CAMBIO DE EQUIPO. Andres Rojo
¿Cuál es la razón profunda y verdadera para censurar a las personas que cambian de equipo? Esta situación se da en casi todos los ámbitos de la existencia humana, pero en donde más ha venido llamando la atención en el último tiempo es en Chile, a propósito de las renuncias o expulsiones de los partidos políticos.
Hay que precisar, en todo caso, que cuando se cambia un partido por otro o por la independencia no sólo se produce una mudanza de la tienda de referencia sino que, así se supone, hay un cambio en el pensamiento que lleva a que una persona que se sintió identificada en determinado momento con una colectividad experimente una sensación de divorcio que hace intolerable su permanencia. Lo mismo ocurre en el sentido inverso, cuando es el partido el que resuelve que determinado militante ya no se encuadra dentro del pensamiento oficial de la tienda.
Cuando un hincha de un equipo de fútbol se cambia de un club a otro, es normal que sus antiguos compañeros lo traten con desdén, si es que no le quitan la palabra; en tanto que los nuevos compañeros pueden considerarlo sospechoso por un tiempo, mientras no comprueben su fidelidad con el nuevo equipo. En política, estas situaciones son aún peores porque en esta actividad los vínculos humanos se van construyendo junto con un quehacer cotidiano que requiere de la confianza quizás en mayor grado que en otros campos.
Por eso, tomar la decisión de dejar un partido para abrazar otra causa o permanecer en la independencia tiene, al menos, el valor del coraje. Siempre es más fácil mantenerse en la comodidad de lo conocido y no tomar riesgos, y menos cuando ya se tiene una situación privilegiada.
Cuando se toma una decisión tan significativa como cambiar de equipo resultan comprensibles las reacciones viscerales, tanto del antiguo grupo como del nuevo, pero la eficiencia en política requiere de una alta dosis de realismo y pragmatismo que debería dejar de lado ese tipo de expresiones.
Es preciso reconocer que si se toma la decisión de abandonar la comodidad y la seguridad por una aventura que puede parecer incluso un salto al vacío, existen en la persona impulsos profundos y serios que la llevan a adoptar una resolución de este tipo.
Lo prudente sería indagar en las motivaciones de estas personas, tratar de comprender su razonamiento y extraer de este los mejores argumentos para que los partidos puedan mejorar su posición y sacar provecho de quienes vieron marchar a otras aventuras, pero cuando no se procede así es inevitable deducir que la pasión ha primado sobre la razón. [+/-] Seguir Leyendo...
Hay que precisar, en todo caso, que cuando se cambia un partido por otro o por la independencia no sólo se produce una mudanza de la tienda de referencia sino que, así se supone, hay un cambio en el pensamiento que lleva a que una persona que se sintió identificada en determinado momento con una colectividad experimente una sensación de divorcio que hace intolerable su permanencia. Lo mismo ocurre en el sentido inverso, cuando es el partido el que resuelve que determinado militante ya no se encuadra dentro del pensamiento oficial de la tienda.
Cuando un hincha de un equipo de fútbol se cambia de un club a otro, es normal que sus antiguos compañeros lo traten con desdén, si es que no le quitan la palabra; en tanto que los nuevos compañeros pueden considerarlo sospechoso por un tiempo, mientras no comprueben su fidelidad con el nuevo equipo. En política, estas situaciones son aún peores porque en esta actividad los vínculos humanos se van construyendo junto con un quehacer cotidiano que requiere de la confianza quizás en mayor grado que en otros campos.
Por eso, tomar la decisión de dejar un partido para abrazar otra causa o permanecer en la independencia tiene, al menos, el valor del coraje. Siempre es más fácil mantenerse en la comodidad de lo conocido y no tomar riesgos, y menos cuando ya se tiene una situación privilegiada.
Cuando se toma una decisión tan significativa como cambiar de equipo resultan comprensibles las reacciones viscerales, tanto del antiguo grupo como del nuevo, pero la eficiencia en política requiere de una alta dosis de realismo y pragmatismo que debería dejar de lado ese tipo de expresiones.
Es preciso reconocer que si se toma la decisión de abandonar la comodidad y la seguridad por una aventura que puede parecer incluso un salto al vacío, existen en la persona impulsos profundos y serios que la llevan a adoptar una resolución de este tipo.
Lo prudente sería indagar en las motivaciones de estas personas, tratar de comprender su razonamiento y extraer de este los mejores argumentos para que los partidos puedan mejorar su posición y sacar provecho de quienes vieron marchar a otras aventuras, pero cuando no se procede así es inevitable deducir que la pasión ha primado sobre la razón. [+/-] Seguir Leyendo...
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