CAPACIDAD DE ASOMBRO. Andres Rojo.
El gran mérito de la serie desarrollada por TVN “Los archivos secretos del Cardenal” sobre la labor de la Vicaría de la Solidaridad durante la dictadura va más allá de la ajustada puesta en escena, de la calidad de las interpretaciones y del guión o del dramatismo del tema. Se trata de que ha servido como excusa para que, como sociedad, volvamos a mirar el asunto de los derechos humanos, pero esta vez con rostros e historias , de manera que no sean una simple cifra ni una discusión política.
Quienes vivimos ese período de la historia nacional podremos recordar que, a pesar del horror de muchos de los casos de violaciones a los derechos humanos, la reacción ciudadana estaba lejos de alcanzar la masividad e intensidad que se observa ahora a partir de situaciones como las centrales hidroeléctricas en la Patagonia o el movimiento estudiantil. En realidad no había casi reacción y es por eso que en aquellos años la conclusión era una sola: El país había perdido la capacidad de asombro.
Hasta después del retorno a la democracia, hasta después incluso del Informe Rettig que estableció fidedignamente la muerte de 2.279 personas, tanto por atropellos a los derechos humanos como por violencia política, hubo personas que pensaban que no podía ser tanto, que todo era un invento de los “malvados” marxistas, como lo decía la prensa de la época, que llegaba a asegurar que las víctimas eran suicidas o que se daba por muertos a gente que estaba viviendo cómodamente en el extranjero.
Sólo recién cuando se supo que Pinochet y su familia mantenía cuentas en el extranjero hubo alguna reacción, porque una cosa es matar pero robar eso sí que no se perdona, como corresponde en un país en el que robar una gallina por hambre está penalizado como si se tratara de un robo a gran escala, y más cuando se ha jurado y vuelto a jurar que su vocación de servicio público le ha significado un empobrecimiento de su patrimonio personal.
Así funciona la capacidad de asombro. Se está dispuesto a creer a unos y no a otros; se tiene la disposición de creer más a las declaraciones que a los hechos; y cuando los hechos son demasiado evidentes simplemente se niega su existencia.
Pero “Los archivos del Cardenal” ha irrumpido en el escenario sin que nadie estuviera con sus defensas preparadas y eso ha significado un golpe directo a la consciencia de la gente. Pensando en que se trata de una serie televisiva más, el público ha comprendido de pronto que sí era cierto todo lo que se dijo durante años. Y aún más, las audiencias jóvenes que nunca supieron de la vastedad de la censura en los años de la dictadura y que no han conocido la historia por sus mayores se la encuentran ahora en la pantalla, con toda su capacidad de asombro intacta, sin prejuicios, listas para impresionarse.
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