Bicentenario el mismo marasmo que el Centenario. Rafael Gumucio R.
Don Pedro Montt llenó el país de ferrocarriles En ambos Centenarios los senadores y diputados eran vitalicios y se elegían con el mismo sistema electoral binominal; los escándalos eran más o menos similares: en 1910, la repartija de tierras magallánicas, de la Araucana y, sobre todo, de oficinas salitreras; en ambos períodos los ricos estaban felices: a Chile le iba fenomenal, el precio del salitre estaba por las nubes, como hoy el del cobre, se construían palacios en la Calle 18 y República, como hoy en la Dehesa; también había grandes multitiendas, como Gath y Chaves, como hoy, el Alto Las Condes; todo era igual al Chile del siglo XX, con la salvedad de que hoy no hay pestes que aniquilen la población, no existe un 75% de analfabetos, votan las mujeres y los mayores de 18 años, el ingreso per cápita es mucho mayor; por cierto que la historia avanza y con ella el progreso.
En ambos Centenarios, proporcionalmente la diferencia entre ricos y pobres era y continúa siendo inmensa, inmoral e inaceptable. Un día, el 3 de septiembre de 1910, el apóstol del pueblo, don Luis Emilio Recabarren dictó una conferencia, en la ciudad de Rengo, llamada Ricos y Pobres en cien años de vida republicana; decía don Luis Emilio que los pobres no tenían nada que celebrar en tan magna fecha, siempre habían sido carnes de cañón en la guerra de la Independencia, en la guerra contra la Confederación Perú-boliviana y en la expoliadora guerra del Pacífico; El único destino del pobre es la cárcel, escuela del delito y de la desesperanza; él mismo las conocía muy bien en su vida de luchador obrero; la justicia era una broma: siempre a favor del rico; el “roto” y la “china” podían ser peón, maestro chasquilla u obrero del salitre y su destino era morir asado en los ardientes cachuchos; “ las chinas, lavanderas, cocineras o remeras. La vida del pobre transcurría, cuando lograba sobrevivir, estaba destinada a una existencia miserable.
A diferencia del Centenario, no son los intelectuales, como Recabaren, Venegas, Palacios, Edwards Bello, Tancredo Pinochet..., quienes denuncian la existencia del Chile de los ricos y de los pobres, ahora, milagrosamente, son los políticos de las dos derechas quienes lo hacen. No sé cómo, a lo mejor por el miedo a perder el favor de los ciudadanos, políticos millonarios se han puesto a leer documentos como los del PNUD (Programa para el desarrollo humano de Naciones Unidas) que, desde el 2000, viene mostrando un Chile muy distinto del triunfalismo de la casta política reinante. El 75% de los chilenos se siete derrotado en la lucha por la vida, sólo el 47% se identifica con la democracia, al 30% no le interesa para nada, incluso, un porcentaje importante prefiere los gobiernos autoritarios. En el año 2000, el 13% se declaraba indeciso con respecto al voto, el 12% no votaba y los chilenos apreciaban menos la democracia que los argentino la encuesta del 2004, del mismo PNUD, demuestra que el desencanto es estructural; los geniales políticos descubrieron algo que para el común de los mortales es evidente: un alto porcentaje de los empleados públicos y privados no tiene contrato de trabajo, sólo expiden boletas de servicio, por consiguiente, no cotizan ni en la AFP, ni en FONASA; si llegan a jubilar no tendrán más $180.000 mensuales, con mucha suerte. Se sabe de algunos que sólo reciben $28.000 mensuales y, otros, sencillamente no tienen jubilación. ( Gracias a Michelle hay una pensión básica solidaria) Es raro encontrar el afortunado que nunca ha estado cesante, al menos, puedo asegurar que la mayoría cayó en este marasmo durante la crisis de 1998. Sólo Narciso, vendedor de ilusiones, puede creer que la jubilación viene de júbilo, cuando es un hoyo negro más asqueroso que un inodoro
La casta política había convertido a los mapuches en una especie de consumidores, con cartas de crédito incluidas, no eran un pueblo originario, eran atrasados mentales, muy primitivos - como lo dice Encina - , sus tierras habían sido cedidas voluntariamente, o era producto de un intangible tratado, firmado a fines del siglo XIX, en la famosa pacificación de la Araucanía;
Es cierto que los conventillos prácticamente han desaparecido, pero hoy existen las casas Serviu, de 40 metros cuadrados, en las cuales viven abuelito, abuelita, convivientes, hijos empobrecidos y una caterva de mocosos; también es cierto que muchos no pueden pagar sus cuotas, pues es difícil exigirle ahorro a personas que ganan menos de $100.00.
Las encuestas del PNUD demuestran que en el rico Chile neoliberal nadie tiene amigos: cualquier prójimo es un rival que va a atentar contra sus derechos, si no es un delincuente que lo va a asaltar, por eso, un alto porcentaje declara tener conocidos, y su único refugio es la familia. Los chilenos se han convertido en unos monjes epicureanos, que se aíslan en el jardín como signo de desprecio a toda sociabilidad. Lo único que interesa es pasearse los domingos por el mall, mirando escaparates que muestran cosas que no pueden comprar, o llenar un carro del supermercado para dejarlo abandonado antes de llegar a la caja, con el único objetivo de demostrarse exitoso ante sus conocidos.
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