miércoles, febrero 10, 2010

Un gabinete de académicos y amigos gerentes.Santiago Escobar.Coordinador Editorial de El Mostrador

Con un florido discurso en que habló hasta de la muerte en la guerra presentó Sebastián Piñera su primer gabinete ministerial. A excepción de tres o cuatro nombres que tienen carrete político, el resto es un híbrido que habría hecho las delicias del desaparecido Edgardo Boeninger como ejemplo de un staff de asesores para una alternancia no traumática del poder.
Es verdad que en política muchas veces el cargo genera la oportunidad para que se exprese el verdadero carácter de las personas y puedan emerger políticos hábiles. Pero una primera impresión del gabinete lleva a la conclusión de que a excepción de Rodrigo Hinzpeter, Joaquín Lavín y Cristián Larroulet, la falta de expertise política es notoria.
Este predominio tecnocrático genera algunas incógnitas en áreas tradicionalmente sensibles como salud y política exterior. Sin que se exprese como prejuicio, los problemas que deja la Concertación en materia de atención primaria de salud y en otras áreas del sector, hacen ver como algo incongruente la designación del director de la Clínica Las Condes como ministro de Salud, que representa el epítome de la gestión sin problemas financieros de por medio. Independientemente además que el Presidente sea o haya sido, hasta hace poco, uno de los accionistas de ese establecimiento.

Algo similar ocurre con la Cancillería. La designación de Alfredo Moreno Charme, director de Falabella S.A. como Ministro de Relaciones Exteriores parece orientarse más a posiciones cercanas a la estrategia comercial de las grandes cadenas de retail y no al profesionalismo que demandan los agudos temas que debe enfrentar el país en los próximos años, y que fue prometido por Piñera durante su campaña.

Entre los temas complejos está la controversia limítrofe con Perú, los temas de integración energética y de conectividad física en la región, y por supuesto los relativos a la seguridad colectiva.

En esa misma óptica, la exótica presencia de Jaime Ravinet, un político experimentado y de la Concertación, poco aporta a los temas concretos de nueva gestión que se supone debe impulsar el gabinete. Es más bien un golpe de efecto que destinado a dañar la moral de los adversarios puede transformarse en un boomerang por dos razones fundamentales.

La primera es que evidencia que el manejo de la Política de Defensa será una variable de ajuste para el nuevo mandatario, y que no se propone nada muy novedoso en el tema. Hacerlo requeriría de otro perfil político de ministro, con apoyo político real y directo de su sector, lo que evidentemente Ravinet no tiene. La segunda razón estriba en que la agenda del sector Defensa viene recargada de requerimientos de acuerdos legislativos y políticos para implementar las nuevas leyes aprobadas para el sector. Y aquí Ravinet también es un interlocutor disminuido tanto frente a las instituciones militares como a la base política de la Alianza. para qué agregar cómo se prevé su relación con sus ex compañeros de la Concertación.

Como los problemas siempre empiezan en casa, es evidente que con una Cancillería y un Ministerio de Defensa en los perfiles señalados, las aprensiones del presidente de Renovación Nacional sobre la omisión política del gabinete se vieron plenamente confirmadas. Y de paso se hirieron las pretensiones de personajes como los senadores Sergio Romero y Jorge Arancibia, ambos próximos a dejar la Cámara alta.

Un aspecto positivo a destacar es la no integración de parlamentarios electos o en ejercicio al gabinete. Chile tiene un régimen claramente presidencial, y los ministros son funcionarios de la confianza presidencial. Por otro lado, a raíz de su ley de elecciones y su sistema binominal, las cúpulas de los partidos políticos son los verdaderos propietarios de los cargos parlamentarios. Permitir el mecanismo generaría por la via de los acuerdos y compromisos un parlamentarismo bastardo , en el cual el ejecutivo podría, de acuerdo con un puñado de dirigentes, digitar o cambiar administrativamente los resultados electorales, pudiendo tergiversar casi sin control las decisiones de la ciudadanía en materia de parlamentarios
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