Los debates presidenciales, especialmente cuando hay más de dos candidatos, difícilmente pueden producir un claro ganador. Ya que los candidatos y sus comandos se preocupan de subir las expectativas sobre los rivales y bajar las propias, las apuestas sobre quién tendrá mejor desempeño siempre aparecen distorsionadas. De igual forma, los ejércitos de voceros que salen a resaltar las interpretaciones favorables a sus candidatos también desfiguran los recuerdos que tiene la gente. Adicionalmente, el hecho que la mayoría de los televidentes del primer debate sean simpatizantes comprometidos, al final del día, el evento tiene poca incidencia directa sobre la intención de voto.
Pero los debates tienen un gran efecto sicológico sobre los equipos de campaña y los simpatizantes más comprometidos. También, instalan percepciones en los medios de comunicación y líderes de opinión, que a esta altura de la campaña están más atentos que el público en general. Los debates ponen temas que sobreviven por varias semanas en el campo de batalla de campaña. Por eso, aunque difícilmente los puede ganar alguien, los debates pueden constituir derrotas para algunos candidatos.
La mejor forma de saber quién ganó un debate es mirando el estado de ánimo de los comandos y revisando los temas que resuenan en la cobertura mediática. Siguiendo ese criterio, el debate de anoche tuvo a Piñera como perdedor. Frei acusó a Piñera directamente. Golpeó primero. Piñera, que se había visto algo nervioso y sin su acostumbrada enfática coherencia, respondió con fuerza, pero por el formato del debate, tarde. El empresario terminó cojeando por su lado más débil, la compleja combinación de política y negocios. Al acusarlo de uso de información privilegiada, Frei convirtió el debate en un cuestionamiento a la idoneidad de Piñera para ser presidente. Es cierto que el que va segundo siempre ataca. Pero sabiendo eso, Piñera pareció poco preparado para defenderse y contra atacar. Porque lleva 4 años en campaña, el discurso de Piñera pareció repetitivo. Su promesa de ser más duro con los bancos a favor de los usuarios pareció acercarlo a un terreno donde sus tres rivales tienen más credibilidad. Después de todo, cuando piensa en quién sería el candidato de los banqueros, la gente inevitablemente apunta a Piñera.
Frei concentró sus dardos en Piñera, ignorando los emplazamientos de Enriquez-Ominami. La estrategia es riesgosa. Si funciona, reduce la carrera a una cuestión de dos. Pero si la gente castiga las peleas y acusaciones mutuas, la disputa Piñera-Frei terminará por favorecer a ME-O. La decisión de ignorar a Marco refleja que Frei no está pensando en la segunda vuelta, donde necesitaría su apoyo. Si no temiera perder ante Marco en primera vuelta, Frei sería tan condescendiente con ME-O como ha sido con Arrate. Frei habló de transparencia y rendición de cuentas, pero es el único que no ha informado respecto a cuánto ha gastado y de dónde ha sacado el dinero. Frei se equivocó cuando dijo que Clinton había alabado el sistema chileno. Muchos chilenos que, a diferencia de Clinton, son usuarios del sistema podrían discrepar. En su imprecisión habitual con palabras, Frei también exageró el status de transparencia internacional. Pero en general, se mantuvo firme. Ya que las expectativas sobre su desempeño eran tan bajas, Frei no decepcionó.
Como se anticipaba, ME-O habló de futuro, esperanza y recambio. Puso un par de buenos temas, como los operadores en los hospitales y los problemas en vivienda. Pero no es fácil para un candidato de 36 años lograr mostrarse como presidenciable. Para pasar a segunda vuelta, necesita que Frei tropiece. Anoche, no lo logró. Marco sigue en carrera, pero necesita mantener su curva ascendente si quiere alcanzar a un Frei que aunque no brilla, aguanta bien.
Lo de Arrate no fue sorpresivo. Un candidato que no tiene nada que perder puede decir un par de verdades y hacer promesas. Nadie le va a pedir explicaciones sobre cómo lo va a hacer o financiar. Pero Arrate igual logró consolidarse como un candidato de protesta y de izquierda. Su buen desempeño obligará a Frei y ME-O a decidir entre cuidar su flanco izquierdo y penetrar más en parte de ese voto moderado que, después del debate, parece menos evidente que esté seguro en el campo de Piñera.
Por el número de participantes, su estructura y naturaleza, el debate no podía tener un claro ganador. Pero probablemente anoche Frei se sintió un poco más aliviado y Piñera se fue a casa sabiendo que perdió una gran ocasión para apuntalar su primer lugar. El puntero tropezó y eso significa que, en las próximas semanas, la incertidumbre sobre quién será el próximo presidente irá en aumento.
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