Las reformas políticas cada vez más se parecen al “cuento del tío”. Rafael Gumucio R.
A mi modo de ver, una revolución esencial es el cambio del sistema político; no sólo en Chile, sino también en España y en muchos otros países, los bipolios centro-derecha y centro- izquierda, socialdemocracias y partidos conservadores, dan muestras de agotamiento. No en vano uno de los puntos centrales del M-15 dice relación con la reforma de la Ley Electoral: los ciudadanos se sienten lejanos de la política y de los políticos; cada día más la democracia representativa de partidos obsoletos ya no interesa a los ciudadanos que, en cada encuesta, condena a los parlamentarios y al presidente de partido a ocupar el último lugar en sus preferencias con respecto a las demás instituciones del Estado. No es raro que, para la mayoría de los ciudadanos, el diputado o el presidente de cada partido sea un sinónimo de sinvergüenza o, en el mejor de los casos, solo una persona que se preocupa de su enriquecimiento personal.
Desde hace bastante tiempo, los presidentes de la república están proponiendo la inscripción automática y el voto voluntario y el sufragio de los chilenos en el exterior: Creo que sería ingenuo pedir a quienes se benefician de un universo electoral pequeño, domesticado y sin muchas opciones de escoger que tengan tal generosidad para permitir que el universo electoral aumente de 7 millones a 12 millones, es decir, de cinco millones de nuevos electores, cuyas preferencias políticas son desconocidas por los jefes de mafias burocráticas o por parlamentarios que completarían en sus cargos más de 24 años – no sabrían cómo sobrevivir, en el más amplio sentido de la palabra, una vez despojados de este cálido útero materno.
En sendos gobiernos de la transición a la democracia apenas se ha logrado una reforma constitucional que incluye la inscripción automática y el voto voluntario. Con diversos pretextos los parlamentarios de los partidos del bipolio han logrado retardar la ley electoral necesaria para la aplicación de la inscripción automática y el voto voluntario y el sufragio de los chilenos en el exterior. En un primer momento, un sector de la Concertación planteó un debate absurdo e inaplicable en favor del voto obligatorio, sabiendo muy bien que la reforma constitucional consagraba el voto voluntario; sin ser mal pensado, se trataba de enfrascarse en un debate filosófico sobre el sentido de la democracia que, en este caso, sólo podría postergar la aprobación de la ley.
La derecha, por su parte, ha planteado la idea absurda de exigir a los chilenos que viven en extranjero condiciones leoninas para poder sufragar, como es el caso del arraigo, que exige viajar a Chile por un tiempo determinado y con cierta frecuencia - muchos de los ciudadanos de países vecinos radicados en Chile votan sin dificultad, en sus Consulados o Liceos públicos; el caso de Perú representa un ejemplo aleccionador -.
Su excelencia el presidente de la república, al igual que en el primer mensaje – hace exactamente un año – volvió a prometer el envío de un proyecto de ley de votaciones populares y escrutinios que incluya la inscripción automática, el voto voluntario y el sufragio de los chilenos en el extranjero. Cualquiera persona versada en el engranaje parlamentario sabe muy bien que bastaría que el presidente de la república la calificara como discusión inmediata o suma urgencia para que suponiendo, la voluntad mayoritaria de los
parlamentarios, esta ley fuera promulgada y publicada en el Diario Oficial y pudiera ser aplicada en las elecciones municipales.
En resumen, está claro que las reformas políticas cambiarían radicalmente la correlación de fuerzas electoral: una avalancha juvenil podría poner en cuestión un sistema social y político conservador y obsoleto.
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