lunes, noviembre 13, 2006

...EDIT.REVISTA IMPACTO.." NOSOTROS VAMOS A DAR LA PELEA POR UNA REFORMULACIÓN TOTAL DE LA SOCIEDAD."..

Corriendo el cerco
Al más lento proceso de instalación de un gobierno de las últimas décadas, se sumó en las últimas semanas la crisis de corte político institucional que afecta al país. Los escándalos nacidos tras las denuncias de Chile Deportes parecen no parar y, al contrario, ir creciendo tocando políticos de todos los colores y sectores. A la política del silencio institucional, a la no toma de decisiones efectivamente ejemplificadoras, se suma la falta de señales de la autoridad hacia la ciudadanía. No hay orientaciones claras de las personas de quienes esperamos visión de país, decisiones estratégicas. Pareciera que “nos equivocamos en los apoyos que hemos dados en los últimos años” o peor aún, que estamos votando “por el mal menor”.Somos parte de un partido, la DC, de una coalición, la Concertación de Partidos por la Democracia, que ha consagrado la encuesta, el estudio de marcado como instrumentos para hacer política. De esta forma nos guiamos por criterios de mercado. Las orientaciones de las encuestas fijan las acciones de gobierno, y los asesores comunicacionales asumen roles que fijan las políticas. Si no es así, cómo se explica el poder de las encuestas del Cep, y lo gravitante que fue la presión de la inefable “Jupi” al lograr poner el nombre de Michelle Bachelet como “presidenciable” hace ya cuatro o cinco años. El régimen militar no sólo consagró un modelo o sistema económico, sino que introdujo en cambio cultural dañino, basado en el exitismo, el invididualismo, el egoísmo, el escalamiento social logrado como sea, no necesariamente por los talentos o el esfuerzo personal.
¡Podemos entonces sorprendernos de tantos actos delictivos conocidos en los últimos tiempos? No deberíamos. Lo que hoy pasa es el resultado lógico de un proceso que empezó años. Se inició cuando los partidos en sus internas tomaron como normal el “acarrear” a su potencial apoyo. Después ya no sólo había que acarrearlo, sino pagarle la receta médica o donarle una caja de mercadería. Otra vertiente era asegurar una “pega”. Así, de a poco, la gente fue creyendo que ese actuar era “normal”, que era lícito. La práctica se convirtió en una máquina y esa máquina requirió de más recursos, de más gente, todo ello sin control. De ahí en adelante fue fácil que en los procesos se fueran quedando “pegados” en el camino, en una mano o donde fueran algunos recursos. La gente hoy actúa así porque cree que su actuar es parte de la normalidad. Sólo así se explican las declaraciones de Guido Girardi en torno a la factura con que justificó el pago a brigadistas, calificando como un “error” lo que es abiertamente un ilícito.
¿Pero esta situación degradante, sucia, frustrante nació sólo ayer, es fruto de la casualidad o es el resultado de una cultura del facilismo, del ganar a cualquier costo, del quiste del mercado en la política? A nuestro juicio no. Los medios de comunicación transmiten modelos que instan a “hacerse rico”, “triunfar fácil”, se llega a la difusión de modelos en los cuáles se dice que todo está permitido. ¿Podemos quejarnos de la corrupción, de la delincuencia si ponemos ese tipo de modelos como ejemplos? Llegamos a gobernar, en los 90, apoyados en una gran fuerza moral a dirigir el primer gobierno de la Concertación. Pero nos metimos en el sistema no sólo económico, sino social y cultural impuesto en la dictadura. Y al meternos comenzó la lucha por permanecer a cualquier costo. El país que hemos formado no es el mejor. Todo lo mercantilizamos.
Hasta la solidaridad y la acción social se comercializó. Ahí están los ejemplos de Teletón, Hogar de Cristo y otras obras que antes sí eran de beneficencia y ahora son empresas, que pagan grandes sueldos y justifican su existencia ayudando a algunos menesterosos/as o minusválidos/as. El deporte está comercializado. Cuando se habla de los triunfos en el fútbol o deporte, se priorizan los millones de dólares que se ganan. Eso en un país en el que el 50 por ciento de los trabajadores no logran reunir más de seis meses de trabajo seguido y quedan por lo tanto fuera de los mecanismos de protección; el 75% recibe ingresos que no superan los 220 mil pesos; la mitad de la población sufre alguna enfermedad mental; el 75 % de nuestros niños sufren algún tipo de violencia. Estos pocos datos, todos impactantes, no logran conmover a la clase política, tampoco al gobierno. No existe la posibilidad de empatizar con sus problemas, frustraciones, dolores, aspiraciones, sueños, rabias, deseos. Hemos ido corriendo el cerco. De “acarrear” a un militante, de pagarle la receta médica y abastecerlo con un paquete de mercadería vamos ya, sin ningún control ni vergüenza, en inventar nombres, adscribirlos a alguna “pega de emergencia”, usar facturas falsas, adulterar padrones. Si nadie dijo nada con esas primeras acciones ¿podemos escandalizarnos del nivel al que se ha llegado en la desvergüenza, en la corrupción? NO. Y no porque los llamados a poner la primera luz amarilla no lo hicimos. No porque partidos como la DC y organismos históricos como la Iglesia Católica tampoco fueron capaces de levantar su voz. Era más fácil hablar de oponerse al divorcio, a la píldora del día después que condenar con fuerza el robo, la estafa, el fraude.
La Iglesia Católica no es la voz ni la autoridad moral que representó con Silva Henríquez y otros de su calidad. La DC, por su parte, se encuentra sumergida en lo que cree es su principal función ganar votos, posicionar liderazgos. ¿Pero? ¿Ganar votos para qué? ¿Posicionar a alguien para qué? Para más de lo mismo. NO. Nosotros vamos a dar la pelea por una reformulación total de la sociedad, del país, de la DC y de nuestro discurso. La sociedad chilena perdió su sentido y nosotros queremos encontrar de nuevo ese sentido. Creemos que de partida debe pensarse en la elaboración de una Constitución Política de Chile. Lucharemos por la constitución de una Asamblea Constituyente, que refleje la sociedad que queremos construir. En la que no tiene cabida un régimen presidencialista exagerado como el actual y un parlamento débil que, en ocasiones como la de hoy y a propósito de Chile Deportes, renuncia a una de sus pocas facultades. Queremos una Carta Fundamental en la que no se puede “correr el cerco” y envilecer la noble acción de servir, queremos un país donde la corrupción no se encuentre enquistada en el sector público, queremos un país donde la otra forma de corrupción, el enriquecimiento a costa del esclavismo salarial y la concentración abusiva y depredadora se acabe.El momento es crítico, pero se sabe que las crisis representan oportunidades. Este grupo de profesionales, políticos estamos decididos. Nos sentimos con la fuerza de aprovechar este momento. Allí nos verán, desde ahora, peleando cada espacio, cada idea, cada sueño. Peleando un nuevo Chile, más justo, más decente, más acogedor, más amplio. ¡Pueden cobrarnos la palabra.