miércoles, junio 16, 2010

¿Podemos crecer al 6%?. Jorge Marshall

La agenda del Gobierno apunta básicamente a los determinantes próximos del crecimiento y elude las causas de fondo.
El Presidente Piñera fijó acertadamente la meta de crecer al 6% anual para alcanzar el desarrollo en 8 años. Éste es el mejor camino para aumentar el ingreso de las personas en el largo plazo, dar bienestar a la sociedad y dejar un mejor país a las futuras generaciones.
La gran oportunidad que tenemos es que los países de ingreso medio -como Chile- tienen un enorme potencial para reducir la brecha con los países desarrollados, pero es indudable que no es una tarea fácil y que está lleno de países que han fracasado en el intento de dar el salto final al desarrollo. Como aún desconocemos muchos aspectos de la máquina que produce el crecimiento, conviene moverse con cuidado a la hora de las recomendaciones. En la ejecución de la estrategia llama la atención la certeza con que las nuevas autoridades económicas presentan sus diagnósticos y sus recomendaciones, mientras que economistas de talla mundial -que llevan décadas estudiando el crecimiento- consideran que este proceso tiene mucho de "misterio" y que ellos mismos saben poco de cómo acelerarlo.
Francesco Caselli, profesor del London School of Economics, señala que dos tercios de las causas del crecimiento son aún desconocidas, por lo que hace falta una dosis de escepticismo en las recetas oficiales.
También inquieta que las políticas del Gobierno evadan los determinantes más fundamentales del crecimiento. Por ejemplo, al poner el acento en el capital humano se apunta a síntomas que no se pueden resolver sin entrar a sus causas más profundas. Los bajos logros en educación se deben a la poca efectividad histórica de los gobiernos, hecho que tiene consecuencias negativas en muchos otros ámbitos -no sólo en la educación- y que no se resuelve bajando los impuestos. Del mismo modo, priorizar el emprendimiento oculta que el tamaño demasiado pequeño de las empresas en Chile afecta la productividad, y que las razones profundas para que éstas permanezcan pequeñas no están en los altos impuestos o en los trámites, sino que en fenómenos como la baja confianza que acompaña a las transacciones económicas o en la dificultad para hacer cumplir los contratos (formales o de palabra), todo lo cual es indispensable para los negocios.
La agenda del Gobierno apunta, básicamente, a los determinantes próximos del crecimiento (trámites, impuestos, ley de quiebras o ventanilla única) y elude las causas de fondo. La objeción no está en lo que estas iniciativas dicen, sino que en lo que ocultan, porque desde hace tiempo los estudios empíricos han llegado a la conclusión de que los factores fundamentales del crecimiento son sistémicos: los incentivos que rodean las decisiones individuales dependen tanto de lo que ocurre en los mercados como de lo que sucede fuera de ellos, incluyendo la existencia de una gobernabilidad que sea estable y respetada por todos, lo que a su vez depende de que la sociedad funcione observando el interés social. También influyen las normas que resguardan los contratos, la calidad de las interacciones personales y su apego a reglas conocidas y aceptadas, como la meritocracia. Todo ello refuerza los mercados y permite generar relaciones de colaboración (confianza) entre las personas, empresas y Estado. Además, cuando es indispensable avanzar en alguno de estos factores, es clave la dispersión del poder en la sociedad para evitar que grupos de interés bloqueen las reformas institucionales.
Estos factores le dan soporte y vida al funcionamiento del mercado y permiten que la competencia genere sus máximos beneficios. Así lo reconoció Keneth Arrow, Premio Nobel de Economía, al señalar que "prácticamente toda transacción económica tiene dentro de sí un elemento de confianza", sin el cual la efectividad del mercado queda seriamente limitada. Cuando existen insuficiencias en estos soportes -como ocurre en Chile- se generan masivas distorsiones en la asignación de recursos, que no son captadas en los estudios agregados. Estas numerosas distorsiones en el sistema de incentivos no son el resultado de una causa única, sino la acumulación de muchas causas pequeñas, en que cada una por sí sola puede parecer insignificante, pero que acumuladas terminan provocando una merma en la productividad total de la economía.
Para afianzar los soportes en que se apoyan los mercados no hay recetas únicas: Alemania, Japón, Corea y ahora China han seguido caminos muy diferentes y la probabilidad de que los modelos de unos hubiesen servido a otros es bastante cercana a cero. Por esta razón, para crecer al 6% se requieren instituciones que le den sustento a la economía de mercado y que respondan a nuestra realidad de bajo capital social, débil confianza y evidentes flaquezas en el Estado. En este contexto, es preocupante la insuficiente atención que la agenda del Gobierno les está dando a estos factores. Por ejemplo, los mapas del Ministerio de Educación están pintando de rojo escuelas que han progresado notablemente en el Simce, pero que por su condición socioeconómica están bajo el promedio nacional. Éste es el camino de la estigmatización y de la segregación, que es contrario a nuestros valores y que cuando se ha aplicado en otros ámbitos ha dañado el precario capital de confianza que tiene el país, debilitando las instituciones que le dan soporte al crecimiento.
En síntesis, el Presidente Piñera ha tenido el coraje de poner un objetivo ambicioso al que no podemos renunciar como país. Si queremos alcanzarlo, debemos profundizar el análisis de las causas fundamentales del crecimiento, trabajar con una dosis de escepticismo, actuar en muchos frentes simultáneamente, observar empíricamente lo que funciona y asegurar que la acción del Gobierno amplifique siempre el capital social.