, la autoridad y el derecho, habrá triunfado la indiferencia de la política y de los políticos hacia el bienestar de la gente. Porque el Transantiago, antes que una oportunidad para impugnar al ex Presidente Lagos, es la intervención social más inteligente que han podido imaginar los gobiernos de la Concertación para garantizar la calidad del transporte público a los sectores populares y medios que pueblan la región.