viernes, abril 03, 2009

Peor que la colusión . Ricardo Solari. La Segunda


Un columnista habitual de este diario ha señalado que lo más grave del episodio de las farmacias fue que se involucrara al candidato de la Alianza. Que pierda la derecha la oportunidad de alcanzar La Moneda por la participación de Piñera en un porcentaje de la propiedad de la coludida, pesa tanto más que los usuarios, los enfermos, los viejitos y las familias abusadas. Los efectos electorales de una situación originada por la confesión voluntaria de uno de los actores implicados gravitan más que los impactos sociales.

Quiero ser justo, no es que se nieguen los hechos. Sólo se relativizan, se minimizan, se achican. “Lo peor del episodio ha sido pretender aprovechar políticamente lo sucedido”. O sea, la frescura, la indecencia, no es de los que hipotéticamente se concertaron, planearon este atentado a la libre competencia y consiguieron ventaja para ganar algo de dinero extra a costa de la gente común, sino de aquellos que han planteado que el candidato de la Alianza tenga que explicar algunas cosas en relación a su patrimonio y a los hechos que son parte de este escándalo.

Yo soy de los que creen que Piñera no tiene responsabilidad en el episodio mencionado, pero el enredo político surge cuando el candidato no despeja su dilema real. Un ejemplo: Piñera ha dicho que este riesgo de colusión se resuelve otorgando facilidades a los supermercados para vender medicamentos. Pero, ¿el candidato aliancista es también accionista de alguna de esas compañías? Evidentemente existe un mayúsculo problema que persiste, que Piñera ha tenido innumerables posibilidades de resolver. Y que a mi juicio ya no resolvió.

Pero a nuestro colega columnista también le molestan las fiscalizaciones y particularmente aquellas que se hacen a la luz del día, con visibilidad, con acceso a los medios de comunicación.

Que algunas situaciones denunciadas adquieran realidad y materialidad, es crucial para que la población tome nota del mundo en que vive. La incombustibilidad de algunos ejecutivos que se reparten súper bonos en medio de las quiebras y el colapso de sus empresas sólo puede ser enfrentada por una opinión pública informada y en lo posible activa.

Ni la colusión de las farmacias ni los superbonos los inventaron los enemigos del capitalismo, ni los fiscalizadores, ni el diario La Nación. Al revés, sólo debería preocupar la ausencia de fiscalización y de autoridades que nos defiendan.

La presunción de inocencia es otro tópico aludido en esta lógica de bajar perfil. Ese alegato, tan válido a la hora de proteger la honra de cientos de modestos chilenos criminalizados cotidianamente al momento de concurrir a un tribunal, tiene una connotación distinta, civil o penalmente, cuando hablamos de grandes empresas que toman sus decisiones a través de complejos procesos racionales y que impactan a millones de chilenos y sus necesidades básicas.No es bueno echarle tierra a este asunto. Eso sería mucho peor que la colusión. Se instalaría una negativa impunidad. La sociedad chilena tiene que sacar todas las lecciones posibles de este episodio. La crisis mundial se resolverá erradicando malas prácticas y reformando las instituciones que hicieron la vista gorda irresponsablemente mientras se profundizaba el desastre. En este caso, nada puede ser mejor para fortalecer la libre competencia que un sano debate, que permita que el interés público prime por sobre los intereses particulares. Por eso es que, lejos, lo más grave de este episodio, en medio de un año electoral, no es que un candidato haya sido mencionado, sino que los derechos de los consumidores no sean adecuadamente cautelados. Sin histeria, pero sin temor.
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