“Y conoceréis la verdad y la verdad os hará libres”. Juan Claudio Reyes S.
La
sentencia contenida en el Evangelio de Juan, 8:32, pareciera flotar sobre la cabeza
de los Cardenales que se reunirán en Cónclave para elegir al nuevo Papa, luego
de la renuncia de Benedicto XVI.
Probablemente
también estuvo presente en la conciencia del Pontífice que se va. ¿Qué
verdad conoció Benedicto, de la que se quiso liberar?
Seguramente
nunca lo sabremos con exactitud, como tantas cosas en la historia de
la Iglesia Católica.
En
los tiempos actuales, afortunadamente secularizado, es muy difícil seguir escondiendo
aquello que afecta la convivencia colectiva y, desde esa perspectiva, el
abuso de poder, en sus diversas manifestaciones, es cada vez mas inaceptable.
Fiel
a su tradición, la Iglesia Católica pareciera indiferente al avance en dignidad que
recorre el mundo, que ya no está en condiciones de aceptar que, en aras de
siempre un mal entendido “bien superior”, siempre críptico y acomodado, se escondieran
las peores aberraciones, como ha develado la historia.
Acuden
hoy a Roma muchos hombres de buena fe, que debajo de las polleras conque
visten, abrigan un alma integra y generosa. Ello es así y debe ser reconocido.
Como
también que entre ellos, desgraciadamente muchos, desfilarán purpurados
que
son, derechamente, autores o cómplices de los peores atentados en contra
del
Jesús en el que predican creer. Y entre ellos, el Cardenal Errázuriz,
encubridor
evidente
de Karadima, el ícono del abuso sexual entre los sacerdotes de nuestro
país.
¿Qué
esperar entonces del Cónclave y el nuevo papa?
Desafortunadamente,
poco se puede esperar. La Iglesia Católica, como toda institución
humana que acumula mucho poder durante mucho tiempo, termina sirviendo
mucho mas a su propia mantención que al cumplimiento de los objetivos que
la vieron nacer.
Hoy
los debates entre los señores cardenales estará mucho mas orientado a la manera
de prevalecer que a la reflexión honesta acerca de como comunicar mejor la
palabra de Jesús y, con ello, devolver la fe a tantos millones que la pierden
cada día.
Para
quienes aún tenemos fe y no queremos perderla, el tema es aún mas complicado.
Rota la relación entre fe e iglesia, como refugio para conservar la primera,
no encontramos con facilidad alguna referencia que reemplace una institución
que alguna vez creímos que estaba guiada por el “espíritu santo” y, sin embargo,
sus acciones nos han demostrado que ello es imposible.
América
Latina concentra la mayor parte de los católicos del mundo y, si se suma Africa,
la proporción es altísima. Eso es una oportunidad que, como siempre, solo tiene
sentido si se aprovecha la oportunidad.
¿Estará
dispuesta la Iglesia Católica a ver el roro de la verdad, reconocerla, asumirla
y, tal vez, intentar liberarse de una historia que la condena?
Difícil,
muy difícil.
Santiago,
Febrero 28 de 2013
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