viernes, junio 19, 2009

¿Qué le pasó a Piñera?. Ricardo Solari

El estancamiento en las encuestas ha provocado en la derecha y en Piñera un extraño fenómeno de paralización, mutismo y conversión. La paralogización es evidente y resulta del fracaso de la tesis del desalojo, que día a día se ve contrastado con la descomunal realidad de la popularidad de la Presidenta Bachelet, adhesión que además no deja de aumentar. El otro gran eje de ese plan desestabilizador, que era enfatizar la corrupción del oficialismo, ya no funciona porque el foco de este tema ha cambiado de domicilio y se ha desplazado a las “oficinas” de parlamentarias y parlamentarios de la UDI y RN.

El mutismo ocurre porque la dinámica de la campaña ha quedado establecida en la disputa entre la persistencia y solidez de Frei y la audacia de Marco Enríquez, mientras Piñera y la derecha observan desde el borde cómo el diputado y el senador ponen los temas del debate y disputan enfoques y argumentos de gobernabilidad. Así se desenvuelve la mecánica presidencial y en ella los aliancistas apenas concurren como comentaristas, con la vana esperanza de que esa disputa y no la conquista de votos propios los conduzca al gobierno.

Sin embargo, el producto estrella de la crisis del piñerismo ocurre en el terreno de las ideas. La conversión ideológica de la derecha alcanzó un punto mayor con la propuesta del Ministerio contra la Pobreza, que Piñera, hipotético Presidente, pretende instalar en La Moneda. O sea, la derecha, antes tan unilateral en su defensa del crecimiento económico, hoy propone solucionar la pobreza creando nueva burocracia, un ministerio y dos subsecretarías. ¿Qué pasó con el emprendimiento y la iniciativa individual? ¿Qué pasó con la crítica al paternalismo concertacionista? No pocos, sin embargo, creemos que esta novedad programática, más que a resolver problemas de la gente modesta, es una estrategia que apunta a seducir a grupos pobres que ven sus conquistas sociales amenazadas por el candidato-empresario. Además, el dueño de Chilevisión encuentra una excusa para terminar con el ministerio responsable de promover la libertad de expresión.

La edad es otro tema que le obsesiona a Piñera, pero como no ha descubierto aún el manantial de la eterna juventud, promueve la ingeniosa idea de obligarse a ponderar y promediar una cierta juventud en su gabinete. Esta es una mala copia de la paridad de género de la Presidenta Bachelet, potente porque se hacía cargo de una discriminación esencial en la sociedad chilena, pero en este caso trastocada como maniobra comunicacional. Además, el ardid es cuestionable en la realidad de cierta gerontocracia dominante en la Coalición por el Cambio, en donde el promedio de edad es significativamente superior, por ejemplo, al de los presidentes de los partidos de la Concertación.

Abandonando convicciones propias, adoptando ideas desechadas en la izquierda, como la del ministerio de los pobres, recibe además la mala noticia del Pacto contra la Exclusión, que pone en marcha un proyecto que tiene mucha incertidumbre, pero una sola certeza: La Alianza no tendrá mayoría en ninguna de las dos cámaras del Parlamento. Este Pacto surge por el incumplimiento de la promesa presidencial de Piñera el año 2005 en favor de reformar el sistema binominal.

Y la guinda de la torta es que, para no mostrar a los verdaderos dirigentes —viejos cuadros derrotados ya en muchas elecciones—, designa como vocero al ex diputado Jorge Schaulsohn, a quien antes trataban a empujones y palmazos. Todo un progreso en diversidad de parte de quien creía que en diciembre ganaba esta elección presidencial en primera vuelta y hoy en día debe contentarse con juntar fuerzas para sufrir en enero.
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