...PINOCHET HA MUERTO....E.TOMIC....

Hoy, domingo 10 de diciembre de 2006 acababa de almorzar yo con mi madre de 90 años y sonó mi celular: “murió Pinochet”, me anunció Susanne. Poco después fue Matías. Y enseguida Gracia. A Milena le avisé yo. Se encontraba en un restaurant hindú y ya estaba enterada de la noticia.
En un dos por tres se esparció la noticia en mi entorno inmediato e imagino que otro tanto habrá ocurrido en Chile entero. Y también en el mundo. Quién es el personaje capaz de concitar tamaña atención, a los 91 años de edad, enfermo y alejado desde hace tiempo de toda actividad pública?
Quién es Pinochet?
Pinochet es un hombre común y corriente, ni muy inteligente ni muy tonto, ni muy valiente ni muy cobarde, ni muy perverso ni muy ladrón, al cual, para su fortuna o desgracia, le tocó estar “ahí” el día que los mandos superiores de las Fuerzas Armadas decidieron ponerle fin al gobierno de Salvador Allende mediante un golpe.
El “sí” de Pinochet era indispensable.
En su calidad de recién nombrado Comandante en Jefe del Ejército por Salvador Allende, a recomendación del general Carlos Prats, su antecesor, quien lo estimaba leal y obediente al Mandatario, Pinochet era el único que poseía la llave para un golpe que no significara enfrentamiento entre militares. Inclinándose el Ejército por el golpe que propiciaban la Marina y la Aviación, todo sería cuestión de horas para deshacerse del Gobierno. De lo contrario, como en 1891, en que el Ejército mantuvo su lealtad para con el Presidente Balmaceda, habría que resolver el conflicto primero en el campo de batalla. En 1891, recordémoslo, murieron en combate dos Jefes Superiores del Ejército, los Generales Alzérreca y Barbosa, antes de que triunfase la rebelión. Fiel a su talante, Pinochet recibió a los emisarios golpistas, pero se reservó su respuesta. Cuentan, él o su mujer, que fue con ella que consultó. Ella lo habría llevado a observar a un niño de la familia durmiendo y en nombre de esa vida le habría implorado que se sumase con el Ejército al golpe. Verdadero o falso, lo cierto es que el general se tomó sus horas. Meditó, consultó, calculó y, finalmente, se sumó. Lo que los conjurados no podían prever es que ese hombre tan dubitativo, una vez dado el paso, no cedería la primogenitura a nadie, partiendo por aquellos que lo invitaron a sumarse al golpe de estado. Fue él quien ordenó el bombardeo al Palacio de La Moneda, una construcción del s.XVIII, totalmente inadecuada para resistir el asalto de un modesto pelotón de infantería. No contento con ello, una vez finalizado el bombardeo aéreo, dio la orden para que los tanques entraran en acción. De manera poco gloriosa, las fotografías muestran a un tanque derribando el portón de fierro forjado que servía de ingreso principal al palacio de gobiernoGobierno. La muerte del Presidente, el incendio de La Moneda ( y la destrucción del Acta de la Independencia Nacional) y diecisiete años de gobierno, son el legado de Pinochet. A mi me llama la atención, hoy, a pocas horas de su muerte, con qué claridad prefiguraron esas horas iniciales de confabulación, duda y acción, todo lo que vendría después. Al desaparecer la persona de Pinochet, entiendo mejor las muchas facetas que conforman su mito. Tome cada quien de todo eso lo que más le interese. Para mi es y será un mediocre al cual le tocó estar “ahí”.