viernes, diciembre 18, 2009

MEO: Las "llaves del reino". J.Fco. Coloane

Las “llaves del reino” las tiene Marco Enríquez –Ominami.
Lo que él diga o haga, decidirá quién será el próximo administrador del estado de Chile.
No es porque sea el “dueño de los votos” como dice, sino porque es dueño de una opinión y una postura incisiva en contra de la Concertación que logró un porcentaje de 20%, suficiente como para llamarlo tercera fuerza, aunque no tenga partido ni parlamentarios por el momento.

Debo haber sido uno de los primeros en usar el término tercera fuerza cuando estaba en 10% varios meses antes de la elección del 13 de diciembre en un artículo escrito para ARGENPRESS.
Puede ganar Piñera y se le atribuirá a él. Puede ganar Frei y será por él.
Desde hace muchas décadas no surgía un político que en menos de un año se posicionara con tanto vigor, e incidiera en forma tan crucial en una elección presidencial, con el poder de voz a disposición de Marco Enríquez- Ominami.
Tiene las “llaves del reino”, valga la metáfora, aunque para algunos -como yo- les duela en los huesos tener que reconocerlo y en cierta medida admirarlo.

Me explico.

Sin tener alma de concertacionista, - me mantuve alejado de la política nacional por un largo exilio-, pensé y pienso aún que la Concertación es lo mejor para Chile por lo que he palpado viajando por el país. Residiendo en el exterior también he notado un gran respeto por Chile. En políticas sociales y económicas está en otra liga, no la mayor de las mayores, pero en una definida por Chile mismo.

Es probable que esta nación tan vilipendiada internamente por la política, sea el paradigma de un estado de desarrollo para dar el salto a la próxima etapa más alejada del subdesarrollo.

En Chile hay problemas, hay necesidades, no hay mucha alegría porque las estrategias de supervivencia están exacerbadas por un sistema económico que tal vez demanda más de lo que recompensa.

También se debe a un estado que todavía no satisface plenamente lo que Obama llama: “aquellas necesidades y tareas de las personas que solo el estado puede y debe hacer”.

Con todo el reclamo de la gente, Chile está lejos de estar mal en cuanto a servicios básicos, infraestructura, seguridad personal, y normas de convivencia.

El estado funciona más que adecuadamente, en una opinión tal vez mezquina y generalizadora.

No le tengo miedo a un gobierno de derecha. Piñera aún puede no ser tan de derecha como suena, y los que lo acompañan por mucho que arrastren un pasado íntimo con el gobierno militar, deberán adaptarse a un contexto que rechaza autoritarismo y arbitrariedades.

Sin embargo la Concertación ha demostrado entregar más garantías por la sencilla razón de haber administrado bien una transición difícil pero pacífica, y con un modelo de mediación y proceso de reconciliación respetado en otros países.

El punto principal eso sí, es que la transición no ha concluido como en algunos cuarteles se proyecta con injustificada vehemencia.

Completar la transición es una tarea pendiente de la Concertación.

Sería un error histórico pensar que la transición se completa a través de un gobierno liderado por un conglomerado que todavía pone enormes dificultades para que esa transición se consolide de verdad y se cierre como capítulo.

El objetivo de completar esa transición, que es uno de los principios básicos para la gobernabilidad, ha quedado a veces en el limbo.

En la evaluación más somera, está inconclusa en varias áreas: la Constitución, los procesos abiertos e inacabados de reparación y justicia a los DDHH, el cierre del binominalismo, plenas garantías de libertad de prensa, ley de amnistía, rectificar las leyes que perjudican al empleado, y reducir al máximo el autoritarismo del estado que se prolonga como cultura después de una larga dictadura. Son algunas áreas.

El país cayó a veces en lo que un sociólogo (Philip Slater) llama: “La cultura del toillette; poner en el alcantarillado aquellos temas que no queremos ver, o no convienen que existan”

Completar la transición es una tarea pendiente de la Concertación y sería injusto e inapropiado dejar que la derecha o la alianza se hagan cargo de algo que tal vez no estén ni de acuerdo que se lleve a cabo. Es un debate abierto.

Las “llaves del reino” encontraron la transición inconclusa y del propietario de esas llaves se está haciendo depender tanta historia, en tan poco tiempo.

Frente a las contradicciones inconmensurables del momento, surgen interrogantes: si Marco Enríquez-Ominami percibe todas las situaciones con la misma agudeza con que destapó la olla de problemas en la Concertación; y frente a la magnitud de la tarea, si estará en la disposición y con la libertad suficiente para co-liderar y absorber el esfuerzo colectivo mayor que hará doler huesos en todos lados
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