lunes, febrero 08, 2010

La Concertación va a entregar un nuevo Chile. R.Lagos. Clarin Bs.As.

En esta columna siempre hemos tratado de ver los fenómenos de la política latinoamericana y sus tendencias, tanto en relación con los temas emergentes en la agenda mundial como con el devenir político dentro del continente. Hoy debo hablar especialmente de mi país, y pido excusas por ello, pero también sabemos que lo ocurrido en Chile llama a reflexiones más allá de nuestras fronteras. Sí, perdimos en la última elección. Pero como dije en la misma noche de aquella jornada cívica, nos vamos con la frente en alto y el orgullo de una tarea cumplida.
Y ello porque la Concertación de Partidos por la Democracia, tras 20 años de ejercicio en el poder, entrega un nuevo Chile. No existen en nuestros dos siglos de república independiente 20 años tan exitosos y contundentes como los actuales Tras el impacto vivido, la reflexión nos lleva pronto a una pregunta necesaria: tras esas dos décadas de logros, ¿cuál es el país que queremos para los próximos 20 años? Esa pregunta da sustento a la nueva tarea, la de gestar una plataforma de ideas entre el camino recorrido y la visión de país a que nos llaman nuestros valores esenciales. En las bases programáticas de los partidos de la Concertación definimos cinco objetivos clave, mencionados por el presidente Aylwin en su primer mensaje al país, en mayo de 1990. Primero, esclarecer la verdad y hacer justicia en materia de derechos humanos. Segundo, democratizar las instituciones. Tercero, promover justicia social corrigiendo las graves desigualdades que afligen a grandes sectores de chilenos. Cuarto, impulsar el crecimiento económico y modernización del país. Quinto, reinsertar a Chile en el lugar que históricamente se había ganado en la comunidad internacional........Estos cinco puntos fueron cumplidos a plenitud. Ningún país ha avanzado tanto como Chile para hacer evidente la verdad de lo acaecido en materia de derechos humanos y llevar ante la justicia a los responsables. Fuimos capaces, a través de sucesivas reformas constitucionales, de sacar todos los enclaves autoritarios provenientes de la constitución de Pinochet y crear las condiciones para mirar hacia adelante y plantearnos una nueva constitución. Avanzamos para corregir las graves desigualdades reduciendo la pobreza de un casi 40% en 1990 a un 13% hacia el año 2006. Pudimos tener un crecimiento económico promedio en esas dos décadas de un 5.1% anual, no obstante dos crisis económicas, la del 1998 al 2001 y la reciente crisis internacional que afectó al planeta. Y Chile ha vuelto a tener un lugar en el escenario internacional como una nación respetada: dijimos No a la guerra en Irak porque se hacía fuera de Naciones Unidas; dijimos Sí a una pronta participación en Haití porque lo pedía Naciones Unidas y era una crisis en nuestro continente. Tras el terremoto reciente, hemos demostrado cuan importante ha sido estar allí, por dura que sea la tarea.

Al mismo tiempo, fortalecimos la posición de Chile en el escenario económico internacional: hoy el 80% de nuestros intercambios comerciales con el mundo están protegidos por un acuerdo de libre comercio. Han sido nuestras ideas las que, en definitiva, han permeado a la nación chilena. Ahí está un sistema de protección social, el cual ahora debemos mantener y acrecentar. Ahí está la Reforma de Salud y el Programa de Garantías Explícitas, el cual nadie discute que debe ser profundizado para poner la salud al alcance de todos. Queda mucho por hacer, pero la inmensa mayoría de los chilenos sabe dónde están las tareas pendientes: son aquellas capaces de llevar a Chile a niveles superiores de desarrollo.

La ciudadanía estimó que era hora de un cambio y lo expresó como corresponde en una democracia moderna: con sus votos en la urna. Nuestro deber es escuchar lo que el pueblo ha dicho, su rechazo a ciertas prácticas políticas erradas y su llamado a que seamos una oposición seria, responsable y consecuente. En toda democracia moderna el gobierno es gobierno y la oposición es oposición, sin medias tintas. Chile necesita una oposición firme, siempre atenta a que los avances logrados se mantengan y se profundicen en el futuro.¿Qué nos separa de los partidos de derecha? Básicamente, una concepción distinta respecto al papel de las instituciones y las políticas públicas para poder acelerar el crecimiento económico, por una parte, y para garantizar que los frutos de dicho crecimiento lleguen a todos los ciudadanos y a todas las regiones del país. Esa tarea no la hace el mercado. Esa tarea requiere de políticas claras y bien definidas. El Estado, cuando es ágil, moderno y dinámico sale al paso de las desigualdades y eso lo defenderemos siempre.

En último término buscaremos que las decisiones provengan desde los ciudadanos, no de los consumidores. Tendremos que volver a concursar, a buscar a los ciudadanos allí en la práctica democrática, diciéndoles cómo vemos y queremos a Chile en los próximos 20 años. Un desafío que llama a trabajar con imaginación y con un afán de innovar. ¿A qué país queremos llegar? Y cuando seamos país desarrollado, ¿dónde y cómo incorporaremos el paradigma verde, el cual será crucial para medir la modernidad real de un país? ¿Cuáles serán las respuestas para los sectores medios y sus esperanzas de ascenso social, lo cual ya es consecuencia natural de la reducción de la pobreza? ¿Cuál será el mejor camino tecnológico y educacional para responder a los entusiasmos de las nuevas generaciones?Tras cada pregunta hay un conjunto de derechos por construir y nuestra tarea será esa: estar al lado de los ciudadanos para buscar las mejores respuestas. Y ello nos lleva a caminos similares con otros países del continente, compartiendo experiencias y buscando un estilo propio de desarrollo, donde el crecimiento con equidad esté en el centro de los propósitos.
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