viernes, mayo 25, 2012

Comparto con ustedes el discurso leído con ocasión del homenaje a don Patricio Aylwin. Homenaje a don Patricio Aylwin (ODCA, Santiago de Chile, 25 de Mayo de 2012)

Hay muchas formas de homenajear a don Patricio Aylwin. Habría que hablar, a decir verdad, de toda su vida, de su familia, de su trayectoria ejemplar, de su consecuencia política, del demócrata y el hombre de derecho, de su amor por Chile (y por la señora Leonor, compañera de toda una vida), de su búsqueda constante y afanosa del bien común, también de sus luchas y desánimos, de sus aciertos y errores, como lo relata él mismo, con singular elocuencia, en su libro "El Reencuentro de los Demócratas (Del Golpe al Triunfo del NO)", escrito en 1998: un recorrido y una síntesis de la hora más trágica y la hora más esperanzadora de la historia contemporánea de Chile que lo tuvo a él como actor protagónico. Habría que referirse también a su familia y al entronque de la misma con lo mejor de nuestra tradición republicana. Bástenos con señalar que la familia Aylwin debe ser la única en la historia de Chile en haber servido desde las más altas esferas del estado, en sus cuatro puntos cardinales: don Miguel, Presidente de la Corte Suprema, don Patricio, Presidente del Senado y Presidente de la República, y don Arturo, Contralor General de la República. Una familia marcada desde muy temprano por una clara vocación de servicio público, a la que queremos sumar en este homenaje.
 

 Habría que hablar también y de manera muy fundamental, del gran camarada que ha sido y que es don Patricio Aylwin; una luz que brilla en el firmamento para todos los demócrata cristianos. Un ejemplo para todos los militantes y simpatizantes y para quiénes tenemos responsabilidades en la conducción política. Presidente de la Falange Nacional y varias veces Presidente del PDC, ha sido un ejemplo de militante y dirigente. En un sentido más amplio, un líder y un estadista a cabalidad. Hoy quiero hablar de don Patricio como político, del oficio político, del arte de la política y de una cierta concepción de la política que ha estado presente a lo largo de toda su vida y que es a la vez una lección de política para todos nosotros, los que tenemos responsabilidades en la conducción política y en las tareas de estado. Me refiero al servicio de un ideal a partir de algo que muchas veces se hecha de menos en política, como es el sentido común y el realismo político, dos cualidades que siempre han de acompañar a un político. Esto tiene mucho que ver con lo que se ha dado en llamar la "Política de lo Posible", una cualidad innegable de don Patricio y una de las claves, no solo del buen éxito de la transición, sino de episodios muy decisivos y críticos de la marcha de nuestro partido y de nuestro país, a los que me referiré para ilustrar este rasgo de la trayectoria política de nuestro homenajeado que no dudo en llamar una lección de política para todos nosotros. Esa concepción de la política está al servicio de un ideal, que en el caso de don Patricio Aylwin son la Justicia y la Democracia, que es el nombre que él mismo le diera a la Corporación que contribuyera a formar; Justicia y la Democracia que constituyen la expresión concreta del bien común bajo lo que también se conoce como la "doctrina Aylwin", referida a la Política de lo Posible y la Justicia de lo Posible. En esa perspectiva, con ese norte y al servicio de ese ideal, tal vez el sello propio de don Patricio haya sido acometer esa tarea a partir de un sentido común y de un realismo político que han sido la excepción más que la regla en una región como América Latina caracterizada por el realismo mágico y el surrealismo, no solo en la literatura y el arte, sino también en la política. La ausencia de una concepción que considera los límites de las cosas ha conducido, en la historia y la realidad política de nuestra región, a devaneos, excesos y desenlaces trágicos. Mucho se ha dicho acerca de la Política de lo Posible en términos del primer gobierno de la transición a la democracia, encabezado por don Patricio Aylwin, concepto ampliamente vinculado con su propia figura política y con las características de la transición. Para un cruzado del derecho y la justicia, el imperio de la razón y la reflexión acerca de los límites de las cosas, constituye más que una concesión o una actitud de resignación. Trasunta una verdadera concepción de la política que nos inspira y nos muestra cómo, una política desprovista de límites, termina comprometiendo la viabilidad misma de la democracia -tal vez haya formas más heroicas de entender la política, tal vez las haya más utópicas o revolucionarias, pero escasamente las hay más democráticas, y es eso lo que estamos homenajeando esta mañana: al gran demócrata que es don Patricio Aylwin. Deseo referirme a dos hechos o episodios -ambos cruciales- de nuestra vida reciente como partido y como país que expresaron, virtuosamente, esa concepción de la política. 

 El primero de ellos es la opción de Patricio Aylwin, como líder y Presidente del PDC, tras el golpe militar, de contribuir a "salvar el cuerpo y el alma del partido", como él mismo lo relata en el libro ya señalado, en la perspectiva de la recuperación de la democracia. Visto en retrospectiva, fue un acto de realismo político y de lucidez, en medio de la tragedia que se vivía y de las propias discusiones internas en el partido: "fue configurándose entre nosotros la convicción de que el fin u objetivo fundamental de nuestra acción debía ser recuperar la democracia y que para poder cumplir esa tarea necesitábamos salvar el cuerpo y el alma del partido". "Éramos, sin duda, una pequeña minoría, mirada con recelo por el régimen, con la voz silenciada y las manos atadas por el receso político, el estado de sitio, la censura a las informaciones y la vigilancia manifiesta de que se nos hacía objeto", nos relata don Patricio. Dicha posición no era de acomodo, sino de lucha: "Sería una lucha, como procurando alentarme me dijo algún tiempo después el Abate Pierre cuando me visitó en mi casa, "comme l´armée de Gedeon", ese ejército de Gedeón que, cumpliendo un mandato de Jehová, derrotó a los medianitas con un ejército de solo trescientos hombres". A decir verdad, era algo así como re-encontrarse con nuestras propias raíces, como "Volver a Galilea", en términos de esa minoría profética que fue la Falange Nacional, ese puñado de hombres que se abrió camino durante casi dos décadas, en una verdadera travesía por el desierto. Desde esa posición de lucha, procurando salvar el alma y el cuerpo de la DC en tiempos de la dictadura, se fueron cimentando los pasos que siguieron, bajo el lema de "Una Patria Para Todos", como quedó consagrado en ese lúcido documento redactado por don Jaime Castillo Velasco, en Octubre de 1977, y que hiciera suyo la conducción del partido, junto a iniciativas como la creación del Grupo de los 24, bajo el claro liderazgo de don Patricio Aylwin, un 21 de Julio de 1978. Salvar el alma y el cuerpo del partido fue ciertamente una decisión acertada, llena de sentido común y de realismo político, en la perspectiva del anhelado camino de re-encuentro y reconciliación entre los chilenos. El segundo y a la postre muy gravitante ejemplo de esta Política de lo Posible, basada en esta importante dosis de realismo político, fue su decisiva intervención en un seminario organizado por el ICHEH, en Julio de 1984, en medio de la feroz crisis económica, social y política por la que atravesaba el país, y de los debates y tensiones que se dieron al interior de nuestro propio partido. Era el Chile de las protestas y de la movilización social, del Manifiesto Democrático y de la Alianza Democrática, de la resurrección de la sociedad civil. Ya en enero de ese año de 1984, en un acto del Grupo de los 24 en el Teatro Cariola, don Patricio había dicho: "Acatamos la vigencia de esta Constitución como un hecho que forma parte de la realidad". 

 El debate en la oposición estaba al rojo vivo, en torno a la tríada de renuncia de Pinochet, gobierno provisional y asamblea constituyente -según algunos, una trilogía más propia de una situación revolucionaria que de una transición a la democracia. Todas las posturas muy legítimas, por cierto, en torno a la vieja cuestión de los métodos de lucha, de las estrategias y alianzas, políticas y sociales, en medio de apasionados debates al interior de nuestro partido y que fueron abriendo el camino hacia la recuperación de la democracia y la libertad. Fue así como en Julio de 1984, en el seminario del ICHEH, don Patricio expuso su visión, en términos "estrictamente personales", acerca de la mejor forma y la más eficiente y conducente para alcanzar la recuperación de la democracia, en su condición "de político, de hombre de derecho y, sobre todo, de chileno vitalmente acongojado por la suerte de nuestra Patria". En esas condiciones llamó a construir una "salida jurídico-política", en la perspectiva del reencuentro y la reconciliación entre los chilenos, una "salida pacífica, conseguida por los caminos de la razón y del derecho. Vale decir, política y jurídica". Lo anterior implicaba dejar de lado el tema de la "legitimidad" del régimen y de la Constitución de 1980 -él mismo proclamaba su clara postura en relación a la "ilegitimidad" de ambos-, llamando a reconocer que la Constitución "es un hecho que forma parte de la realidad", en la perspectiva del cambio político-institucional que el país reclamaba. Recordaba de paso que, en el caso de España, fueron las Cortes, constituidas por Franco, las que, en un acto de cordura y patriotismo, aprobaron la "ley de reforma política", a través de lo que se llamó la "ruptura pactada", que hizo posible "una transición pacífica y sin quebrantos del autoritarismo franquista a la Democracia". Qué duda cabe que, cuando se escriba la historia de la década de los 80, se hablará de la movilización social, política y electoral que nos condujo, a la postre, al triunfo de Octubre de 1988, y que, junto a don Patricio Aylwin destacarán figuras como las de don Jaime Castillo Velasco, don Gabriel Valdés y Andrés Zaldívar, entre tantos otros, dentro y fuera de nuestro partido, en la fase de ascenso de la democracia cristiana y del conjunto de las fuerzas democráticas. 

 Luego vinieron el Acuerdo Nacional, en Agosto de 1985, suscrito entre otros por don Patricio Aylwin y don Gabriel Valdés, y la Asamblea de la Civilidad, formada el 25 de Marzo de 1986, hasta culminar en el triunfo del NO en Octubre de 1988 y el gobierno de la transición bajo el liderazgo indiscutido de don Patricio Aylwin. Lo que esa Política de lo Posible también insinuaba, en el marco de las luchas del pueblo chileno por la libertad, la democracia y la justicia, era que desde una cierta posición de realismo político, haciéndose cargo del sentido común ciudadano, es posible también avanzar en la ampliación de los límites de lo posible. El propio don Patricio reconocería, años después, que cuando habló de la "Justicia de lo Posible" no pensó lo lejos que llegaría nuestro país en establecer la verdad y la justicia en los casos de graves violaciones a los derechos humanos, especialmente cuando se le compara con otras transiciones a la democracia. La Política de lo Posible y la Justicia de lo Posible, y el legado de don Patricio Aylwin, no hacen imposible, ni nos alejan, del ideal y del sueño que le dan sentido a nuestras vidas; lo que hacen es aportar sobre la vieja cuestión del método, construyendo un camino seguro para alcanzar dicho objetivo. Una dosis de realismo hace que la política, el arte de la política, el oficio político y del político, transcurran sobre la base de la razón y el derecho, sin rupturas traumáticas. Es la ética de la responsabilidad en su máxima expresión, que cobra su plena vigencia cuando está al servicio de un ideal. Son muchos los legados de don Patricio Aylwin, que justifican este homenaje que le rinde la IDC, la ODCA y nuestro Partido Demócrata Cristiano. 

 Me he referido a uno de ellos, no solo porque tiene el sello del político a cabalidad que ha sido don Patricio Aylwin, sino porque en nuestro propio camino, no debemos perder nunca de vista el sentido de la realidad como uno de los componentes de esa actividad "noble y difícil" que es la política. Es nuestro deber revitalizar el cuerpo y el alma de nuestro Partido Demócrata Cristiano, en una perspectiva de futuro; es nuestro deber proponer e impulsar caminos que aseguren el tránsito pacífico a un estadio superior que permita que la Justicia y la Democracia, las dos coordenadas que dan sentido a las luchas de nuestro homenajeado, se hagan carne en nuestras estructuras políticas, sociales y económicas, sobre la base del derecho y la razón, dos coordenadas que están en el ADN de don Patricio Aylwin. Gracias, don Patricio, por ser quién es, por su familia y por nuestra familia política que es la Democracia Cristiana, por su entrega y sus luchas, y por mostrarnos a través de su vida y como una constante invariable en su trayectoria política, lo que es ser un buen político y lo que es la buena política, en el servicio al bien común, bajo la égida de la Justicia y la Democracia. Ignacio Walker Presidente del PDC Santiago, 25 de Mayo de 2012