Agotamiento de la política conservadora. Juan Claudio Reyes
La reacción conservadora por excelencia es aquella que actúa por temores.
En el ámbito político, esta reacción se manifiesta por el temor a no tener el poder y, si este se tiene, al vértigo insoportable que produce la posibilidad de perderlo.
Esto es lo patético en la reacción de la mayoría de los “líderes” políticos que se han pronunciado, con especial arrebato, respecto de las cifras que surgen de encuestas parciales, acerca de la candidatura presidencial de Marcos Enríquez-Ominami.
Ello iguala, desde el punto de vista de su conducta, a quienes dirigen la Concertación y a quienes “lideran” la derecha.
Precisamente aquí es donde hay que empezar a explicarse el sentido de la candidatura del diputado.
Ella expresa, en primer lugar, el rechazo de un segmento muy importante de la población, al funcionamiento del sistema político chileno, no solamente a la forma en que se constituyen las instituciones que lo representan, sino sobre todo a la manera en que se desempeñan los roles, por parte de sus principales actores.
Esto, por lo demás, es normal en el funcionamiento de cualquier sociedad, solo que en la nuestra se ha perdido la costumbre de entender que deben tener cabida todas las opciones, no solo aquellas que representan al “stablishment”.
Es útil recordar que solo hace algunos pocos meses, sin haber estado en ningún programa político de televisión, ni copar miles de páginas de periódicos, u horas y horas de radios, como lo ha hecho el diputado Enríquez-Ominamii, Leonardo Farkas, sin desarrollar ninguna idea acerca de lo que el país necesita marcaba 5, 6 o 7 puntos, dependiendo de cada encuesta. En ambos casos, ellos han actuado como catalizadores del descontento. Descontento legítimo y, con toda seguridad, mucho mas compartido que los guarismos que estos dos personajes han representado.
Con toda seguridad hay muchos mas, incluso tras las candidaturas de Frei y Piñera, que comparten el mismo descontento, pero una mayor ligazón política o ideológica, les impiden adherirse a cualquier opción contestataria.
En este cuadro, entre los actores mas relevantes, quien mejor reacciona es el senador Frei, tal vez por la manera en que surge su candidatura. Precisamente, ella se construye contra la idea predominante de la superestructura de la coalición que hoy representa; incluso de su Partido, que hace pocos meses, contaba con otra candidatura, “inamovible”, para los dirigentes tradicionales de la DC.
Volvamos sobre nuestro tema central: el conservadurismo de nuestra élite política.
El sistema binominal es criticado en público y venerado en privado, especialmente por los parlamentarios, quienes tendrían que votar por su cambio. Ello no es extraño. En cualquier época o régimen, es muy difícil que se legisle en la dirección de afectar a quienes tienen que votar la modificación que los perjudica en lo mas íntimo. Y el deseo mas íntimo, en psicologías conservadoras, es la mantención del status quo; es decir, que nada cambie, pues la mantención de la situación presente, representa el seguro de la permanencia de la condición que acomoda a la élite, con todos los beneficios que ello implica.
Otra cosa es el análisis de a quienes, eventualmente afecta, desde el punto de vista electoral, la candidatura del diputado “díscolo”
Soy de los que cree que ella puede terminar siendo particularmente funcional a la candidatura de Frei, permitiendo su elección en una segunda vuelta.
Vamos a las cifras. En el caso mas extremo, asumamos que las candidaturas “alternativas” Ominami, Arrate Navarro y Zaldívar sumen 25%, según la siguiente distribución: Ominami 16 puntos; Arrate 4, Zaldivar 3 y Navarro 2.
Ello deja a Piñera y Frei con un 75% sumado. De nuevo, tomemos el peor escenario (dentro de los posibles supuestos de hoy): Piñera 40% y Frei 35%.
La pregunta es entonces como se distribuirían los “votos díscolos” en segunda vuelta.
Aquí los supuestos son mas bien razonables.
Primera vuelta Segunda vuelta
Piñera 40 Piñera Frei
Frei 35 40 35
Ominami 16 Ominami 6 10
Arrate 4 Arrate 0.5 3.5
Zaldivar 3 Zaldivar 2 1
Navarro 2 Navarro 0.5 1.5
100 Totale 49 51
Por cierto, todo esto puede ser distinto.
El punto es lo que se debe hacer Y desde luego, de la necesidad de dejarse de hacer leseras.
Aquí entramos en el terreno de la estrategia.
¿Cuál es la pega?
Hacer que todos los votos de Arrate y Navarro vayan a Frei en segunda vuelta y que dos de cada tres votos de Ominami hagan lo mismo.
Ello no debiera ser muy difícil, a condición que se tomen las decisiones acertadas.
No es acertado empujar a los humanistas a la candidatura de Ominami, ni agredir a este, esperando tenerlo luego al lado. La candidatura “simpática”, especialmente para los jóvenes y aquellos que legítimamente quieren protestar, es la del diputado y no la nuestra, desgraciadamente.
Tampoco las declaraciones destempladas cada vez que no nos gusta una encuesta.
De ningún modo, aunque no agrade que se diga esto, los problemas nuestros se resuelven con la incorporación simbólica de “rostros jóvenes” a la dirección de la campaña.
Ya sabemos que, al final, el éxito de las campañas supone la activación de los activos militantes y esos se representan a través de los partidos, aunque a algunos eso nos les guste.
Así lo entiende la UDI y se lo exige a Piñera, con la diferencia que este los acoge y no los desprecia.
Del mismo modo, los partidos tienen que hacer su parte. Desde luego, buscando sus mejores cartas para la contienda parlamentaria. En ello no solo están atrasados, sino que se han dejado llevar por el ritual de “asegurar” a los miembros del “club”, sin mucha imaginación ni osadía. Y bien sabemos que una campaña exitosa depende de los candidatos a parlamentarios que, a diferencia del candidato presidencial” están todo el día en cada distrito.
Este es uno de los temas de mas difícil solución, pues es aquí donde el conservadurismo y el miedo se manifiestan con mayor fuerza.
Como bien dice Frei, hay que salir a la calle. Ese siempre ha sido el mayor activo de la Concertación.
Pero se está cometiendo el mismo error de la primera parte de la campaña de la Presidenta Bachelet. Intentar una campaña tan atípica, que nadie entendió durante meses.
El mensaje es: no supongan las elites que el país ha cambiado tanto como para hacer las cosas de modos que casi nadie entiende.
Y estén disponibles para aceptar que, en un esfuerzo de menos miedo y mas audacia, algunos de ellos se podrán quedar en el camino…tal vez en buena hora.
Santiago, 19 de mayo de 2009.
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En el ámbito político, esta reacción se manifiesta por el temor a no tener el poder y, si este se tiene, al vértigo insoportable que produce la posibilidad de perderlo.
Esto es lo patético en la reacción de la mayoría de los “líderes” políticos que se han pronunciado, con especial arrebato, respecto de las cifras que surgen de encuestas parciales, acerca de la candidatura presidencial de Marcos Enríquez-Ominami.
Ello iguala, desde el punto de vista de su conducta, a quienes dirigen la Concertación y a quienes “lideran” la derecha.
Precisamente aquí es donde hay que empezar a explicarse el sentido de la candidatura del diputado.
Ella expresa, en primer lugar, el rechazo de un segmento muy importante de la población, al funcionamiento del sistema político chileno, no solamente a la forma en que se constituyen las instituciones que lo representan, sino sobre todo a la manera en que se desempeñan los roles, por parte de sus principales actores.
Esto, por lo demás, es normal en el funcionamiento de cualquier sociedad, solo que en la nuestra se ha perdido la costumbre de entender que deben tener cabida todas las opciones, no solo aquellas que representan al “stablishment”.
Es útil recordar que solo hace algunos pocos meses, sin haber estado en ningún programa político de televisión, ni copar miles de páginas de periódicos, u horas y horas de radios, como lo ha hecho el diputado Enríquez-Ominamii, Leonardo Farkas, sin desarrollar ninguna idea acerca de lo que el país necesita marcaba 5, 6 o 7 puntos, dependiendo de cada encuesta. En ambos casos, ellos han actuado como catalizadores del descontento. Descontento legítimo y, con toda seguridad, mucho mas compartido que los guarismos que estos dos personajes han representado.
Con toda seguridad hay muchos mas, incluso tras las candidaturas de Frei y Piñera, que comparten el mismo descontento, pero una mayor ligazón política o ideológica, les impiden adherirse a cualquier opción contestataria.
En este cuadro, entre los actores mas relevantes, quien mejor reacciona es el senador Frei, tal vez por la manera en que surge su candidatura. Precisamente, ella se construye contra la idea predominante de la superestructura de la coalición que hoy representa; incluso de su Partido, que hace pocos meses, contaba con otra candidatura, “inamovible”, para los dirigentes tradicionales de la DC.
Volvamos sobre nuestro tema central: el conservadurismo de nuestra élite política.
El sistema binominal es criticado en público y venerado en privado, especialmente por los parlamentarios, quienes tendrían que votar por su cambio. Ello no es extraño. En cualquier época o régimen, es muy difícil que se legisle en la dirección de afectar a quienes tienen que votar la modificación que los perjudica en lo mas íntimo. Y el deseo mas íntimo, en psicologías conservadoras, es la mantención del status quo; es decir, que nada cambie, pues la mantención de la situación presente, representa el seguro de la permanencia de la condición que acomoda a la élite, con todos los beneficios que ello implica.
Otra cosa es el análisis de a quienes, eventualmente afecta, desde el punto de vista electoral, la candidatura del diputado “díscolo”
Soy de los que cree que ella puede terminar siendo particularmente funcional a la candidatura de Frei, permitiendo su elección en una segunda vuelta.
Vamos a las cifras. En el caso mas extremo, asumamos que las candidaturas “alternativas” Ominami, Arrate Navarro y Zaldívar sumen 25%, según la siguiente distribución: Ominami 16 puntos; Arrate 4, Zaldivar 3 y Navarro 2.
Ello deja a Piñera y Frei con un 75% sumado. De nuevo, tomemos el peor escenario (dentro de los posibles supuestos de hoy): Piñera 40% y Frei 35%.
La pregunta es entonces como se distribuirían los “votos díscolos” en segunda vuelta.
Aquí los supuestos son mas bien razonables.
Primera vuelta Segunda vuelta
Piñera 40 Piñera Frei
Frei 35 40 35
Ominami 16 Ominami 6 10
Arrate 4 Arrate 0.5 3.5
Zaldivar 3 Zaldivar 2 1
Navarro 2 Navarro 0.5 1.5
100 Totale 49 51
Por cierto, todo esto puede ser distinto.
El punto es lo que se debe hacer Y desde luego, de la necesidad de dejarse de hacer leseras.
Aquí entramos en el terreno de la estrategia.
¿Cuál es la pega?
Hacer que todos los votos de Arrate y Navarro vayan a Frei en segunda vuelta y que dos de cada tres votos de Ominami hagan lo mismo.
Ello no debiera ser muy difícil, a condición que se tomen las decisiones acertadas.
No es acertado empujar a los humanistas a la candidatura de Ominami, ni agredir a este, esperando tenerlo luego al lado. La candidatura “simpática”, especialmente para los jóvenes y aquellos que legítimamente quieren protestar, es la del diputado y no la nuestra, desgraciadamente.
Tampoco las declaraciones destempladas cada vez que no nos gusta una encuesta.
De ningún modo, aunque no agrade que se diga esto, los problemas nuestros se resuelven con la incorporación simbólica de “rostros jóvenes” a la dirección de la campaña.
Ya sabemos que, al final, el éxito de las campañas supone la activación de los activos militantes y esos se representan a través de los partidos, aunque a algunos eso nos les guste.
Así lo entiende la UDI y se lo exige a Piñera, con la diferencia que este los acoge y no los desprecia.
Del mismo modo, los partidos tienen que hacer su parte. Desde luego, buscando sus mejores cartas para la contienda parlamentaria. En ello no solo están atrasados, sino que se han dejado llevar por el ritual de “asegurar” a los miembros del “club”, sin mucha imaginación ni osadía. Y bien sabemos que una campaña exitosa depende de los candidatos a parlamentarios que, a diferencia del candidato presidencial” están todo el día en cada distrito.
Este es uno de los temas de mas difícil solución, pues es aquí donde el conservadurismo y el miedo se manifiestan con mayor fuerza.
Como bien dice Frei, hay que salir a la calle. Ese siempre ha sido el mayor activo de la Concertación.
Pero se está cometiendo el mismo error de la primera parte de la campaña de la Presidenta Bachelet. Intentar una campaña tan atípica, que nadie entendió durante meses.
El mensaje es: no supongan las elites que el país ha cambiado tanto como para hacer las cosas de modos que casi nadie entiende.
Y estén disponibles para aceptar que, en un esfuerzo de menos miedo y mas audacia, algunos de ellos se podrán quedar en el camino…tal vez en buena hora.
Santiago, 19 de mayo de 2009.
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