..Y DE PRONTO EL CASO SPINIAK SE VINO ABAJO...¡ PLAF¡...MUY BUEN APORTE DE NUESTRO AMIGO IVAN NAVARRO.
Iván Navarro Abarzúa
El caso Spiniak pareciese haber llegado a término, al menos en lo que dice relación con la causa principal, quedando pendientes muchas aristas y causas derivadas que sin duda nos seguirán sorprendiendo. El acusado principal ha sido condenado a cinco años de prisión, pena que seguramente le será remitida, lo que significa que a poco andar saldrá libre y este caso, que nos asombró, dolió y avergonzó a todos, pasará a la historia triste de algo que nunca quisiéramos siquiera haber conocido de lejos.
El caso Spiniak nos asombró por su complejidad, por la cantidad y calidad de los eventuales implicados, por una trama que superaba con creces la fantasía y por la profusión de detalles y argumentos probatorios que difícilmente dejaba espacio para pensar que lo que se nos informaba no fuese cierto. Los ingredientes políticos, religiosos, pasionales, psicológicos, sociales y jurídicos se entremezclaban en forma dramática, arrastrando a la arena de las especulaciones a parlamentarios, organismos policiales, de gobierno, de la Iglesia, corporaciones privadas y a medios de comunicación, en una catarata alucinante de acusaciones, sospechas, indagaciones, procesamientos e imágenes que calaron hondo en la conciencia colectiva de todo el país.
El caso nos dolió y caló hondo en el alma de país, porque las víctimas principales eran niños y niñas de corta edad abusados por mentes desviadas, aprovechándose de su abandono y fragilidad, de lo cuál todos nos sentimos culpables y con remordimientos tan profundos que, ante la exposición de pruebas y argumentos que dimos por creíbles, nos pusimos en la vereda de los acusadores implacables y comenzamos a distribuir culpabilidades y a exigir penas ejemplares. Una vez más, y esto es lo más doloroso, ejercimos una rara competencia social para acusar sin esperar pruebas, para buscar culpables y no explicaciones, para dar credibilidad a los que hablan más y más fuerte, para dejarnos embriagar por un morbo lo más de las veces inhumano.
¡Y de pronto el caso Spiniak se vino abajo!, ¡Plaf!. Cinco años al señor Spiniak, un drogadicto confeso y con desviaciones sexuales que, de acuerdo a lo que se nos informa hoy, no daba para la cárcel de seguridad en que ha estado ya tres años con guardia permanente; los otros implicados, proxenetas y traficantes sexuales han ido apareciendo como implicados menores y la trama completa se desinfló. Y entonces nos viene la sensación de vergüenza colectiva, porque nos dejamos llevar por los traficantes de la información y del poder, porque el morbo nos llevó hacia la Gemita y el cura Jolo, Spiniak y los proxenetas, los políticos implicados, los ministros a cargo del caso y las policías. Pero ¿y los niños abusados, recogidos de entre los miles de niños abandonados que sirven de caldo de cultivo a todo este drama?,¿Qué ha cambiado para ellos y que les defiende hoy de los muchos Spiniak que siguen operando y que saben que las penas por estos delitos no son tan grandes?, ¿Qué hay de las políticas públicas que deberían hace tiempo haber terminado con los niños y niñas abandonados en nuestras calles y ante todas nuestras narices?. En fin, ¿qué pasa con nosotros, con la sociedad chilena, que somos capaces de generar un caso de estas características y solazarnos con su trama, repartiendo acusaciones, dando credibilidad a manipuladores y especuladores, alimentando rumores y participando de una morbosidad colectiva inexplicable?
¿No será que el caso Spiniak es una especie de espejo de nosotros mismos, de nuestras propias debilidades sociales?. Un espejo doloroso, pero que nos permite vernos como muchas veces somos, ojalá para tratar de ser mejores.
El caso Spiniak pareciese haber llegado a término, al menos en lo que dice relación con la causa principal, quedando pendientes muchas aristas y causas derivadas que sin duda nos seguirán sorprendiendo. El acusado principal ha sido condenado a cinco años de prisión, pena que seguramente le será remitida, lo que significa que a poco andar saldrá libre y este caso, que nos asombró, dolió y avergonzó a todos, pasará a la historia triste de algo que nunca quisiéramos siquiera haber conocido de lejos.
El caso Spiniak nos asombró por su complejidad, por la cantidad y calidad de los eventuales implicados, por una trama que superaba con creces la fantasía y por la profusión de detalles y argumentos probatorios que difícilmente dejaba espacio para pensar que lo que se nos informaba no fuese cierto. Los ingredientes políticos, religiosos, pasionales, psicológicos, sociales y jurídicos se entremezclaban en forma dramática, arrastrando a la arena de las especulaciones a parlamentarios, organismos policiales, de gobierno, de la Iglesia, corporaciones privadas y a medios de comunicación, en una catarata alucinante de acusaciones, sospechas, indagaciones, procesamientos e imágenes que calaron hondo en la conciencia colectiva de todo el país.
El caso nos dolió y caló hondo en el alma de país, porque las víctimas principales eran niños y niñas de corta edad abusados por mentes desviadas, aprovechándose de su abandono y fragilidad, de lo cuál todos nos sentimos culpables y con remordimientos tan profundos que, ante la exposición de pruebas y argumentos que dimos por creíbles, nos pusimos en la vereda de los acusadores implacables y comenzamos a distribuir culpabilidades y a exigir penas ejemplares. Una vez más, y esto es lo más doloroso, ejercimos una rara competencia social para acusar sin esperar pruebas, para buscar culpables y no explicaciones, para dar credibilidad a los que hablan más y más fuerte, para dejarnos embriagar por un morbo lo más de las veces inhumano.
¡Y de pronto el caso Spiniak se vino abajo!, ¡Plaf!. Cinco años al señor Spiniak, un drogadicto confeso y con desviaciones sexuales que, de acuerdo a lo que se nos informa hoy, no daba para la cárcel de seguridad en que ha estado ya tres años con guardia permanente; los otros implicados, proxenetas y traficantes sexuales han ido apareciendo como implicados menores y la trama completa se desinfló. Y entonces nos viene la sensación de vergüenza colectiva, porque nos dejamos llevar por los traficantes de la información y del poder, porque el morbo nos llevó hacia la Gemita y el cura Jolo, Spiniak y los proxenetas, los políticos implicados, los ministros a cargo del caso y las policías. Pero ¿y los niños abusados, recogidos de entre los miles de niños abandonados que sirven de caldo de cultivo a todo este drama?,¿Qué ha cambiado para ellos y que les defiende hoy de los muchos Spiniak que siguen operando y que saben que las penas por estos delitos no son tan grandes?, ¿Qué hay de las políticas públicas que deberían hace tiempo haber terminado con los niños y niñas abandonados en nuestras calles y ante todas nuestras narices?. En fin, ¿qué pasa con nosotros, con la sociedad chilena, que somos capaces de generar un caso de estas características y solazarnos con su trama, repartiendo acusaciones, dando credibilidad a manipuladores y especuladores, alimentando rumores y participando de una morbosidad colectiva inexplicable?
¿No será que el caso Spiniak es una especie de espejo de nosotros mismos, de nuestras propias debilidades sociales?. Un espejo doloroso, pero que nos permite vernos como muchas veces somos, ojalá para tratar de ser mejores.
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