...ALEJANDRO SALAS..METE LA PUA...¡¡¡... A RESPONDER.....
Salud Paradojal:
Pública-privada y lo de la píldora
¿Qué yerbas? Y ahora ¿qué?
¿Qué tiene ganas de salir a la superficie, que me vienen con lo de la píldora, para distraerme?
Digno será preguntarse si lo de la píldora atiende a las necesidades prioritarias de la salud pública o viene para distraer las cosas que importan y no se resuelven ni para la polémica, mas y ya que estamos en eso y para quienes se han atrevido a atacarla, con mucho respeto debe decirse:
1) que si es pecado, que bien que se meta la Iglesia, aunque los sordos no quieran escuchar.
2) que si no es pecado, que hacen metiéndose en polémica quienes no se les reconoce autoridad técnica.
3) que si no se trata de pecados y no-pecados y mas bien es cuestión de utilidad pública, por los tantos que no tienen plata para comprarla; cuénteme porqué este asunto llena titulares, cuéntenme cuál es su moral.
4) Que si se trata de derechos, hay esto si que es un queso.
Ahora volviendo sobre lo importante, o lo que yo estimo que es importante y que sí tiene que ver con la salud pública, la ética y la política, donde sí debiera estar centrado el debate y no en cuestiones de suyo dilémicas.
Ocurre que los “medios pobres” de nuestro país no sólo financian sus atenciones de salud, sino la de los abuelitos y abuelitas y, de paso, les alcanza para subsidiar, en parte, el sistema privado:
En términos generales, del total de las prestaciones médicas del sistema público, el Estado financia sólo el 40%, esto es porque los grupo B, C y D de FONASA, financian el 40%, 95% y 200% de los servicios que reciben. Este comportamiento, permite que, con el aporte fiscal, se cubra el 100% de la demanda del grupo A y, el 20% de la demanda del grupo B, quedando a cargo del grupo D la financiación del 40% y 5%, faltantes, de los grupos B y C.
Lo anterior obedece a que, ideológicamente, la cuarta parte más pobre de la población sea subsidiada por el Estado y, que el quito inmediatamente superior (conformado en su mayoría por la tercera edad), deba ser sustentado por la décima parte de la población, cuyos ingresos mensuales promedian los $130.000.-, es decir, el equivalente a un ingreso familiar mensual de $400.000.-
Como se puede apreciar, lo ocurrente de este modelo es que estas familias son las que deben costear los requerimientos de salud de quienes por largos años de su vida laboral financiaron el sistema privado, sin aportar al público; a saber: en los últimos 10 años, más de la mitad de quienes han derivado del sistema privado al público, han pasado a formar parte del grupo que, actualmente, financian estas familias “medio pobres”.
En la actualidad menos de un quinto de la población sustenta el sistema privado, más su consumo equivale a 4,5 veces el de las familias referidas, dado que opera con un capital 1,2 veces superior al del sistema público, provocando la paradoja de que, los más ricos sólo gastan el doble de lo que lo hacen los “medios pobres”.
Dicho de otro modo, en términos generales los “medios pobres” no sólo sustentan el sistema público, sino que le permite al privado mantener sus preferencias y, es aquí donde se devela la matriz de nuestro sistema de salud, pues el Estado, por una parte, invierte sólo para el cuarto más pobre sin capacidad de garantizar calidad y, por otra parte, obliga –paradojalmente- a unos no muy pudientes, para beneficio de los más ricos, quienes, dadas sus dinámicas propias, tienden a ir encareciendo las prestaciones que reciben.
Podría alternarse que la responsabilidad del Estado, para evitar la paradoja subsidie directamente (al modo AUGE) las prestaciones privadas y, así, garantizar el acceso de los diversos grupos del FONASA, mas basta referir la explosión de la demanda, para augurar que en algún momento, las prestaciones se encarecerán a tal nivel que, o va a verse en la obligación de fijar precios o va a tener que destinar parte importante del presupuesto, lo que va a redundar, por una vía o la otra, sobre la calidad de los servicios públicos y el aumento del gasto social.
Son 3 los elementos que hay que resolver si efectivamente se pretendiese orientar un sistema de salud más justo y equilibrado. El primer asunto es entender que aquellas familias de los grupos A y B de FONASA, deben acceder a una cobertura del 100% gratis. El segundo asuntos es que el proceso migratorio del sistema privado al público posee un costo real y, finalmente, que el grupo D no tiene capacidad para financiar las prestaciones de terceros, pero sí para sí mismo.
Vistos estos elementos equilibrantes, el gestor privado y público, encontrará los mecanismos suficientes para facilitar procesos que tenderán a prestaciones de calidad similares, generando sobre el mercado de la salud, barreras que impedirán su encarecimiento, fomentando una alta competitividad.
Finalmente, una reflexión:
Estoy seguro de que los cotizantes del grupo D no tienen conocimiento ni conciencia de que son sostenedores directos del sistema público e indirectos del privado y que no reciben nada de ninguno de los dos sistemas, pues todo lo pagan con su esfuerzo.
¿Qué ocurrirá cuando se enteren? ¿pujarán a objeto de merecidos beneficios?
Si así fuere, grupos significativos del sistema privado a fin de bajar sus actuales altos costos, ¿se verán impulsados a fortalecerse con los primeros?
¿Será posible, que si así ocurriese, este segmento reunido de clase media, termine exigiendo una salud a su tamaño y de alta calidad y, de esta manera, termine regulando el mercado, obligando a que la oferta se regule a su efectiva demanda?
¿Será posible, que este mentado ajuste, posibilite, a la postre, un efectivo acceso igualitario a la salud, para pobres y ricos?
¿Seguiría siendo, el tema de la píldora un tema de debate, si quiera de política pública?.
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