Los ricos bajo ataque .The Economist
Lanzaron piedras a las ventanas de un banquero en Edimburgo, los trabajadores tomaron como rehenes a ejecutivos en Francia, se propusieron tasas tributarias retroactivas del 90% en Washington, y ahora hubo disturbios en Londres cuando llegaron los líderes del G-20 para participar en su cumbre. Está en marcha un gran cambio en las actitudes sociales que podrían tener efectos profundos en la política y la economía mundial.
Los ricos no son indudablemente los únicos objetivos en la actual y violenta reacción populista. Atemorizada por la caída económica, la gente está furiosa con los políticos, las autoridades de los bancos centrales y los inmigrantes. Pero una ola creciente de indignación está dirigida contra los nuevos "malefactores de la gran riqueza". Los villanos de hoy son una tropa mucho más grande y más global que el puñado de magnates ladrones estadounidenses que Teddy Roosevelt denunció hace un siglo.
Sin embargo, los temas son similares a los que daban vuelta a fines de esa época dorada anterior: creciente desigualdad y sensación de que los ricos codiciosos habían despojado con engaños a la gente de su correspondiente pedazo de la torta.
Parte de este engaño suena familiar: crear esquemas Ponzi y sobornar a los políticos para asegurar acuerdos favorables. Hay áreas más oscuras, en las que los ricos ocultan su dinero en paraísos tributarios y consiguen leyes tributarias hechas para su beneficio. Pero para muchos críticos lo más irritante de la actitud de los ricos es que sus dos mayores delitos fueron cometidos a plena luz del día, porque fueron parte del sistema mismo.
Grandes engaños
La primera acusación es que los ricos crearon una nueva forma de capitalismo de "si es cara yo gano, si es sello tú pierdes". Los comerciantes y administradores de fondos obtuvieron enormes remuneraciones por especular con el dinero de otras personas, pero cuando quebraron a la empresa matriz, el cliente tuvo que pagar la cuenta.
La segunda acusación es que los banqueros y administradores de fondos no estaban haciendo nada útil. A diferencia de los empresarios ricos "dignos" que fundaron Microsoft y Google, los comerciantes y corredores "indignos" sólo movieron el dinero de un lugar a otro en el sistema para beneficio propio.
El cargo de "si es sello yo gano" no está totalmente probado: algunas de las personas que dirigían bancos perdieron cuando se fueron a la quiebra. El negocio capitalista básico, según el cual a aquellos que corren riesgos de verdad se les permite acumular enormes recompensas, parece ser bastante pobre si a los contribuyentes se los deja clavados con una cuenta enorme. De ahí la ira.
A continuación de los períodos de exceso, tienden a venir los períodos de reforma. El sistema ya está empezando a corregirse. Los ricos no son tan ricos como antes: se perdieron cerca de US$ 10 billones. La desigualdad disminuirá. Al haber descubierto lo volátiles que pueden ser los mercados, los bancos no estarán tan interesados en comerciar en el futuro.
No obstante, la autorrectificación del mercado no será suficiente. Los impuestos más altos con el correr del tiempo serán inevitables, puesto que muchos gobiernos tienen grandes problemas de déficit. Pero los políticos tienen que caminar con cuidado. Las alzas de impuestos en este momento serían una muy mala idea, puesto que por el momento se necesita un estímulo fiscal. E incluso cuando los gobiernos reúnan el dinero, deberían en primer lugar librarse de las deducciones y anular las medidas nada de meritocráticas antes de subir los índices de impuesto a la renta a niveles punitivos. Exprima a los ricos hasta que las pepas suenen, y sale el jugo de la economía.
En cuanto al capitalismo de "si es sello yo gano", el problema del riesgo asimétrico debería disminuir, porque los cambios de reglas que se necesitan para que el sistema financiero sea más seguro también eliminarán las ganancias injustificadas. Las exigencias de capital contracíclicas les dejarán menos efectivo para gastar excesivamente en gratificaciones. Si los bancos centrales se centran en los mercados de activos cuando están en alza como también cuando caen, removerán gran parte de la espuma.
Contener los excesos de la riqueza, entonces, será un efecto secundario de las regulaciones diseñadas para hacer que el capitalismo funcione mejor. Tales medidas no proporcionarán la letra de los himnos revolucionarios, pero van a ser mejores que perseguir a los ricos. Éstos son un blanco fácil. Pero cuando trata de golpearlos fuerte, generalmente termina golpeándose usted mismo en la nariz.
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