Un debate con 20 años de atraso . Claudia Dides. Flacso.
¿Qué nos pasa a los y las chilenas/os con el debate sobre temas controversiales? ¿No deberíamos estar abiertos a plantear nuestras opiniones y confrontarlas con aquellos que piensan distinto?
En estos últimos días se ha revitalizado una vieja polémica, la reposición del aborto terapéutico en Chile, derogado en septiembre de 1989 por el régimen militar, sin consulta ciudadana y vigente entre 1931 y 1989. El artículo 119 del Código Sanitario permitía efectuar el aborto en los casos en que la vida de la mujer embarazada estuviera en peligro, si contaba con la aprobación de dos médicos.
Abrir hoy el debate en Chile posibilita que la democracia, que aún es débil, se fortalezca en la medida en que la ciudadanía se informe y conozca las distintas posiciones y argumentaciones de aquellos que están a favor de legislar y aquellos que no sólo están en contra de legislar, sino que incluso de debatir.
Que el aborto aparezca cada cierto tiempo en el debate, da cuenta de una necesidad siempre presente en la sociedad; muchos embarazos implican un riesgo para la vida de las mujeres, y en estas circunstancias la interrupción del embarazo es la opción médica indicada. Sin embargo, los abortos terapéuticos operan en la ilegalidad y, en el caso de las mujeres más pobres, en condiciones de riesgo para su vida.
En este contexto plantear la necesidad de abrir un debate no sólo no es un error, sino un imperativo ético para todos aquellos que quieren profundizar la democracia y abarcar las miradas plurales que coexisten para construir así una sociedad equitativa que permita a todos y todas sus ciudadanas ejercer sus derechos.
¿En quiénes están pensando aquellos que no están dispuestos a debatir este tema? ¿Qué sucede con las mujeres que se enfrentan a una situación de un embarazo no viable o que pone en riesgo su vida? Abrir el debate es reconocer la realidad y las necesidades de las personas que habitan este país, con toda la diversidad y maneras de pensar. Es además un modo de evitar caer en fundamentalismos que consideran que las acciones del Estado deben restringirse a miradas individuales. Si bien éste es un problema valórico-ético, también atañe lo político, puesto que se relaciona con la calidad de vida, la equidad y la posibilidad de elegir.
A abrir el debate.
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