..CUESTIONAR EL MODELO; RAZÓN DE SER DEL CONGRESO...A.SALAS...
Por Alejandro Salas
Había estado estudiando el "Paradigma Filosófico…DC… SIGLO XX” de Juan Pablo, cuando, en mi afán por superar mi antipatía con la pluma del famoso Fdo. Villegas, me resolví leer con cariño el comentario de Rodrigo en la página del Yanqui. A saber: gracias Castillo por poner en términos simples lo que tú y Navarrete pretende que exploremos, mas, para mí, la cuestión de este Congreso no debiera delimitarse por disputas filosóficas, sino que allegarse a leer lo que los demócrata cristianos sentimos, para desde todos servir mejor a Chile.
Antes de continuar, es mi deber decir que no considero tontera a la cuestión filosófica. Por el contrario, estimo que la Era está pariendo nuevas visiones del mundo, por fuerza de que el mundo tal cual está no satisface. Sólo quiero pedir que no estropeemos la oportunidad de definir una estrategia política.
Asimismo, también es mi deber decir que, pese a que estimo que el derrotero del congreso no debiera ir por el lado que lo sugieren Navarrete y Castillo, sustancio la vigencia del “tomismo maritiano”, como también el del pensamiento de Frei Montalva y Ahumada, entre otros. Además, sostengo que, en este sentido y para estos tiempos, la idea de “humanismo integral” nada tiene de “conservadurista”, sino que es vanguardista, aunque merezca nuevas lecturas. Es más, si de calificaciones se tratara, este pensamiento, contra todas las modas intelectuales del siglo pasado, se adentró, antes que nadie, en la necesidad de superar las barreras gnoseológicas de la modernidad, con el único afán de recuperar la Fe que la humanidad había perdido. Fe que, por cierto, todavía no retomamos, por más que nos llenemos de síntomas que reflejan la demanda de todos por ella. Fe que, incluso científicos matemáticos, andan buscando en prácticas esotéricas por un afán religacionista que ningún espacio de la modernidad aporta. Fe que gran parte del lego encuentra a medias en animitas, chamanes de turno y similares yerbas espirituales. En consecuencia, les pido a Juan Pablo y Rodrigo que no sean involuntarios cómplices de peder la oportunidad de responderle a todos los DC y todo el país, por lo que realmente está haciendo falta. Amigos, la cuestión de este congreso, aunque algunos no lo quieran, es y debe ser “el cuestionamiento del modelo vigente”, porque desde ya no responde ni responderá. Así, la cuestión ética, por ejemplo, está en reconocer simple y llanamente en que todos asistimos a una convivencia social donde no existe una relación empática entre individuo y sociedad. Aceptarlo, significa asumir que el ethos, cultura, moral o como quiera llamársele a la axiología moderna imperante, hace constante uso de eufemismo para justificar su permisividad, donde a los males se le responde con mecanismo que sólo fortalecen la desconfianza. Ocurre, que bajo este dominio, se promueve que el más fuerte continúe comiéndose al más débil. Ocurre que el avaro y el codicioso se viste a diario del descompromiso de todos por defender lo justo. Entonces, el problema ético es la justicia. Cuando no hay fe, luego no hay justicia. ¿Es tan difícil entenderlo?. No hay justicia porque todo el ordenamiento actual es para unos pocos y, estos pocos, ni de Dios tienen temor. Es por esta sencilla razón que, cada vez más, los que concentran el poder controlan transversalmente, incluso, la acción política. Hecho el diagnóstico, habiéndonos asumidos en la crudeza mísera del mundo que nos toca vivir, viene desconstruir sus raíces, troncos, ramas y follaje, para construir un ethos que de respuesta.
Así, centrémonos en “los modelos”, partiendo por el económico que garantiza una pésima distribución del ingreso y fomenta la oligopolia, impidiéndonos alcanzar, si quiera con el pie, el tan anhelado desarrollo. ¿Cómo se hace?. Aquí la discusión se urge y constriñe la habilidad intelectual y emocional, la vieja compañía tomista de “Interlegere y Sindéresis”, el viejo juego aristotélico entre “Sabiduría y Prudencia”, es decir: con sentido de oportunidad y adecuación o, si se quiere, con asertividad. Los elementos actuales, para alcanzar mayor justicia no pueden ser hallados en ningún otro lugar que no sea en el impuesto “Mercado” como lugar propio de la convivencia. En este mercado, el Estado es el único actor relevante que podría modificar su desigual forma de distribuir, En consecuencia, la cuestión ha de radicar en cómo definimos con claridad el rol interventor del Estado en la función económica, cómo este garantiza justicia. A mi juicio, el Estado debe actuar directamente e indirectamente sobre la productividad para garantizar competitividad. Lo propio tendería a generar mayor crecimiento y mejor distribución, de modo tal, que del esfuerzo de todos vayamos sacando provecho todos. Cuando lleguemos a ahí, incluso en los primeros pasos de ese retomado camino, estaremos devolviéndole la fe a muchos. En ese día veremos si es posible trocarle al liberalismos, un bien común, antes -Juan Pablo- es tertulia. Con cariño, Alejandro Salas.
Había estado estudiando el "Paradigma Filosófico…DC… SIGLO XX” de Juan Pablo, cuando, en mi afán por superar mi antipatía con la pluma del famoso Fdo. Villegas, me resolví leer con cariño el comentario de Rodrigo en la página del Yanqui. A saber: gracias Castillo por poner en términos simples lo que tú y Navarrete pretende que exploremos, mas, para mí, la cuestión de este Congreso no debiera delimitarse por disputas filosóficas, sino que allegarse a leer lo que los demócrata cristianos sentimos, para desde todos servir mejor a Chile.
Antes de continuar, es mi deber decir que no considero tontera a la cuestión filosófica. Por el contrario, estimo que la Era está pariendo nuevas visiones del mundo, por fuerza de que el mundo tal cual está no satisface. Sólo quiero pedir que no estropeemos la oportunidad de definir una estrategia política.
Asimismo, también es mi deber decir que, pese a que estimo que el derrotero del congreso no debiera ir por el lado que lo sugieren Navarrete y Castillo, sustancio la vigencia del “tomismo maritiano”, como también el del pensamiento de Frei Montalva y Ahumada, entre otros. Además, sostengo que, en este sentido y para estos tiempos, la idea de “humanismo integral” nada tiene de “conservadurista”, sino que es vanguardista, aunque merezca nuevas lecturas. Es más, si de calificaciones se tratara, este pensamiento, contra todas las modas intelectuales del siglo pasado, se adentró, antes que nadie, en la necesidad de superar las barreras gnoseológicas de la modernidad, con el único afán de recuperar la Fe que la humanidad había perdido. Fe que, por cierto, todavía no retomamos, por más que nos llenemos de síntomas que reflejan la demanda de todos por ella. Fe que, incluso científicos matemáticos, andan buscando en prácticas esotéricas por un afán religacionista que ningún espacio de la modernidad aporta. Fe que gran parte del lego encuentra a medias en animitas, chamanes de turno y similares yerbas espirituales. En consecuencia, les pido a Juan Pablo y Rodrigo que no sean involuntarios cómplices de peder la oportunidad de responderle a todos los DC y todo el país, por lo que realmente está haciendo falta. Amigos, la cuestión de este congreso, aunque algunos no lo quieran, es y debe ser “el cuestionamiento del modelo vigente”, porque desde ya no responde ni responderá. Así, la cuestión ética, por ejemplo, está en reconocer simple y llanamente en que todos asistimos a una convivencia social donde no existe una relación empática entre individuo y sociedad. Aceptarlo, significa asumir que el ethos, cultura, moral o como quiera llamársele a la axiología moderna imperante, hace constante uso de eufemismo para justificar su permisividad, donde a los males se le responde con mecanismo que sólo fortalecen la desconfianza. Ocurre, que bajo este dominio, se promueve que el más fuerte continúe comiéndose al más débil. Ocurre que el avaro y el codicioso se viste a diario del descompromiso de todos por defender lo justo. Entonces, el problema ético es la justicia. Cuando no hay fe, luego no hay justicia. ¿Es tan difícil entenderlo?. No hay justicia porque todo el ordenamiento actual es para unos pocos y, estos pocos, ni de Dios tienen temor. Es por esta sencilla razón que, cada vez más, los que concentran el poder controlan transversalmente, incluso, la acción política. Hecho el diagnóstico, habiéndonos asumidos en la crudeza mísera del mundo que nos toca vivir, viene desconstruir sus raíces, troncos, ramas y follaje, para construir un ethos que de respuesta.
Así, centrémonos en “los modelos”, partiendo por el económico que garantiza una pésima distribución del ingreso y fomenta la oligopolia, impidiéndonos alcanzar, si quiera con el pie, el tan anhelado desarrollo. ¿Cómo se hace?. Aquí la discusión se urge y constriñe la habilidad intelectual y emocional, la vieja compañía tomista de “Interlegere y Sindéresis”, el viejo juego aristotélico entre “Sabiduría y Prudencia”, es decir: con sentido de oportunidad y adecuación o, si se quiere, con asertividad. Los elementos actuales, para alcanzar mayor justicia no pueden ser hallados en ningún otro lugar que no sea en el impuesto “Mercado” como lugar propio de la convivencia. En este mercado, el Estado es el único actor relevante que podría modificar su desigual forma de distribuir, En consecuencia, la cuestión ha de radicar en cómo definimos con claridad el rol interventor del Estado en la función económica, cómo este garantiza justicia. A mi juicio, el Estado debe actuar directamente e indirectamente sobre la productividad para garantizar competitividad. Lo propio tendería a generar mayor crecimiento y mejor distribución, de modo tal, que del esfuerzo de todos vayamos sacando provecho todos. Cuando lleguemos a ahí, incluso en los primeros pasos de ese retomado camino, estaremos devolviéndole la fe a muchos. En ese día veremos si es posible trocarle al liberalismos, un bien común, antes -Juan Pablo- es tertulia. Con cariño, Alejandro Salas.
1 Comments:
Alejandro: Al fin siento que estamos hablando si bien no en el mismo idioma, al menos en idionas compatibles. Creo comprender por tus palabras, que probablemente nuestra dificultad de entendimiento se da porque tu asumes como evidente (y contigo muchos de aquellos pocos que comprenden lo que significa la vertiente Tomista - Integrista a la que nuestro partido adscribió por años)el que nuestra ideología es el socialcristianismo tradicional. Y, por supuesto, esa esa es una discusión perfectamente válida. Leo en tu artículo varias veces la palabra "justicia" y en cambio no leo ni una sola vez la palabra "bien" ni "verdad". Y eso es coherente con el simple hecho de que vives, al igual que todos nosotros, en los paradagimas del liberalismo democrático, el que ha reemplazado el concepto de bien por el de justicia, pues comprende que la busqueda de un "bien" absoluto y verdadero (integrismo tomista) no tiene espacio en sociedades pluralistas y democráticas, en la que lo "bueno", en un sentido teleológico, queda e la esfera de las relaciones privadas, y en cambio en la esfera pública, sólo es posible aspirar a una versión "débil" que está dada por aquellos grandes acuerdos sobre los "justo" que pueden compartir los diversos miembros de la sociedad.
Adscrbir, como yo, a una posición de Republicanismo Kantiano, no significa renunciar a la busqueda del bien común, sino tan solo hacerlo de una manera compatible con el respeto por aquellos criterios éticos y morales de cada individuo, comunidad, o tribu social. Es entender que el límite de esa libertad de "culto" es simplemente el respecto por una justicia cuyo origen y bordes es justamente objeto del debate político contemporaneo, del que, lo que queramos o no, todo indica que las ideas de nuestro querido Maritain parecen estar superadas por los hechos.
Por eso llamo a esas ideas conservadoras. Porque por más revolucionarios que suenen sus objetivos, al no reconocer la realidad dinámica de las sociedades pluralistas democráticas, buscan necesariamente aplicar su propio modelo de "verdad".
Y soy claro. El integrismo maritaniano NO es pluralista, pues estima que la verdad es sólo una. Que nuestra labor es encontrarla y reflejarla en nuestras instituciones. Por más que esa verdad NOS GUSTE, no puedo compartir ese elemento excluyente. Por más que ese integrismo llame a la liberación del hombre de la crísis de la modernidad, impone su fe, la que es propia de cada uno, pero imposible de argumentar como base para la constitución de una sociedad, gobierno o Estado.
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