lunes, mayo 17, 2010

El Partido Democratacristiano chileno en la encrucijada del Bicentenario. Ignacio Balbontin

El año del bicentenario ha comenzado con dos hechos trascendentales que políticamente marcaran el fin de un ciclo histórico y el comienzo de otro al cambiar el rumbo de las coordenadas del escenario político. Las corrientes históricas y procesos señalados en esas fechas son de tal profundidad y fuerza que su entrecruzamiento puede producir cierta desorientación en las personas si no se enfrentan con un debido diagnóstico, ni un análisis adecuado del sentido socio-político de ellos y de de la magnitud de sus consecuencias Nos parece que un análisis serio es indispensable para hacer propuestas hacia el futuro, de modo de sobrepasar exitosamente la difícil encrucijada que experimentamos en el año del bicentenario. Este ha sido marcado por la derrota política de Enero y por el terremoto catastrófico de Febrero. El primero nos cambió desde el gobierno a la oposición y el segundo nos conduce desde el triunfalismo “emergente”, al reconocimiento de nuestras debilidades nacionales provenientes de las realidades naturales y sociales que históricamente nos desafían periódicamente como nación........1. ¿Por qué la D.C. y la Concertación perdieron el poder político después de la heroica recuperación de la democracia y de veinte años de ejercicio exitoso del gobierno?

El llamado desgaste natural que nosotros preferimos llamar declive de representación, se produjo bastante antes de la derrota del 17 de Enero del 2010. Electoralmente desde varios años antes, había presagios que apuntaban hacia este desenlace político y social que ahora simbolizado en el cierre del ciclo histórico. Se fue produciendo una brecha de desconfianza creciente entre la sociedad y la política por el desgaste del prestigio de esta última actividad y la de los partidos. A partir de allí pensamos que hay que concebir una nueva manera de entrelazar los elementos estructurales de la sociedad con aquellos circunstanciales de la política, para hacer avanzar a todos los chilenos en conjunto y no sólo a minorías “fácticas”. Las grandes coordenadas están cambiando. Por lo mismo, para entender mejor lo que nos ha sucedido y dejar de lado el juego agotador de las “cobranzas de cuentas individuales” proponemos para no cometer nuevamente los mismos errores y asignar mejor las responsabilidades de liderazgo futuras, distinguir entre factores socio-políticos de carácter estructural o sustantivo y los motivos políticos coyunturales que aceleraron comunicacional y circunstancialmente los efectos electorales negativos, sin que necesariamente haya tenido mecánicamente que haber sucedido así.

Por variables estructurales entenderemos aquellas que son orientadoras de los procesos históricos de largo plazo y que van conformando el esqueleto de una nación en los terrenos económicos, sociales, políticos, culturales e internacionales. Como factores coyunturales consideraremos, los comportamientos políticos que tuvieron los diferentes actores de la Concertación que tenían posiciones de poder decisorio en los últimos años y que condujeron hacia resultados negativos.

Los factores estructurales o sustantivos

En los últimos veinte años Chile ha cambiando estructuralmente, pausada pero progresivamente, en gran medida como producto de nuestra propia acción. También debemos considerar la dinámica contradictoria generada por la mantención de parte importante del orden neoliberal heredado desde la dictadura. Sostenemos que lo que terminó por agotarnos y desgastarnos fue precisamente la prevalecencia de una cultura individualista, y mercantilista que se mantuvo a pesar de los grandes cambios que hicimos, llegando a ser hegemónica institucionalmente y copando incluso los escenarios políticos coyunturalmente. No fuimos capaces de perfeccionar más nuestra democracia de modo que en ella cupiesen todos los sectores, superando desigualdades insostenibles.

Chile ha cambiado tanto para bien o como para mal, casi en todos los planos fundamentales. Fue un lugar común decir que “Chile es otro país”. Desde nuestro punto de vista humanista cristiano, sostenemos que lo que no cambió y se impuso aún por sobre el civismo meritocrático y democrático, fue el mercantilismo que se “coló” en todos los campos y construyó nuevos “nudos” o embudos socio-económicos, a pesar de nuestros anhelos. Económicamente estamos a medio camino de nuestro desarrollo habiendo dado grandes pasos. Ocupamos el primer lugar en Latinoamérica, en términos del ingreso por persona según índices de consumo equivalentes, pero mantenemos desigualdades de distribución económicas como el que más en América Latina que es a su vez, el continente más desigual del mundo. En términos de oportunidades, no hemos sido capaces de “emparejar las diferentes canchas”.

Socialmente mejoramos nuestras condiciones de vida y evolucionamos hacia una estratificación donde la inmensa mayoría se ha identificado con las capas medias, pero estas se han dualizado y heterogeneizado culturalmente inclinándose hacia formas de ser “aspiracionales”. En amplios sectores se ha impuesto el individualismo y el consumismo disminuyendo el civismo participativo y creando serios problemas de cultura cívica. Hasta ahora cuatro millones de chilenos están marginados de participar en elecciones.

Políticamente logramos la democracia pero de modo incompleto, manteniendo por veinte años la profunda grieta de representación, que separa la sociedad respecto de la política. Logramos gobernabilidad, pero no la necesaria participación socio-política proporcional, para evitar que se ahondara la brecha de apatía y desapego, respecto a la política y sus instituciones. La política terminó perdiendo centralidad cultural por carencia de participación.
Culturalmente rompimos el oscurantismo de la dictadura y florecieron múltiples expresiones de pluralidad humana en las en diversos campos, sin embargo, fuimos colonizados por la farándula mediática y los criterios del “rating” publicitario. Hemos ganado en transparencia, pero perdido en coherencia y consistencia valórica. Hay más visibilidad, pero ya no se respetan con la misma fuerza los valores humanistas cristianos de convivencia, la solidaridad y la participación incluyentes, como los principales aglutinantes sociales.

Internacionalmente nos hemos reinsertado en el mundo globalizado, incluso somos reconocidos por nuestro crecimiento entre los países del mundo desarrollado (la OCDE), pero la gente común de nuestro “barrio” latinoamericano, aún no nos considera “buenos compañeros”.

Nuestra democracia tiene un gran pecado de representación

Para no caer en los excesos de autocomplacientes ni autoflagelantes, sostenemos que avanzamos mucho, pero que no logramos consolidar una gran mayoría solidificando los principales fundamentos de un Estado Democrático Social de Derecho. No profundizamos suficientemente la representatividad democrática, padeciendo el riesgo que se reditúe nuevamente el neoliberalismo por parte del gobierno de Sebastián Piñera bajo la forma del llamado “Chile emergente”.

Los factores coyunturales o adjetivos que aceleraron la derrota del 17 de enero.

Distintos analistas han enfatizado según su punto de vista, la importancia de los errores coyunturales de conducción de nuestros principales actores políticos que derivaron en la derrota. Sin pretender hacer un análisis exhaustivo, es bueno analizar algunos, con el debido respeto por las personas y con la mayor objetividad posible.

Nuestra opinión es que en la coyuntura de Enero, se coaligaron remanentes neoliberales estructurales de fondo persistentes en la institucionalidad política con varias decisiones equivocadas, implementadas durante el último año, tanto en los partidos como en candidatura. Estas terminaron por quitarle protagonismo y entusiasmo a la participación popular e indispensable movilización política, restando electoralmente apoyo ciudadano.

Para partir el primer defecto fue el ambiente de conflictos no resueltos tanto en los partidos y como en los liderazgos visibles. Esto disminuyó prestigio y credibilidad. Hubo múltiples tensiones radicalizadas, especialmente entre las posturas polares de los grupos “conservadores propicios al neoliberalismo” y los llamados “díscolos autodenominados progresistas”. La gran mayoría de nuestros afiliados y de las bases sociales fue quedando fuera de estas discusiones que se hicieron para peor, a través de los medios de comunicación controlados por la derecha. En los diseños políticos, fallaron los escenarios, las formas y los estilos de relación, tanto al interior de los partidos como entre ellos. Hubo poca transparencia frente a las bases y poca participación. Esto también fue responsabilidad de los principales liderazgos “visibles del momento”. No fueron capaces de lograr entre si, acuerdos claros y explícitos en materias fundamentales como por ejemplo: sistema político, mejoramiento de la educación y la salud, estructura tributaria, reformas del Estado y otras más, generando incomunicación entre nosotros y la mayoría ciudadana. En algunos casos hubo notorios casos de abuso de poder y corruptela. Faltaron formas de reconocimiento de los liderazgos existentes en la base de sustentación social de modo de crear nuevos espacios políticos incorporando participativamente nuevos sectores. Por el contrario los escenarios políticos se transformaron en excluyentes. Con esto nos redujimos en vez de ampliarnos. No incrementamos la mayoría que teníamos y necesitábamos. Así podemos decir que todos somos responsables de las consecuencias negativas, pero hay algunos que lo fueron más que otros.

Es un hecho que las principales responsabilidades estuvieron en los Partidos Políticos y más aún en los grupos cerrados del interior de ellos y en los transversales que estaban en el Gobierno. Según diversos estudios, los estilos y formas de comportamiento, mediáticos, oligárquicos y facciosos que se impusieron en el último tiempo produjeron un ambiente de rechazo electoral. Estos grupos usando manipulaciones, adquirieron rasgos herméticos, “secretistas”, algunas veces hasta corruptores, para defender sus intereses particulares por sobre los generales. Este problema, hasta ahora, sesenta días después, no ha sido negado, pero tampoco ha sido deliberado adecuadamente, ni menos asumido orgánicamente como para resolver los problemas. Estas deformaciones sobrepasaron largamente los acuerdos iniciales, las formas y el espíritu democrático con el que se fundó la Concertación, deteriorando el “ánimus societatis” Esto trajo como consecuencia el descrédito social y la separación de la gente respecto de la actividad política. Ya en 1998 perdimos casi un millón de votos, con Ricardo Lagos a la cabeza, al comenzar el milenio estuvimos sólo a 30.000 votos de perder. En el período final, para su candidatura, el liderazgo de Michelle Bachelet se impuso actuando desde fuera de las organizaciones políticas, precisamente por los motivos antes expuestos. Tengamos presente que la derrota del 2010, fue sólo por una diferencia pequeña de 3,21 % de los votantes.

Consciente de esta brecha social, ella se comprometió tanto en su campaña como al comienzo de su período de alcanzar la participación ciudadana. No pudo debido a los obstáculos puestos por la derecha y también por otros nuestros. Algunos silenciosamente buscaron la permanencia en el poder de algunas facciones. Fuimos incapaces de producir la indispensable movilización política debido a los juegos de poder cupulares producidos en nuestro interior entre los sectores conservadores y los grupos radicalizados, sin cotejos ni decisiones democráticas. La ex Presidenta, hizo todo lo posible por mantener su liderazgo personal, pero como sabemos, los atributos individuales no son endosables políticamente a ningún candidato. El caudal es transferible a un proyecto y a una misión política que sea madura y compartida. En muchos faltó ganas para triunfar y para dejar en claro nuestras posturas. No se asumieron compromisos colectivos, ni con nuestro proyecto ni con nuestra candidatura, que terminó aislada rodeada de una cúpula. Hubo demasiadas confrontaciones públicas en escenarios que eran mediáticamente controlados y explotados desde la derecha. En fin en la derrota anticipada, hubo progresivamente vicios de representación, a lo que se sumó la apatía de los sectores que se fueron desvinculando progresivamente.

Desde mucho antes del desenlace fatal, al comienzo del proceso de la transición democrática, el laberinto constitucional e institucional, construido por el binominalismo y los quórum calificados impidió una representación social proporcional y genuina de la mayoría concertacionista. Éramos mayoría social y política, pero no la ejercíamos efectivamente en el Parlamento. Este fue el origen estructural de un proceso político que nos fue restando credibilidad especialmente al Parlamento. Se manifestó claramente un año antes, en los resultados de las elecciones municipales del 2008. Se le llamó desgaste de los viejos liderazgos, pero en realidad era la pugna de poder entre grupos que tenían diversas generaciones. La falta de legitimidad representativa, terminó por sofocar los impulsos y la voluntad de cambio político, provocando una crisis que se expresó a través de la diáspora de fuerzas. Lo grave es que este esquema institucional ya degradado, se mantiene hasta ahora, ha durado veinte años y puede durar más, con las complicidades existentes al interior de la “élite política” parlamentaria. En ella se unen los intereses de permanencia de algunos de nuestros representantes con los de la derecha, que buscan a toda costa, mantener un sistema injusto que la favorece. El cambio institucional ha sido voceado en los cuatro períodos de gobierno pero nunca se ha podido concretar realmente, gracias a esta especie de “pacto elitario”. Los intentos de justificación y solución a través de las negociaciones, llamada “política de los consensos”, nadie los cree.

Eduardo Frei R.T. a pesar de su integridad, consistencia y coraje personal, perdió debido a las condiciones político-estructurales bajo las cuales encabezó el conglomerado pero especialmente por los problemas producidos en la conducción política.

Hubo para peor, graves deficiencias en la conducción publicitaria que se intentaron corregir a través de una movilización política que fue tardía. Hubo problemas en la divulgación de las propuestas y en la compenetración programática de los partidos. Además una forma poco pulcra de diseño del escenario de competencia presidencial interno de la Concertación fabricado descuidadamente por las directivas de los partidos, con el fin de seleccionar desde allí al liderazgo presidencial y las candidaturas parlamentarias. Esto “justificó” que las primarias internas no fueron reconocidas por todos los actores político-sociales, dejando traslucir graves deficiencias de relación, lo que restó impulso inicial a la candidatura. Esto fue aprovechado mañosa y oportunistamente por la campaña de MEO y su “curioso” grupo asesor. El formato selectivo resultó como producto de la incapacidad para resolver democráticamente mediante primarias abiertas y validadas por todos, la opción de cara a la gente. El proceso finiquitó en una desgastadora diáspora de fuerzas. La mayoría popular se desarticuló mucho antes del final, lo que quedó demostrado en la primera vuelta con el 29%. Nuestra candidatura no alcanzó a reorganizarse mayoritariamente para el balotaje, faltándonos sólo 222.999, en realidad 112. 000 de diferencia entre votos desplazados y abstinentes.

Finalmente, debemos hacer notar que en los últimos años se configuró una especie de “corralito” en los medios de comunicación masiva, especialmente en la televisión. Este esquema de manipulación, actuó eficientemente en contra nuestra, empleando especialmente los noticieros y la farándula. Aprovechó nuestros conflictos grupales internos y concertacionistas, ridiculizándolos y transformándolos en el principal foco de atención de los escenarios políticos mediatizados. Los medios de comunicación concentrados y controlados por la derecha usaron esto en beneficio de su candidato. Desgraciadamente nunca se tomó conciencia cierta de la importancia de estos “realities” por parte de los “políticos polillas”. Con gran parte de la propiedad y la “colusión” de muchos intereses publicitarios, sumaron a favor de la derecha, los efectos negativos de la impericia e imprudencia de muchos liderazgos políticos mediatizados. El descontrol del “festival de incordios y conflictos” durante casi toda la campaña publicitaria, fue factor importante de la derrota. Esto logró malversar la imagen de la Concertación, su proyecto y su campaña, debilitando a la candidatura y el prestigio de la mayoría que gobernó con éxito reconocido mundialmente, durante veinte años. La incapacidad de tener una política comunicacional coherente y convincente que expusiera maduramente nuestro proyecto histórico como atractivo para el futuro del país, fue otro factor que insidió gravemente en la derrota.

Al final perdimos el poder político de gobierno, pero hay que reconocer nunca lo tuvimos plenamente. La derecha hoy lo tiene sumado al económico y al mediático. Descuidamos el trasvasije desde estos planos hacia lo político, especialmente el económico. Aún nos resta una parte importante de poder en los campos social, cultural e internacional, pero es preciso saber como reinsertarnos en ellos y rearticular nuevamente la sociedad y la política. A partir de este nuevo proceso ser capaces de reconstruir una nueva gran mayoría. Estos remanentes socio-culturales pueden terminar por agotarse si permanecemos paralizados y aislados sin reconocer los errores. Esta es nuestra gran tarea, antes del próximo desafío electoral, en dos años más. Este esfuerzo hay que hacerlo con nuevas herramientas democráticas y comunicacionales que correspondan al nuevo ciclo histórico que ahora comienza. El anterior se cerró junto con la derrota y el terremoto. Hay que rearticular sin prejuicios, una nueva gran mayoría nacional y popular, a partir de las raíces de la Concertación, manteniendo su espíritu original, pero más allá de sus límites actuales de fuerzas. La disposición está aún latente, pero hay que diseñar un buen instrumental político de carácter democrático para reanimarlo.

Nosotros los D. C. debemos transformarnos al igual como lo hicimos frente a la dictadura, en “ejes” centrípetos de la mayoría y no en un centro político anodino, conservador del statu quo y equilibrista. Por ningún motivo en fuentes de dispersión, segregación o exclusión. Debemos sumar sinérjicamente y no restar. Esto exige un nuevo estilo de relaciones, abierto al tiempo que viene, construido a partir de nuestro propio aprendizaje, testimonio de respeto, solidaridad y acción mancomunada, para incorporar e integrar y no para excluir.

Primero debemos aplicar esta manera de ser en nuestro propio interior partidario y en la Concertación. Luego debemos difundirlo hacia afuera, tendiendo puentes hacia las fuerzas de avanzada sociales y políticas, articulándonos con ellos y no dispersando capacidades Desde nuestro perfil partidario hay que construir los nuevos acuerdos y formas de reconocimiento, propios de éste tiempo, tanto hacia la izquierda, como hacia los sectores medios emergentes y ahora despolitizados, disputándoselos a la derecha. No debemos reproducir ni fabricar nuevos muros con prejuicios anticuados. Sobre todo, debemos renovar nuestros principios, en la tónica del V Congreso. La política es dinámica y no un bloque hermético e inelástico. Lo que nos condujo a la derrota fueron las rémoras del pasado y la dispersión de fuerzas. Nuestra tarea inmediata es concebir propuestas y acciones políticas de futuro, para rearticular y unificar una nueva mayoría Nacional y Popular.

2. ¿Qué ha sucedido políticamente después del terremoto y del maremoto del 27 de febrero del 2010?

El terremoto y sus consecuencias, sumado al cambio de orientación del gobierno, han creado una nueva realidad política. El fenómeno telúrico que nos azotó, fue una catástrofe que afectó directa o indirectamente a todo Chile, física y espiritualmente. Remeció el “alma de Chile”. Fue el segundo en intensidad de toda nuestra historia como país independiente, pero ha sido el más vasto en la extensión territorial involucrada, capital físico afectado y en términos de los habitantes dañados. Los damnificados de la zona centro-sur del país, involucran a más del 75% de la población.

Para enfrentar este enorme desafío, el gobierno de derecha encabezado por Sebastián Piñera, ha presentado un diseño programático con un financiamiento tributario acotado a cuatro años, que aumenta impuestos a los sectores más pudientes por poco tiempo y disminuye otros en forma permanente, verticalista, gerencial y críptico de reconstrucción. Las propuestas de emergencia inmediata, así como las delineadas para la subsistencia de los damnificados frente al invierno, tienen la misma línea de las insinuadas para la reconstrucción. En estos 60 días, se está perfilando el sello de este gobierno. En él se mezclan oportunismo y verticalismo. Ellos están condicionados por la escasa mayoría con la que triunfó en la carrera presidencial y su situación feble en la Cámara de Diputados, a lo que se agrega la dificultad de control que tiene sobre los procesos socio-políticos, por la falta de cuadros organizados de apoyo.

Piñera no desea incorporar a la gente afectada, ni involucrar al país en el proceso de reconstrucción. Tiene la intención que el proyecto sea despachado casi de inmediato por el Parlamento para evitar discusión a fondo. Pretende además, en forma oportunista, ligarlo ideológicamente al diseño tecnocrático concebido aisladamente en Tantauco. Quiere seguir manipulando como en la campaña, “mimetizándose”, como si su gobierno fuera la continuidad de la obra de protección social hecha por la Concertación, pero cambiándole el rumbo. Así se propone presentar su propuesta al país, el próximo 21 de Mayo. Al proponer diseños de financiamiento limitados a sólo cuatro años, considera que el daño producido moral y socialmente termina dentro de su mandato, casi como un acto de magia. En circunstancias semejantes en países desarrollados, la reconstrucción fue estimada para más de dieciocho años. La mitad física del proceso del terremoto de Tocopilla ya ha tomado dos años. Estos argumentos y varios más, nos hacen sospechar que hay un contrabando. La idea de mezclar la reconstrucción con el “gerentismo neoliberal” inspirador de su programa. Si agregamos a esto, la tónica tecnocrática anticipada que tuvo para conformar sus equipos y su gabinete de “excelencia”, podemos derivar que está persiguiendo el que no haya deliberación ni participación popular democrática, en su entorno. La horizontalidad, parece molestarle y arguye que las complejidades demoran el logro de sus objetivos. Después de estos dos meses estamos observando cierto “mesianismo” oportunista. En razón de esto para la oposición democrática, aceptar acuerdos copulares a través de la llamada “democracia de los consensos”, no parece recomendable. Con esa fórmula anticipada poco tiempo atrás por algunos de nuestros sectores conservadores, terminaríamos desvinculados de la gente. La democracia consensual fue concebida para el contexto histórico de la dictadura pasada. Se aplicó exitosamente por pocos años, a los comienzos de la difícil transición con Pinochet presente y sus amenazas de por medio, pero dejó rémoras de las cuales aún no nos libramos. Tiene la lógica vertical que es propia del autoritarismo tecnocrático. No podemos aceptar que este se consagre como costumbre socio-política. Que se prolongue y consolide la falta de participación que es precisamente, la que degrada la democracia.

Junto a lo anterior, tenemos que hacer conciencia que el terremoto políticamente ha dejado en evidencia el deterioro sufrido por las antiguas redes sociales y sus vínculos de poder. Esto quedó patentado en el descontrol producido en el orden público, tras las primeras horas después del sismo. Al inicio, se evidenció en la carencia de reacciones autónomas y automáticas que hubiesen permitido salvar más vidas. Luego se expresó en las estampidas masivas y saqueos. Más tarde en la inundación mediática filantrópica de ayuda para sustituir la solidaridad orgánica, indispensable para una reconstrucción humana integral. Las redes sociales se han debilitado. El gobierno está intentando reemplazar los liderazgos socio-políticos de base de los cuales carece, por formas filantrópicas cercanas al mercantilismo emergente. Con esto pretende asentar como costumbre la farándula mediática y el gerentismo focal y puntual.

3. Algunas consideraciones estratégicas

En este nuevo contexto post-catastrófico, debemos tener presente que desde mucho antes de estos sucesos, se había desarrollado socialmente una dualidad en las capas medias chilenas que le es muy propicia coyunturalmente a la derecha. Ellas son hoy mayoritarias en Chile, por los procesos de identificación que involucran al 80%. Esto está llevando a la conformación de dos países separados por diferentes estilos de vida y culturas cívicas distintas, con prejuicios, discriminaciones y exclusiones mutuas. Uno aparentemente moderno, emergente, aspiracional y orientado básicamente por los mercados de consumo, sintiéndose con derecho a exigir más y a mandar políticamente de acuerdo a sus intereses individuales. El otro más arraigado en los valores socializados y acumulados históricamente, identificado con la meritocracia basada en el centralismo político. Este segundo segmento, precarizado, empobrecido, marginado y muchas veces excluido, no está derrotado definitivamente. Es heredero de las redes solidarias que aún quedan y de las nuevas que brotarán probablemente a partir ellas y de las nuevas circunstancias.

En este contexto dual, nos es imprescindible llevar a cabo una “reencarnación social” en ambos segmentos. Tender puentes entre ambos, desarrollando una nueva cultura política de entendimiento sin exclusiones. Buscar la articulación democrática de las demandas sociales legítimas de los diferentes sectores para reconocerlas e institucionalizarlas.

Estos dos países van a construir necesariamente en su relación nuevas formas para convivir. Se van a fusionar en un campo común y van a generar nuevas mayorías. Van a configurar una nueva hegemonía social, cultural y política, a partir del pasado inmediato y del ciclo de reconstrucción que comienza. Nosotros debemos conquistar un espacio y un lugar legítimo en ambas culturas pues tenemos el privilegio histórico, de tenerlas en nuestro propio interior partidario. Son parte de nuestra propia militancia de base. El P.D.C. puede tener la oportunidad histórica de reconvertirse asumiendo el papel de eje articulador de los dos mundos, sin abanderizarse ciegamente con ninguno en particular. Esto debe hacerlo junto con la Concertación y las demás fuerzas que propician un cambio real de fondo. No puede transformarse en un centro político anodino, compensador de los conflictos que deberá enfrentar el gobierno. Somos oposición democrática y no podemos ahora, estar ausentes de esta nueva epopeya histórica que significa conquistar más horizontalidad y equidad, profundizando la democracia y logrando más espacios de integración, inclusión, cohesión social y una economía más humana.

Hay que tener presente que el objetivo político de este gobierno es reproducirse, reorientando las políticas que nosotros diseñamos de modo de mantener la verticalidad desigual que lo inspira y que sólo le ha permitido circunstancialmente, llegar al poder mediante artilugios comunicacionales. Pretenden realmente perpetuar una sociedad injusta y una economía neoliberal que quedó a medio camino de transformación. Quieren hacerlo perfeccionando los restos sobrevivientes de un financierismo mercantilista con sus estructuras de poder. No se convencen que ese diseño ya está agotado tanto en Chile como en el mundo, después de la gran crisis del 2008. Ahora enfrentamos nuevamente una crisis en Grecia y en otros países de Europa.

Superar esas crisis y a la vez reconstruir, hace necesarias nuevas combinaciones entre Estado y mercado, donde la sociedad cumpla un papel más activo, participativo, orgánico y solidario, apuntando hacia una economía más humana. Nosotros ya le pusimos nombre en nuestro objetivo político en el V Congreso. Un Estado Democrático Social de Derecho.

4. Algunas propuestas para la conducción del Partido en este nuevo ciclo

Si el objetivo ideológico principal es un Estado Democrático Social de Derecho hay que resolver oportunamente los tiempos, los ritmos, las tácticas y la orgánica administrativa que debe tener para implementarla Son varias las interrogantes que exigen límites actuales y no del pasado: Nuestro gran objetivo debe ser construir una nueva mayoría nacional y popular que apunte a ese estado y esa sociedad, sin los prejuicios sociales y sin los límites ideológicos con que terminamos el pasado siglo.

¿Con quiénes coincidimos básicamente en esos ideales?

De partida tenemos acuerdos con quienes compartimos esos proyectos durante los veinte años de gobierno de la Concertación. Desde nuestras raíces asentadas en los años de la resistencia frente a la dictadura. Con el Partido Socialista, con quienes hemos tenido acuerdos claros en ese sentido, incluso explícitamente estipulados en su último Congreso. Con el Partido por la Democracia, donde conviven diferentes tendencias liberales y socialistas, pero donde tienden a predominar los sectores social-demócratas de tendencias pragmáticas más cercanas. Con el partido Radical, de raigambre histórica social-demócrata. Nuestros límites parecen estar hacia nuestros propios fantasmas y hacia la reproducción del neoliberalismo salvaje. Hacia los estilos grupales de liderazgo excluyentes de los avances democráticos y hacia los obstáculos de una economía más humana y de mayor participación e inclusión social. . Al mismo tiempo, es posible construir alianzas y puentes con las multivariadas formas políticas de organización, que va adquiriendo la sociedad civil en su desarrollo. Para esto es indispensable estar presentes y asumir liderazgos válidos en todas las redes sociales democráticas. Convergemos respetando las debidas autonomías, con las principales centrales sindicales y con otras organizaciones de trabajadores.
En ese mismo sentido, es imprescindible ponerse de acuerdo abierta y transparentemente con todas las organizaciones políticas formales incluido el Partido Comunista. Con todos quienes coincidan en representar las demandas democráticas de cambio hacia una sociedad más justa en un diálogo abierto y respetuoso. Este trabajo hay que hacerlo sin prejuicios, construyendo acuerdos y poniendo límites a los desacuerdos respecto a la sociedad actual y futura, nacional e internacional.

¿Cómo y con qué metodología de acción política debemos proceder?

Nuestro marco de referencia general deben ser el V Congreso y nuestra indispensable reinserción estratégica y socio-política, en la sociedad actual: el Chile del Bicentenario y no aquel del pasado siglo XX.

Debemos sacar lecciones esenciales de los métodos de acción política que históricamente triunfaron contra la dictadura para luchar contra los restos del autoritarismo vertical que persevera. Ellos fueron como recordamos, los de la “no violencia activa” que propusimos y que terminó predominando por sobre la estrategia de “todas las formas de lucha” (incluida la violencia). A la larga en democracia, casi todos los grupos políticos se han sometido básicamente a esos procedimientos pacíficos, salvo algunos grupos anarquistas. La derecha ahora está inserta democráticamente y es gobierno. Debemos reconocer que persiste en la realidad actual un límite básico. Siempre hemos sostenido que la democracia debe ser consistente con los métodos de acción de la propia democracia. Nuestros límites por lo tanto, no deben estar referidos, ni sometidos a las realidades circunstanciales del pasado, que algunos insisten en mantener porfiadamente a pesar de la evolución que tiene la historia. Debemos actuar en con un hilo central democrático, en calidad de ejes y de puentes, sin quedarnos petrificados en la condición de “estatuas de sal”. Abrirnos, consistentemente con nuestros valores humanistas cristianos a los caminos de la libertad, la equidad, la igualdad de oportunidades, la profundización democrática, el pluralismo y la participación. No sellar muros de exclusión, ni nacional, ni internacionalmente.

Nuestra forma de acción política como oposición democrática, en la cual nos posicionó la voluntad popular es: “todo dentro de la deliberación y el diálogo pacífico y democrático, nada bajo las condiciones de la violencia de cualquier tipo”. Esto ya lo aprendimos en la brega por los derechos humanos.

Nuestro segundo gran límite es también de carácter democrático. La lógica operativa que nos condujo a la derrota, fue el agotamiento de nuestra capacidad de representación socio-política. Por mantener la gobernabilidad democrática descuidamos la representación y la participación de la sociedad. Esa es la brecha que ahora tenemos que superar La que separa a los partidos políticos y sus dirigencias, del resto de la sociedad. El vacío apático entre la sociedad y la política. “Toda negociación con el gobierno deben estar inspirada en la profundización de la democracia no debiendo aceptar formatos, ni conceder atribuciones que persigan limitarla en favor de intereses privados”.

Debemos mantener lo logrado en democracia en estos veinte años exitosos, pero profundizarla. Lo que tenemos no basta para construir un futuro mejor. Nuestras principales condiciones deben ser profundizar la democracia y avanzar hacia un desarrollo económico más humano. Buscar más integración social, inclusión y participación.

De lo anterior derivan algunas propuestas concretas:

Mantener desde ahora, nuestra plataforma programática aprobada unánimemente en nuestro V Congreso. Buscar un nuevo pacto democrático de convivencia. Una Nueva Constitución para la década del bicentenario. Terminar con el binominalismo y el sistema de quórum calificado. Abrir la deliberación sobre el derecho del pueblo a participar en la gestación y decisión de su nueva carta fundamental. Profundizar la regionalización, descentralización y el aumento del poder local. Perfeccionar la transparencia, disminuyendo los conflictos de intereses entre lo público y lo privado. Aumentar el derecho a la veraz información y a la pluralidad en los medios de comunicación. Concretar el derecho a voto de los chilenos en el exterior sin condiciones que atenten contra sus Derechos Humanos. Terminar con las inhabilidades entre la condición de dirigente social y parlamentario.

Propugnar desde ya, bajo las circunstancias actuales, la necesidad de una Reforma Tributaria permanente y de fondo, que haga más justas y proporcionales las cargas impositivas, de modo de avanzar en la redistribución equitativa de la riqueza, cautelando los derechos de las capas medias y populares.

Avanzar en las reformas sociales con la participación democrática y representativa de todos los actores involucrados, haciendo del Parlamento un receptáculo de las inquietudes ciudadanas. Esto significa abrir el Parlamento y sus procedimientos legislativos, al contacto con las organizaciones sociales representativas para discutir las reformas en educación, salud, trabajo y demás políticas sociales. Reivindicar el derecho al trabajo decente como fundamental, fortalecer la negociación colectiva y establecer una remuneración o sueldo ético.
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1 Comments:

Anonymous Eduardo Salas Lopez said...

Estimado Ignacio, bueno tu comentario o propuesta , sin embargo no considero que el desgaste o declive como lo señalas de la concertacion sea tema nuestro , pues ellos los miembros de la concertacion , especificamente el PS y el PPD , siempre tuvieron como mision asegurar nuestra perdida de poder ante la opinion publica y el electorado, y lo lograron, de tal modo que hay que pensar en reconstruir al partido , fuera de lo que denominas raices de la concertacion ,para de ese modo asegurar una nueva vision politica a la ciudadania y reencantar con una DC fortalecida y alejada de la coalision, elemento fructante para muchos de los nuetros.

18 mayo, 2010 09:22  

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