jueves, enero 28, 2010

Mirar más allá de la nariz. Ignacio González Camus

Una vez consumada la derrota, los políticos del PS, DC, PPD y PRSD, en lugar de reflexionar sobre lo que debería ser la futura Concertación, se dedicaron a una política de corto plazo. Cada partido buscaba situarse de la mejor manera, sin pensar en sus aliados. Sus objetivos inmediatos: las mesas de la Cámara y el Senado. No es que no haya que preocuparse del tema, sino que la manera de hacerlo puede aumentar aún más los riesgos de explosión y fragmentación del conglomerado.
La acción de los diputados radicales de pactar en secreto con la derecha, realizada, al parecer, con el conocimiento -¿y aprobación?- de José Antonio Gómez, fue rechazada por el patriarca radical Enrique Silva Cimma, más que molesto por la escasa ética del acuerdo. Y también por la instancia superior del PRSD. En la DC, senadores comenzaron negociaciones con la Coalición por el Cambio para asegurar una mesa que represente las mayorías. El problema es que esas tratativas, si no son bien llevadas y no representan a la mayoría de la Concertación, pueden derivar en pésimos efectos colaterales, como la reanudación de los intentos por llegar a acuerdos cada uno por su lado....Lo que está claro es que ni la Concertación ni sus integrantes deben enredarse en jugarretas de coyuntura -ese “parar la olla” para el día-, sino proponerse impedir que la exitosa construcción suprapartidaria se disgregue. Las acciones que se adopten deberían responder a la mirada común. Está claro que la derecha deslizará todo tipo de iniciativas para dividir a los concertacionistas. Es experta en seducir con el dinero y el poder (aunque éste termine por volverse contra quienes usufructúen de él en el campo ajeno).

Por desgracia, no hay en la Concertación una personalidad que, en este preciso instante, sea considerada como un primus inter pares, esto es, que tenga influencia decisiva en sus cuatro partidos. Por lo tanto, deberemos presenciar una continua fricción en cuyo transcurso deberían irse delineando -¿espontáneamente?, ¿por una sabiduría común?, ¿por guerra declarada?- algunas de las grandes líneas que regirán al conglomerado. No hay todavía acuerdo en el comportamiento frente al gobierno de Sebastián Piñera. Parece claro que ir simplemente al choque no favorece al país. Sería una ceguera negar acuerdos en proyectos que realmente beneficien a los sectores más postergados y que no constituyan retroceso para las conquistas y la equidad. No sería adecuado cerrarse a propuestas que representen un progreso. Pero la Concertación tiene valores y postulados que constituyen sus parámetros, y ellos le servirán para sopesar lo que propondrá Piñera. Adicionalmente, está en condiciones de negociar con el futuro régimen. Hay ideas y proyectos concertacionistas que quedaron sin materializarse. Perfectamente será posible reivindicarlos en el curso del eventual diálogo que se materialice.

Pero, por favor, que todo lo que se haga no sea mirando las próximas 24 horas, sino pensando en las municipales de 2012, las presidenciales de 2013 y todavía mucho más allá
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