viernes, enero 29, 2010

Robustecimiento de la democracia . John Biehl del Río

Luego de las elecciones presidenciales, ganadas por Sebastián Piñera sobre Eduardo Frei, ha existido gran calma en el país, ejemplar deberíamos decir. La victoria se ha celebrado con prudencia y la derrota se ha llorado en silencio.
Son muchas y variadas las razones que han intentado explicar el fracaso electoral de la Concertación para ganar un quinto período presidencial consecutivo. Algunas de éstas culpan a personas o grupos; otras a errores políticos, y así sucesivamente se repiten argumentos en torno a viejos problemas, que muy poco tienen de originales.
En un intento por resumir tantos ángulos que buscan justificar lo sucedido, simplifico en que es precisamente en la campaña política donde la coalición gobernante demuestra que no estaba preparada para un quinto período y, más aun, que afrontar todos sus problemas internos desde el gobierno pudo llegar a ser negativo para Chile.....En un esfuerzo casi alocado por unir y zanjar divisiones internas, se hicieron concesiones a diferentes grupos, sin reflexión y en ocasiones sin cordura. La coalición gobernante descubrió muy tarde que no era en la campaña electoral donde podía corregir una petrificación que arrastraba 20 años.

A pesar de representar al gobierno más popular de los cuatro que ejerció la Concertación, las simpatías por la Presidenta Bachelet no alcanzaron. Su propio gobierno fue reflejo de una coalición incapaz de enmendar rumbos. Ella misma, luego de un largo comienzo tambaleante, entrega lo mejor de sí con cariño y alegría, cuando su desprendimiento e intuición en los nombramientos la llevan a colocar a Edmundo Pérez Yoma como ministro del Interior. Ello contribuyó a un muy buen gobierno presidencial para el bien del país, donde la Presidenta concentró sus esfuerzos.
Por otra parte, no son tantos ni tan serios los argumentos dados para explicar la victoria de Sebastián Piñera. Que la gente quería un cambio luego de 20 años no es suficiente, menos frente al gobierno mejor evaluado de los cuatro consecutivos de la coalición. Es probable que, luego de la severa crisis moral y económica internacional, el país haya buscado, casi instintivamente, un gobierno que asegurara una manera más estable de afrontar los retos, sin los riesgos de buscar soluciones en pasados muertos. No era posible pretender excluir por siempre de la conducción del Poder Ejecutivo a la mitad de los chilenos.

Tampoco es posible continuar con un país donde esa mitad es dueña de casi todas las tierras y empresas; medios de comunicación y universidades, y en donde la concentración del ingreso no cesa en sus tendencias negativas. Con todo lo positivo de los gobiernos de la Concertación, lo que será un día calificado como histórico y donde el país volvió a restituir el humanismo y la solidaridad, ésta nunca encontró la fórmula de aplicar plenamente en los hechos las gigantescas conquistas después de período dictatorial tan oscuro y cruel.
El país espera del Presidente electo no sólo que continúe y perfeccione algunas políticas sociales, sino que también corrija rumbos y sepa interpretar con coraje los cambios que se requieren luego de que la crisis internacional dejara tantas injusticias al descubierto. No son retos fáciles, pero son imprescindibles. Quienes recibirán el país en unos días lo harán esta vez de un modo completamente diferente. Se trata de un país solvente, con grandes reservas y mucho optimismo, en el sentido de poder alcanzar niveles de un país desarrollado.

La bienvenida democrática al poder de la oposición no puede ser tomada como la reanudación, sin armas esta vez, de un enfrentamiento entre chilenos. Es preciso entender que en la educación, la salud, mayores autonomías regionales y tantas otras materias importantes, las soluciones deben fundarse sólidamente en acuerdos políticos. No se trata de volver a política de acuerdos puntuales, que algún día fue necesaria. Es construir juntos una forma de gobernar que sepa comprender que superar los retos para que los beneficios del desarrollo se compartan mejor entre todos los chilenos demanda el coraje de saber concordar, con igual o más fuerza, aquel mandato irrenunciable e imprescindible de señalar discrepancias desde la oposición.
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