ESTIMADAS Y ESTIMADOS CAMARADAS. ADJUNTO MUY INTERESANTES IDEAS DE NUESTRO CAMARADA RICARDO HORMAZAVAL RESPECTO DE NUESTRAS PROXIMAS ELECCIONES DEL PARTIDO DEL 17 DE MARZO.
MINUTA
CON INTERVENCIONES EN LA DISCUSIÓN DE LA ACUSACIÓN
CONSTITUCIONAL
CONTRA EL DICTADOR PINOCHET RECHAZA DA CON
LOS
VOTOS DE LA DERECHA Y UNA PARTE DE LA CONCERTACION.
Extractada
del diario de sesiones de la Cámara de Diputados.
SESIÓN
9ª, EN JUEVES 9 DE ABRIL DE 1998 103
La
DC tenía entonces 37 diputados. 10 no votaron a favor de ella.
El
señor MARTÍNEZ, don Gutenberg
(Presidente).-
Tiene la palabra, hasta por trece minutos, el Diputado señor Ignacio
Walker.
El
señor WALKER (don Ignacio).-
Señor
Presidente, he escuchado con mucha atención todas y cada una de las
intervenciones
que han tenido lugar en este debate. Quiero decir que con mucha
serenidad
y libertad de espíritu -hablo en mi nombre y en el de mis colegas,
Diputadas
señora Eliana Caraball, señorita Antonella Sciaraffia, Diputados señores
Edmundo
Salas, Aldo Cornejo, Enrique Krauss, Jaime Mulet, Roberto León y
Waldo
Mora- que también hemos querido compartir una reflexión, en el contexto
de
este importante debate.
Quiero
plantear en forma breve algunas cuestiones previas, a modo de
introducción,
y un argumento sobre el fondo del tema.
En
primer lugar, está claro que es absolutamente legítimo el derecho de los
acusadores
a deducir este libelo en uso de sus prerrogativas constitucionales
irrenunciables,
lo que merece todo nuestro respeto, especialmente cuando ha sido
presentado
de modo formalmente correcto y han seguido esta convicción.
Hoy
no se triza la Democracia Cristiana, como dice un titular de la tarde en forma
arrogante.
La Democracia Cristiana ha decretado libertad de acción, lo que
significa
que ambas posiciones son legítimas y deben ser vistas con respeto.
Lamento
decir a los agoreros de siempre que hay Democracia Cristiana y
Concertación
para mucho rato. En segundo lugar, tenemos discrepancias de fondo
en
relación con la defensa del acusado.
No
tengo tiempo para referirme a ello, pero al menos hay cuatro o cinco aspectos
que
quiero mencionar.
Primero,
no hay lugar para impugnar el procedimiento de la Comisión informante,
en
la medida en que fue plenamente garantizado el debido proceso y el derecho a
la
defensa.
Segundo,
mal se puede invocar la inacusabilidad del acusado, que contradice el
propio
libelo que reconoce que para ser comandante en jefe hay que ser general.
Pinochet
es sujeto pasivo de una acusación constitucional.
Tercero,
la supuesta desviación del fin o del poder de parte de los acusadores
no
ha existido, porque el objeto de la acusación constitucional es obtener una
declaración
de culpabilidad. Los efectos jurídicos pueden ser: destitución,
inhabilitación,
responsabilidad penal o civil.
Cuarto,
contrario a lo que comúnmente se cree, éste no es un juicio político -en
el
sentido en que corrientemente se le entiende-: de aprobación o rechazo, de
confianza
o desconfianza o de opinión en relación con una persona determinada,
sino
un juicio constitucional, referido no a una persona,
sino
a actos o conductas de esa autoridad habiendo existido una correspondencia
entre
los cargos que se formulan y la causal que seinvoca. Ésa es la ponderación
jurídicopolítica
que debemos hacer. No es un juicio político, sino constitucional.
Quinto,
también contrariamente a lo que se cree en forma usual, los diputados
no
estamos llamados a votar en conciencia; es el Senado el que, al votar como
jurado,
vota en conciencia. Los diputados estamos llamados a votar por imperativo
de
la Ley Orgánica del Congreso Nacional, artículo 41, inciso segundo, con arreglo
a
derecho, en especial, cuando hace un mes juramos respetar la Constitución y la
ley.
Respecto
del fondo del tema. Aquí no se está acusando a Pinochet por la
dictadura
de diecisiete años o por las violaciones a los derechos humanos
cometidas
durante ese período, porque no habría dos voces al interior de la
Concertación.
Se está acusando a Pinochet por el período 1990-1997. No es una
acusación
dirigida contra el Pinochet de la dictadura, sino contra el Pinochet en
democracia.
De
allí que la línea divisoria entre el juicio a Pinochet y el del proceso
democrático,
sea
tan tenue.
Y
en este sentido, atendiendo el mérito de la acusación, nuestra argumentación
central
es la siguiente: si bien los cargos que se formulan contra Pinochet en
los
tres capítulos de acusación corresponden efectivamente a conductas y
declaraciones
graves irregulares y ofensivas, no han significado poner en grave
riesgo
el honor o la seguridad de la Nación. Claramente, en el
capítulo
I de la acusación -referido a la imagen internacional de Chile-, y la forma
que
habría comprometido gravemente el honor de la Nación, queda de manifiesto
lo
anterior.
El
Subsecretario de Relaciones Exteriores, Mariano Fernández, fue elocuente al
decir:
“Es tan grande el desprestigio internacional de Pinochet, que no ha podido
comprometer
el honor de la Nación”, cuyo prestigio -me atrevería a agregar- en la
Comunidad
de Naciones está a salvo y existe a pesar de Pinochet. La reputación
o
buen nombre de la Nación -y eso es el honor de la Nación-
no
ha podido estar en grave riesgo por los dichos del ex dictador.
El
Capítulo III es, tal vez, el más grave de todos: “Ofensas a la memoria de las
víctimas
de las violaciones a los derechos humanos”.
Obviamente,
las declaraciones no sólo son graves y ofensivas, como en los
Capítulos
I y II, sino que, además, crueles e hirientes en relación con la memoria
de
las víctimas de las violaciones a los derechos humanos, a la vez que ofenden a
sus
familiares.
Excúseme,
señor Presidente, pero hay que ser muy miserable para referirse en
esos
términos a tan dolorosas situaciones. Una persona que ha sido incapaz de
gesto
alguno en el sentido del reencuentro y la reconciliación.
Afortunadamente,
respecto de las violaciones a los derechos humanos del período
1973-1990,
Pinochet ya ha sido juzgado moral e históricamente por el Informe
Rettig.
Tan
graves son las declaraciones del Capítulo III y tan distantes, afortunadamente,
de
lo que representa la Nación chilena, con su historia y sus valores que, más que
comprometer
el honor de ésta, dan cuenta del deshonor y desprestigio de quien
las
profiere, salvo que quisiéramos confundir el honor de la Nación chilena con el
de
Pinochet, lo que sería un claro despropósito.
En
los breves minutos que me restan, pasemos al meollo de esta discusión: el
80
ó 90 por ciento de la discusión al interior de la Comisión se ha referido a los
ejercicios
de enlace de 1990 y al “boinazo” de 1993.
Les
propongo, estimados colegas parlamentarios, el siguiente ejercicio para la
ponderación
jurídico-política
y de fondo que estamos llamados a hacer respecto de este hecho.
¿Cómo
resolver este tema? A mi juicio, escuchando y haciendo fe de los testigos y
actores
más calificados de ese proceso -los ejercicios de enlace y el boinazo-:
¿Qué
nos han dicho esos testigos de la Concertación -que, por lo menos a mí y a
quienes
represento,
nos merecen toda la confianza-? Los subsecretarios Marcos Sánchez,
Mario
Fernández y Jorge Burgos. No hay una sola afirmación en sus testimonios
que
pudiera, ni remotamente, llegar a la conclusión de que la institucionalidad
democrática
estuvo en peligro, sin desconocer, por cierto
-para
ser fiel a su testimonio-, la gravedad de los hechos de que se diera cuenta.
El
testimonio pormenorizado y extenso del Ministro de Defensa de la época, don
Patricio
Rojas, dice lo mismo.
¿Y
qué dice el vocero de la época, Secretario General de Gobierno, militante y
dirigente
del
Partido Socialista, Enrique Correa? A pesar de la alarma, el temor en la
población
y los actos inusuales de que se trata, “la institucionalidad del país no
estaba
en peligro y la autoridad del Presidente de la República no había resultado
vulnerada
en estos acontecimientos”. Y agrega, recordando la situación: “De lo
que
sí estoy seguro es que, si bien generaron alarma pública, si
bien
tuvieron trascendencia y gravedad, no constituyeron una violación explícita y
formal
de
la legalidad”. Y concluye: “Se generó una cantidad de hechos que, reitero,
estuvieron
siempre
en la frontera de lo que pudiera ser calificado de legal o ilegal. En opinión
del
gobierno de la época y en relación con la situación de ese momento, no
traspasaban
la frontera y no se constituyeron en actos ilegales”.
¿Y
qué dice, no en esa época -porque uno podría decir que no había otra
posibilidad-,
sino cinco años después, el Ministro Secretario General de la
Presidencia
de ese entonces, Edgardo Boeninger, citando el Mensaje de 1993
del
ex Presidente Aylwin, que habla de un “claro progreso en las relaciones cívico
militares,
tendencia nítida hacia la armonía, la debida subordinación y la confianza
en
las relaciones entre la sociedad, el Gobierno y las Fuerzas Armadas” -palabras
de
Aylwin-,
añade Boeninger: “El hecho de que, después de esta afirmación, se
hayan
producido
dos de los momentos más conflictivos en la relación política y militar,
como
el
boinazo y la condena del caso Contreras, no resta validez a este aserto. Lo que
importa,
desde
el punto de vista del análisis del proceso de normalización, es que los
hechos,
sin perjuicio de la tensión generada en cada caso, se desarrollaron
invariablemente,
con respeto formal al estado de derecho, y su desenlace se
mantuvo
siempre dentro del marco de la Constitución y con
ejercicio
efectivo de las prerrogativas constitucionales”.
Anteayer,
Enrique Krauss, a la sazón Vicepresidente de la República, Ministro del
Interior,
dijo: “Nuestra conclusión es que cada uno de los hechos invocados
existió,
pero careció de la entidad para comprometer gravemente el honor o la
seguridad
de la Nación. En todo caso, cada una de las situaciones invocadas, de
las
que fuimos testigos, cuando no protagonistas, jamás, desde nuestro punto de
vista,
perturbaron, amenazaron o afectaron la institucionalidad vigente”.
Como
si todo lo anterior fuera poco, Patricio Aylwin nos entrega un testimonio
elocuente.
No hay un Aylwin del lunes y un Aylwin del martes; no hay un Aylwin
que
haya borrado con el codo lo que escribió con la mano. Efectivamente, los
ejercicios
de enlace y el “boinazo” fueron graves, fueron presiones indebidas.
¿Pero
cómo califica estos hechos Patricio Aylwin, entonces Presidente
de
la República? “Fueron actos irregulares indebidos, pero que no afectaron el
funcionamiento
del régimen constitucional, no comprometieron el prestigio ni el
honor
de la Nación, es decir, la imagen de Chile”.
Termino
diciendo que no he citado a las más altas autoridades políticas de la
Concertación
de la época con el objeto de dar un argumento de autoridad, sino
porque
creo que en esa situación, con el contexto político de la época, estos
testimonios
demuestran que no se ha comprometido gravemente la seguridad de
la
Nación, como ellos mismos lo señalan.
Seguridad,
según el diccionario, significa “firme, constante y que no está en peligro
de
faltar o caerse”. ¡Qué descripción más acertada del proceso democrático que
hemos
vivido en la década de 1990, que a pesar de todos estos tropiezos; que
a
pesar del “boinazo”; que a pesar de los ejercicios de enlace; que a pesar de
Pinochet,
ha sido un proceso democrático “firme, constante y que no
está
en peligro de faltar o caerse”.
Por
esas razones, votaremos por la inadmisibilidad de esta acusación.
He
dicho.
-Manifestaciones
en las tribunas.
-Suenan
timbres
Diputado
Espina: a quien creerle? ¿A Andrés Zaldívar, Presidente del Senado, o
a
los acusadores? Andrés Zaldívar dice: “Llamo a poner fin a las querellas y a
las
acusaciones
con las que se pretende reanudar los serios conflictos que afectaron
a
los chilenos en el pasado, reabriendo heridas
y
poniendo en riesgo los avances logrados para mejorar la convivencia nacional”.
Pero
no
sólo eso. ¿A quién también tenemos que creerle? ¿Al ex Senador Frei Bolívar
o
a los
acusadores?
El ex Senador Frei Bolívar expresa: “Augusto Pinochet facilitó
enormemente
la
transición y colaboró activamente en que fuera tranquila y sin salirse en
momento
alguno de la legalidad vigente”.
El
señor MARTÍNEZ, don Gutenberg (Presidente).- Tiene la palabra, hasta por
ocho
minutos, el Diputado señor Andrés Palma.
El
señor PALMA (don Andrés).- Señor Presidente, creo que éste es un día del
cual
todos nos vamos a felicitar. No es raro que se hayan vertido expresiones tan
contradictorias.
El
Diputado señor Espina defendiendo al ex Presidente Aylwin y al Presidente
plebiscito.
El Diputado Ignacio Walker contradiciéndose con sus camaradas
acusadores.
Mucha
aclamación; gente en las tribunas, que tiene en el pecho el rostro de sus
familiares
desaparecidos,
y otros, el rostro del que los hizo desaparecer.
-Manifestaciones
en la Sala y en las tribunas.
El
señor PALMA (don Andrés).- Éste es el Chile de hoy, el Chile que estamos
viviendo
y
que hemos construido entre todos.
Es
el Chile de la transición, que empieza a vivir, aunque algunos se sorprendan y
no
lo
crean,
una cierta normalidad democrática. Y la empieza a vivir, entre otras
razones,
y no
es
menor, porque Pinochet, aunque esté en el Senado en un cargo vitalicio, ha
dejado
de
tener
poder real sobre esta sociedad. Y eso, a todos -a los de allá, a los de acá y a
los
de
las
tribunas- nos hace más libres.
No
hay dos Pinochet, como dijo Ignacio Walker. Hay uno solo. Lo nombró el
Presidente
Allende,
y lo traicionó; lo dejó Carlos Prats en su cargo, como hombre de
confianza,
pero lo mandó a asesinar, y constituyó una Junta de Gobierno, invitado
por
Merino y por Leigh, y todos sabemos lo que pasó después. Ninguno de estos
hechos
los podemos juzgar; tampoco es posible
reflexionar
sobre los mismos, porque estamos impedidos por una ley que nos dejó
Pinochet.
Después,
este mismo Pinochet –querida Diputada Pía Guzmán- no se fue porque
renunció,
sino porque perdió un plebiscito en el cual se impuso como candidato.
Tampoco
dejó la comandancia en jefe el 10 de marzo por estimar que había
cumplido
una etapa; la dejó porque la Constitución lo
mandaba.
Es decir, nunca tuvo un acto de renunciamiento, un acto voluntario ni
de
reencuentro. Este señor ha sido un actor fundamental en nuestro proceso de
transición.
De
eso, no cabe ninguna duda.
En
esta Sala se ha hablado del “ejercicio de enlace”, del “boinazo”, del
encarcelamiento
del asesino Contreras y de la ofensa a los alemanes. Incluso la
Derecha
nos ha dicho que fueron actos imprudentes, anormales, irregulares e
inconvenientes,
pero dentro del marco reglamentario. ¿Cuál es la realidad de todo
esto?
El Diputado señor Alberto Espina se pregunta: ¿dónde está la
responsabilidad
de las autoridades? Las autoridades que gobernaron el país no
quedaron
en silencio ante estos hechos. Primero, forzaron un cambio de actitud en
el
Ejército, por lo cual terminaron el “boinazo” y el “ejercicio de enlace”;
obligaron a
que
cumplieran con la ley, y por eso Contreras está
en
Punta Peuco; exigieron disculpas para los alemanes, y las relaciones con
Alemania
no se deterioraron. Por lo demás, así quedó claramente establecido en
las
versiones de las sesiones de la Comisión Acusadora. Entonces, si los hechos
se
resolvieron, fue por la acción del Gobierno, por Aylwin, por Frei, por Krauss,
por
Rojas,
por Pérez y por Correa, y no por Pinochet, sino pese a Pinochet, porque él
provocaba
los hechos y generaba las amenazas no sólo por temas institucionales.
¡Qué
vergüenza!
Me
avergüenza que los diputados de Derecha defiendan a Pinochet por los
“pinocheques”.
Si
lo defendieran por la obra de la cual participaron, muy bien; los comprendería.
El
“ejercicio de enlace” y el “boinazo” - lo señalaron Aylwin, Correa, Pérez,
Rojas y
Krauss-
fueron por los “pinocheques”. Por los intereses particulares de su hijo, se
hace
un
“ejercicio de enlace” y se acuartela al Ejército en grado uno. Así lo confirman
los
recortes
de prensa que ha mostrado la Diputada señora Pollarolo. Se realizan no
por
un
motivo
de interés nacional, no por el país ni por el Ejército, sino -cito al Diputado
señor
Ignacio
Walker que decía que no hubo violación explícita y formal de la legalidad,
los
resquicios
legales por los cuales, según él, dio el golpe de Estado- ¡por su hijo!,
¡por
los
robos de su hijo! Y eso es una vergüenza. Todos los que estamos en esta Sala
debiéramos
reconocerlo.
Pero
hay hechos mucho más graves que ésos. Aquí se podrá decir qué es una
palabra
para el honor de una Nación. Bien citó Ignacio Walker la intervención
del
subsecretario Mariano Fernández; pero bajo esa premisa, querido Diputado
Ignacio,
nunca nadie podría afectar la honra de Chile, porque la
honra
de esta Nación es muy grande y Pinochet es pequeño para ella. Pero sí se
ve
afectada, porque todos nosotros, y estoy seguro de que también Julio Dittborn,
Juan
Antonio Coloma, Baldo Prokurica, Carlos Ignacio Kuschel, cuando un general
de
Ejército o el comandante en jefe del Ejército dice, con sorna, como quedó
acreditado:
“Es que los enterrábamos de a dos por economía”.
El
señor MARTÍNEZ, don Gutenberg (Presidente).- Resta un minuto a su Señoría.
El
señor PALMA (don Andrés).- Cuando se habla de los derechos humanos
consagrados
en el artículo 5º de la Constitución, ¿qué son? Si decimos que
aquí
no ha pasado nada, que todos estos dichos son intrascendentes, estamos
afectando
el honor y la moral de nuestro país.
En
otro contexto, una vez cité en esta Sala al filósofo chileno Eduardo Devés.
Él
dijo hace un tiempo: “Y espero que una vez que el dictador ya no esté no nos
dediquemos
a ocultarlo, a decir que no existió, que aquí no ha pasado nada y que
todo
comienza de nuevo.
No,
lo primero -y yo me voy a comprometer a ello- es levantarle una estatua en un
lugar
importante, para que no se nos olvide ni nos dé por sepultarlo en el fondo de
nuestras
conciencias, como algo que pasó sin dejar huellas, como algo casual y
sin
importancia.
“Levantadle
una estatua colectiva a la que contribuyan diversos escultores,...
El
señor MARTÍNEZ, don Gutenberg
(Presidente).-
Señor diputado, se ha cumplido
su
tiempo.
El
señor PALMA (don Andrés).- ...de los
que
estuvieron contra él, de los que fueron
más
o menos indiferentes,...
-Hablan
varios señores diputados a la
vez.
El
señor MARTÍNEZ, don Gutenberg
(Presidente).-
Señor diputado, ha terminado
su
tiempo.
El
señor PALMA (don Andrés).- Termino, señor Presidente -los demás podrán
leer
este artículo-, con una sola frase: por esta sesión, mañana todos nosotros
seremos
más libres.
He
dicho.
-Aplausos
y manifestaciones en las tribunas.
El
señor ROCHA.-( Diputado del PRSD) Señor Presidente, como no quiero que
mi
abstención se sume al rechazo, con su venia, me retiro de la Sala.
El
señor MARTÍNEZ, don Gutenberg (Presidente).- Conforme.
-Hablan
varios señores diputados
El
señor MARTÍNEZ, don Gutenberg
(Presidente).-
En virtud de lo dispuesto en el artículo 160 del Reglamento, me
excuso
de
votar.
Terminada la votación.
-Manifestaciones
en las tribunas.
El
señor MARTÍNEZ, don Gutenberg
(Presidente).-
Ordeno desalojar las tribunas.
Resultado
de la votación.
-Efectuada
la votación en forma secreta, por el sistema de balotas, dio el siguiente
resultado:
por la afirmativa, 52 votos; por la negativa, 62 votos. Hubo 1 abstención.
El
señor MARTÍNEZ, don Gutenberg (Presidente).- De conformidad con el
resultado
de
la votación, queda rechazada la acusación.
Por
haberse cumplido con su objeto, se levanta la sesión.
-Se
levantó la sesión a las 21.50 horas.
Diario
El País, España, Domingo 12 abril 1998 - Nº 709
Ocupada
la sede de la Democracia Cristiana tras el juicio a Pinochet
MANUEL
DÉLANO, Santiago
La
coalición gobernante en Chile se enfrenta a una grave crisis a causa
de
la división interna de la Democracia Cristiana (DC), un tercio de cuyos
diputados
votó el jueves junto con la derecha para exculpar definitivamente
al
ex dictador Augusto Pinochet en el juicio político que le había abierto
la
Cámara de Diputados. Medio centenar de militantes de las juventudes
de
la DC mantienen tomada desde ese día la sede del partido en Santiago,
en
protesta por la actitud del presidente de la organización, Enrique
Krauss,
partidario de retirar la acusación constitucional contra Pinochet.
Los
ocupantes piden a Krauss que explique porqué se alineó con el
pinochetismo
y quieren renovar el partido.
La
Democracia Cristiana, el mayor partido de la coalición gobernante, que ya
se
dividió a raíz del golpe militar de 1973, se halla sumida en una agria disputa
interna.
Los partidarios de mantener la acusación contra el ex dictador critican
la
«traición» de sus correligionarios al hacer naufragar la iniciativa
parlamentaria.
Los
11 diputados democristianos que votaron con la derecha sostienen que sólo
respaldaron
al Gobierno, que siempre rechazó la iniciativa de acusar al general.
De
hecho, después de la sesión parlamentaria del jueves, el presidente Eduardo
Frei
les agradeció su votación.
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