El honor del abogado Luis Toro.Roberto Avila
Chile
vivió días terribles, entonces unos pocos hombres cargaron sobre sus hombres
con la dignidad de muchos, el abogado Luis Toro fue uno de ellos.
Lo
conocí en la escuela de derecho de la universidad de Chile el año 1977, rector
designado, decano designado, presidente del centro de alumno designado. El
profesor dictaba y nosotros repetíamos, de extensión o investigación ni
noticias. De algunos compañeros tampoco, literal. Entre los “profesores” el
jefe de la banda “Patria y Libertad” y ministros de la dictadura. Todo era
gris.
Un
día llegaron unos periodistas suecos y en su español champurreado preguntaron
en el casino sobre el estado del “movimiento estudiantil” chileno, que
pensábamos. Fue ponerle el fosforo al pasto seco. Varios pidieron la palabra me
acuerdo de Vodanovic, Carlos Margotta y entre ellos Luis Toro quien se subió a
uno de los asientos de piedra que había en el patio y haciendo un gesto tan
suyo extendió su mano haciendo con sus dedos un círculo y mirando hacia abajo,
expuso pausadamente las virtudes de la democracia para el país y en la
universidad y su ausencia. Algunas muchachas, descendientes de europeos
llegados a Chile con una mano atrás y la otra donde se sabe, enfurecidas, lo acusaron de inmediato y a
gritos de “comunista”, uf eso era como decir “narcotraficante” hoy en las
puertas de la PDI o el Ministerio Público, peor creo.
Le
di la mano en señal de adhesión la cual agradeció pausadamente y con una
tranquilidad que no era la mía.
Luego
vinieron las primeras movilizaciones, una, inolvidable encabezada por el
nicaragüense Hernaldo Zuñiga que luego sería un cantante destacado, en
solidaridad con su pueblo. Allí les cayó la represión a Gabriel Ascensio,
Guillermo Pickering (porque estaría con nosotros?), del tercero no me acuerdo.
Sólo sé que la mamá de Jorge Burgos (hoy diputado) parece había prestado el
genero para el lienzo. Los comunistas llegaron todos y como tabla, que
disciplinados y valientes. Los socialistas éramos como cuatro o cinco pero no
nos hablamos entre si. Uno que debió huir de la Escuela el 73 Juan Soto Rojas “Coné”, sería un par de años
después quemado vivo por la CNI.
Una
vez ya recibido como abogado fui a la
Vicaría de la Solidaridad a preguntar por un amigo y compañero preso en
Pudahuel. Allí estaba Lucho Toro con la tranquilidad de siempre. Jugaba con una
plasticina y cuando nombraba al general Pinochet le daba a esta una forma que a
todos nos hacía reír.
Empecé
a colaborar con esa institución que tantos dolores mitigó y tantas vidas le
arrancó, a tirones a la muerte.
Un
día fuimos a almorzar y Toro no jugaba con la plasticina no conversaba ni hacía
bromas. Probé incluso hablando mal de Colo Colo, nada. Hasta que cuando lo
encaminaba a la Vicaría, dijo en voz alta como resolviendo un acertijo. “ahí
están. Ya negro partiste para la Comisaría Rooselvet de Carabineros, anda y di
que nos consta que están allí Joel Huaquimil Catril y Aguirre Ballesteros,
insiste en verlos dile que estamos seguros, que los vimos”. Partí insistí
cuatro veces, luego de cada rechazo iba a un teléfono público y le informaba.
Me volvía decir “ya negro sin desanimarse están ahí”. Luego de casi dos horas,
me hicieron pasar desde la sala de guardia al interior de la Comisaría donde
había un mayor o coronel de apellidó Torré (años después supe era connotado
violador a los DDHH) este con un cinismo de antología negó las detenciones y me
representó paternalmente, para ayudarme según dijo, que yo estaba siendo
utilizado, joven como era, por el marxismo internacional.
Días
después soltaron a Huaquimil Catril, muy torturado, pero vivo, Aguirre
Ballesteros, apareció decapitado y sin manos en el río Mapocho. El olfato de
Lucho había logrado arrancar una vida, por lo menos de las fauces de la bestia.
Siempre negaron las detenciones, pero “estaban ahí”
Estas
cosas no serían olvidadas por el crimen. En venganza por el atentado a Pinochet
mataron cuatro chilenos en una sola noche el quinto era Luis Toro. Se salvo del
secuestro desde su casa por milagro. Iban sin duda a matarlo.
Pasaron
los años, el estuvo en los gobiernos de Aylwin y Frei, una vez me lo
encontré en la Cancillería, una gran
alegría.
Un
día me enteré que estaba preso bajo
acusación de apropiarse de dineros ajenos. No me cuadraba en lo absoluto con lo
que había sido su vida. Además abogado inteligente y exitoso como es no
necesita de esas cosas. La acusación injuriosa salió incluso en el diario “La
Nación” de gobierno en ese entonces. Fui a verlo y me dijo con la misma
tranquilidad de siempre “No te preocupes negro. Soy inocente y la verdad
siempre aparece. Así es, no hay que preocuparse.”.
Un
par de años después nos volvimos a encontrar. Tomando un café y buscando otra
cosa sacó de su maletín, la sentencia que restablecía la verdad, era inocente
como me lo había dicho con tanta serenidad. Eso no apareció en ningún diario
quizás porque el mismo nunca lo contó. El proceso que lo llevó al calvario,
tiene acusaciones construidas con documentos falsos. Para mi hay una clara
acusación manipuladora para conseguir lo que la banda de la CNI no pudo en esa
noche de crímenes.
Escribo
estas palabras en su honor sabiendo lo que me dirá “Negro, no te preocupes al
final la verdad siempre aparece”.
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