jueves, septiembre 13, 2012

Presupuesto 2013 y la herencia para el próximo gobierno. Guillermo Larraín


Falta poco para que el gobierno dé a conocer los detalles de su presupuesto para 2013, el último que le tocará ejecutar íntegramente. Como siempre ocurre en un período eleccionario, el ministro Larraín deberá enfrentar la tentación de algunos de inflar el gasto público para sacar de ello dividendos políticos.

A este gobierno le preocupan dos tipos de dividendos: los que saque la Alianza, en términos de maximizar la probabilidad de que uno de los suyos salga electo, y los que saque el propio Presidente en términos de su popularidad de fin de mandato. Es posible que el segundo tema sea más relevante que el primero.

El problema del gobierno es el siguiente: si bien la economía está creciendo, ello no es sostenible al nivel actual, salvo que se quiera correr altos riesgos cuyos costos probablemente no los pague él.

¿Por qué el crecimiento actual no es sostenible? Un proceso de crecimiento no es sostenible si conlleva riesgos de alguna naturaleza que permitan pensar que se detendrá o habrá que detenerlo.


Una posibilidad es inflación. Ello no parece ser el caso hoy. Las expectativas inflacionarias están ancladas en 3% y si aparecieran dudas en el plano inflacionario el Banco Central aplicará la dosis correspondiente de restricción monetaria. Los dos principales riesgos en el plano inflacionario son los provenientes del mercado del trabajo que cerca del pleno empleo puede generar inflación de costos y por el mercado de la energía por las razones ya conocidas. A pesar de estos dos riesgos, la principal amenaza a la sostenibilidad del crecimiento no es la inflación.

La principal amenaza hoy es el déficit en cuenta corriente; es decir, el principal riesgo es el exceso de gasto agregado. Cualquiera sea el crecimiento del gasto público, el presupuesto 2013 que se anuncie dentro de poco tiene impacto directo sobre esta vulnerabilidad. Mientras mayor el anuncio de gasto, más se incrementa dicha vulnerabilidad.

El déficit en la cuenta corriente hoy llega al 2,7% del PIB, cifra que es en sí misma razonable. El problema es la tendencia. Hacia junio de 2011 Chile tenía un superávit de US$1.360 millones. Un año después, el superávit desapareció y tenemos un déficit de US$6.838 millones. En un año, el exceso de gasto subió en US$8.197 millones.

Una parte importante de la explicación es que el precio del cobre ha caído desde US$4,2 por libra a US$3,6 por libra. Esta caída —aparentemente inocente— le agregó al déficit unos US6.800 millones en un año. El riesgo es que si el precio del cobre llegara a caer otro US0,6 por libra, el déficit subiría a US14.500 millones, equivalente a 5,8% del PIB, cifra que se encuentra por sobre el límite de lo tolerable. Y si volviéramos al nivel medio del precio del cobre de los últimos 10 años, US2,6 la libra, el déficit sería de US$19.000 millones o 7,5% del PIB, mucho más allá de lo sostenible. Este escenario no es descartable. Su probabilidad de ocurrencia depende en parte importante del próximo anuncio del Presupuesto.

Lo que finalmente decida hacer el gobierno con el gasto público para 2013 podrá ser leído desde los límites de la prudencia: cualquier incremento de gastos por sobre ingresos estructurales será una imprudencia.

La razón es la ya señalada: su efecto sobre el déficit en cuenta corriente.

Mientras más crezca el gasto público sobre los ingresos fiscales estructurales —es decir, sin considerar el pago de impuestos de la operación Codelco/Anglo—, más riesgosa se torna la situación para el próximo gobierno. Esto es importante: la operación Codelco/Anglo es por una sola vez. En estos términos, debe ser ahorrada íntegramente.

Más aún, dado que el gobierno ha comprometido varios gastos permanentes sin haber previsto los correspondientes ingresos, el margen de acción del futuro gobierno es doblemente reducido. Así, en una perspectiva de sostenibilidad fiscal, el gobierno debiera implementar una política fiscal que no contribuya a la fiesta de exceso de gasto agregado, para volver a números compatibles con la regla fiscal y para darle al próximo gobierno, al menos, un margen de gasto no comprometido por esta administración.

Respecto de los ingresos estructurales, la cifra del PIB tendencial que sacó el Comité Consultivo es optimista y no se explica la razón. ¿Por qué se supone que la productividad se triplica entre 2012 y 2013? Es un supuesto útil para justificar un alto crecimiento del gasto público, pero su explicación fundamental queda por ser dada.

Pareciera entonces que no habrá la austeridad necesaria. La trayectoria del Presidente de la República no es precisamente el de una persona aversa al riesgo. Si le importa cómo quedará frente a la historia al final de su mandato, la siguiente es una apuesta que puede considerar razonable: anunciar un gasto expansivo en la esperanza de que nada terriblemente grave pase con el precio del cobre en los 6 trimestres que vienen o que, si pasa, su efecto retardado llegue después de las elecciones o directamente afecte al nuevo gobierno.

El Presidente ha tomado en repetidas ocasiones en su vida empresarial importantes apuestas. No es claro por qué no lo haría ahora. ¿Quién recordará que no se cumplió la regla fiscal? ¿Quién recordará que dejó a su sucesor una estrechez fiscal que él no recibió? ¿Quién asociará el hecho de que ante una importante rigidez en la estructura del gasto público, la única forma que tendrá el próximo gobierno de llevar a cabo un programa propio significativo será mediante una reforma tributaria igualmente importante?