martes, febrero 02, 2010

Acuerdos y desacuerdos de la democracia. Pepe Auth

Sebastián Piñera fue elegido Presidente de Chile sin mayoría ni en el Senado ni en la Cámara de Diputados. Es evidente, entonces, que para gobernar requiera conversar y establecer acuerdos con otros. A esa necesidad el Presidente electo la ha bautizado como “democracia de los acuerdos”, concepto que guió la actitud de la oposición en el período de cuatro años del gobierno de Aylwin. Era el fin de la dictadura y Chile requería consensos básicos para reconstruir las instituciones democráticas y la paz. Permitió avanzar, pero obligó a postergar reformas imprescindibles para mucho más tarde o derechamente bloquearlas hasta ahora, como ocurrió con los senadores designados o el sistema binominal, respectivamenteSe trata ahora del primer gobierno de derecha elegido por la gente después de cuatro gobiernos de centroizquierda, pero no fue precisamente elegido sobre la base de la promesa de grandes reformas, sino más bien del compromiso de continuar la obra de la Concertación mejorando la gestión pública, extendiendo la protección social a la clase media y marcando énfasis en la creación de empleo y en el combate a la delincuencia. A menos que salgan del clóset los “demonios de Tantauco” o los partidos de derecha saquen a relucir sus reflejos históricos y doctrinarios ocultos con tanta inteligencia en campaña, no debiéramos esperar de parte de Sebastián Piñera proposiciones que dividieran dramáticamente al país.

Nosotros, partidos y parlamentarios de oposición, no cambiamos nuestra agenda, continuaremos luchando por más protección social, más derechos ciudadanos, mejor democracia, menos abusos, mayor equilibrio entre trabajadores y empresarios y más equilibrio entre el desarrollo económico y la protección del medio ambiente. En la medida que el nuevo gobierno proponga medidas que vayan en esa dirección, las apoyaremos con entusiasmo e intentaremos perfeccionarlas en el diálogo parlamentario.

Cuando el Presidente Piñera desarrolle acciones o proponga reformas que van en el sentido inverso, de favorecer la concentración económica y política, de limitar la democracia, de dejar al mercado más libre de regulaciones sociales, de reducir los derechos y la participación ciudadana, se encontrará en cambio con una oposición inclaudicable.

La pregunta real no es qué tipo de oposición haremos, sino más bien qué tipo de gobierno tendremos. Uno que interprete las convicciones mayoritarias del pueblo encontrará una oposición colaboradora, otro que vaya en contra del sentido común progresista que impera en Chile, tendrá una oposición que se jugará para impedir el retroceso democrático.

No es entonces la democracia de los acuerdos lo que guiará nuestra actitud opositora, que debe responder a las expectativas y compromisos que tomamos con casi la mitad de Chile que votó por nosotros, sino más bien los acuerdos y desacuerdos de la democracia
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