martes, marzo 31, 2009

Estamos dejando atrás décadas de neoliberalismo. Juan Guillermo Espinosa


En Chile, al menos fuera de las fronteras de la izquierda extra parlamentaria, es un anatema hablar en contra de los paradigmas del neoliberalismo imperantes en el país. Pero hay algunos que lo hacen. Uno que va contra la corriente es Juan Guillermo Espinosa. Militante DC, ingeniero civil de la Universidad de Chile, doctor en Economía de la Universidad de Cornell y ex director ejecutivo del BID, fue embajador en La Haya durante el Gobierno de Ricardo Lagos. Hoy divide su tiempo entre la Facultad de Economía, Administración y Negocios de la Universidad Pedro de Valdivia, de la que es decano, y el equipo económico que apoya la candidatura de su camarada Eduardo Frei.
Un hombre del establishment convencido, sin embargo, de que estamos entrando a una nueva era, que vendrán nuevos paradigmas que apuntarán hacia el desarrollo con un enfoque más integral, con una visión más social de la economía. Será el resultado de los efectos devastadores que, a su juicio, causará una crisis económica que nació y se esparció por el planeta debido a una doctrina neoliberal extrema, sin regulaciones, que se estaba convirtiendo en una suerte de pensamiento único.


En Chile, al menos fuera de las fronteras de la izquierda extra parlamentaria, es un anatema hablar en contra de los paradigmas del neoliberalismo imperantes en el país. Pero hay algunos que lo hacen. Uno que va contra la corriente es Juan Guillermo Espinosa. Militante DC, ingeniero civil de la Universidad de Chile, doctor en Economía de la Universidad de Cornell y ex director ejecutivo del BID, fue embajador en La Haya durante el Gobierno de Ricardo Lagos. Hoy divide su tiempo entre la Facultad de Economía, Administración y Negocios de la Universidad Pedro de Valdivia, de la que es decano, y el equipo económico que apoya la candidatura de su camarada Eduardo Frei.
Un hombre del establishment convencido, sin embargo, de que estamos entrando a una nueva era, que vendrán nuevos paradigmas que apuntarán hacia el desarrollo con un enfoque más integral, con una visión más social de la economía. Será el resultado de los efectos devastadores que, a su juicio, causará una crisis económica que nació y se esparció por el planeta debido a una doctrina neoliberal extrema, sin regulaciones, que se estaba convirtiendo en una suerte de pensamiento único.
A diferencia de quienes aseguran que Chile está mucho mejor blindado en esta ocasión a cómo lo estaba para crisis anteriores, sostiene que el país está a merced de equipos de trabajo sin capacidad de poner en práctica las políticas sociales que se necesitan en este momento complicado. "La gran mayoría de nuestros economistas están formados como dicen hoy en Estados Unidos en la universidad de Wall Street, y en nuestro país en lo que ahora llaman ‘las universidades de la cota mil’. En todos los ámbitos políticos se han producido conversiones o acercamientos a esta doctrina de moda", dice.
Pero también se habla de un redescubrimiento de las teorías keynesianas.
Hoy están reapareciendo enfoques de economía social y de reconsideración de un desarrollo más integral que no sólo descansa en el crecimiento económico. Estamos frente a un gran vuelco, estamos dejando atrás años, por no decir décadas, de neoliberalismo, de libre mercado sin regulaciones, para entrar a este nuevo período con restablecimiento de doctrinas con mayor intervención pública. Hay una recuperación del rol del Estado en todas las economías, no en las emergentes o periféricas, hablo de las 10 ó 12 más grandes economías del planeta.

Usted es muy crítico con la manera con que se está manejando la economía en Chile.
Es que toda nuestra legislación, incluyendo la del Banco Central, está construida bajo un enfoque neoliberal y de libre mercado sin regulaciones.
¿Qué consecuencias puede tener este enfoque?
Hemos tenido signos bastante claros de deflación, con todos los bancos centrales del mundo bajando aceleradamente las tasas de interés. Pero cuando los precios y la producción caen, y la demanda no se recupera, es muy poco lo que puede hacer la política monetaria, por el contrario, tiene que aventurarse en territorios, más allá de esta fórmula tradicional de intentar manejar la economía con una sola variable, subiendo o bajando las tasas de interés, para adentrarse en regulaciones más precisas en el sistema financiero y crediticio, para que realmente restablezca la cadena del crédito, que es la que hoy está suspendida. Es un instante muy complejo, que puede incluso significar que la coalición de gobierno pierda la elección presidencial, aunque en eso hay opiniones encontradas.
¿Chile va a caer en crisis, o será sólo un frenazo fuerte del crecimiento?
Yo creo que va a ser una fuerte desaceleración. No va a ser una recesión con crecimiento negativo.
¿Cuáles son sus estimaciones de crecimiento?
Cuando el Banco Central empieza a proyectar entre un 2,5 y un 3,0 por ciento, todos los especialistas saben que el Central se equivoca sistemáticamente o hace predicciones más elevadas que la realidad. En este momento, un 80 por ciento de los especialistas pronostica un crecimiento entre un 1,5 y un 2,0 por ciento.
¿Está entre ellos?
Sí, por cierto, aún cuando pienso que nuestro crecimiento es bastante poco representativo de lo que ocurre en la totalidad de la economía. Tenemos una economía que pertenece a las grandes corporaciones, que son el dos o el tres por ciento de todas las empresas del país. En general, son los que más influyen en las políticas públicas, más de un 80 por ciento del crédito está concentrado en las grandes empresas, son los que financian los medios de comunicación y, por lo tanto, tienen un poder y un voto diario, mientras el resto de la población y de las empresas, que son las pequeñas y micro empresas, no tienen mayor incidencia en las políticas públicas y sociales en general. Están ausentes incluso en la formación del Producto Interno Bruto. En realidad, el crecimiento refleja lo que le ocurre principalmente a las grandes empresas del país.
¿Usted qué cambiaría?
Tanto los grandes grupos económicos como las políticas públicas deberían preocuparse en mucha mayor proporción del segmento de empresas medianas y pequeñas, para atenuar las pérdidas de empleo, y para la economía de los hogares, que es el tercer gran segmento de nuestra economía. Las políticas públicas están mucho más orientadas al lado de la oferta más que de la demanda. No es posible en estos años seguir sosteniendo este enfoque sin preocuparse del lado de la demanda y del nivel y la calidad de vida que la población ha alcanzado. Éste debiera ser el año de la solidaridad en Chile, para que no lleguemos a los excesos de las crisis del pasado, en que el desempleo subía rápidamente hasta dos dígitos. Que el tipo de recursos que el sector público coloque, y la responsabilidad social de las empresas, apunten a las condiciones de vida de los sectores de ingresos medios y más bajos, porque de otra manera esta crisis va a tener un componente social y provocará un aumento de la violencia, de los enfrentamientos internos, precisamente en un año electoral.
Pero el Gobierno ha tomado medidas. La Presidenta acaba de anunciar que se destinarán 4.000 millones de dólares para tratar de paliar la situación.
Las autoridades están reaccionando a destiempo. No hay evidencia más clara que el rezago con que Hacienda y el Banco Central van adoptando las medidas, lo hacen sobre la base de indicadores de tres o cuatro meses anteriores, cuando estamos viendo un vuelco muy agudo en la economía internacional que empezó a manifestarse en junio-agosto del 2008, con la caída de los precios del petróleo, del cobre, de los granos y de un sinnúmero de otros productos básicos. Nuestro Banco Central ha venido a reaccionar bajando las tasas ¡sólo en enero de 2009!, cuando se tenía una distancia de más de ocho puntos con la tasa de política monetaria de la Fed de Estados Unidos. Y no ha adoptado ninguna medida respecto a las diferentes líneas de crédito para las empresas y los hogares endeudados, la renegociación de deudas a menores tasas. Esto se va a transformar en un problema agudo en tres o cuatro meses más, cuando se empiecen a manifestar los grados de morosidad y de pérdidas que están ocurriendo en los diferentes mercados.
¿Hacia mediados de año Chile estará en lo más fuerte de la tormenta?
Efectivamente, creo que desde el punto de vista de la población, de los hogares, el período más adverso se va a dejar sentir en el invierno.
¿Cómo será palpable?
La persona común y corriente se va a dar cuenta por las fuertes alzas que empezará a mostrar el desempleo, por la paralización de más y más empresas. Creo que estamos perdiendo la ocasión que se nos está presentando para atenuar esos efectos, porque si se sigue hablando solamente de las grandes empresas y de un salvataje del sistema financiero, esta crisis va a dejar de ser una oportunidad para mejorar en coordinación, en integración, en solidaridad y en la eficiencia social de las políticas públicas. Las autoridades económicas han presentado en los últimos años cerca de ocho paquetes de medidas para reavivar la economía y no han logrado los objetivos que se habían propuesto, particularmente en el campo de la mediana y la pequeña empresa, y en el área de la equidad y de las políticas sociales. Yo me atrevería a decir que el problema de esos paquetes ha estado en la deficiencia con que han sido puestos en práctica.
¿Puede pasar lo mismo con el reciente paquete de medidas reactivadoras anunciadas por la Presidenta?
Una alta proporción de ellas pueden implementarse tardíamente frente al rápido desarrollo que puede mostrar esta crisis en los próximos meses. Hay que formar equipos de trabajo, con ayuda de todos los sectores (Parlamento, grupos empresariales, emprendedores, organizaciones no gubernamentales) para buscar la implementación oportuna, rápida y eficaz de esas medidas.
¿Quiere decir que el diseño del paquete es adecuado, pero se aplicará muy tarde?
Así es. No quiero calificar si es el óptimo o no, pero diría que hay medidas interesantes, aunque la gran mayoría requiere una preparación y coordinación entre las empresas públicas, semi públicas, las instituciones crediticias y de promoción privadas, y no están preparadas para ello.
¿En estos juicios usted engloba los planes de subsidio a la contratación que se aplicarán a partir de marzo?
Ese, por ejemplo, es un tipo de plan que sería tremendamente innovador respecto de lo que se ha hecho en el pasado. Nunca antes hemos tenido en los planes de empleo una medida de esta naturaleza, y, por lo tanto debieran tratar de implementarse ya.
¿Considera entonces que tendrán un efecto positivo?
No sólo positivo, sino que es una gran innovación en políticas sociales. Pero debe considerarse una forma de evaluación inmediata, desde el primer momento, para lograr el máximo de efectividad. No hay que olvidar que todos estos planes pro empleo van a tender a ser muy criticados desde la oposición por tratarse de un año electoral. Es un año muy complejo, no cabe duda de que la oposición va a hacer uso político de esta crisis internacional que no tiene un origen interno. Este plan en particular de subsidio a la contratación es una forma de traspasarle directamente recursos al sector privado, pero al de empresas medianas y pequeñas, y ese es el énfasis que hay que darle.
Pero hay muchas grandes empresas que, como resultado de la crisis, están postergando inversiones y reduciendo personal. ¿Qué les diría?
Una respuesta genérica y casi automática en un período más recesivo es postergar las inversiones. Pero habitualmente, esto es el resultado de visiones de corto plazo y de la falta de una estrategia de mediano-largo plazo. En 12 a 18 meses habremos salido de esta coyuntura negativa, si es que no antes, y el gran riesgo de esta estrategia es salir de la recesión sin ventaja, mientras los competidores sí han invertido. Además, despedir trabajadores que son importantes para el desarrollo de largo plazo de la empresa en los que se ha invertido años en capacitar, es una de las decisiones que casi siempre se lamentan desde el principio. Una de las oportunidades de los tiempos de crisis es invertir más en capacitación de las personas, aprovechando que están menos ocupadas. El cardenal y la Conferencia Episcopal han pedido, especialmente a los empresarios del país, que hagan los mayores esfuerzos para no despedir trabajadores en esta coyuntura negativa.

“EL BANCO CENTRAL TAMBIÉN DEBERÍA VELAR POR EL DESARROLLO”
Juan Guillermo Espinosa es un crítico declarado de la Ley Orgánica Constitucional por la que se rige el Banco Central, una norma introducida en diciembre de 1989, en los estertores del Gobierno militar. Desde su óptica, se ha quedado desajustada frente a los tiempos que corren, y una de las primeras reformas que debieran realizarse para enfrentar mejor la crisis es cambiar su institucionalidad. “El Central ya no puede darse el lujo de mantener una interpretación de su autonomía exclusivamente centrada en la inflación, discrepante del resto de las políticas económicas. Entre sus obligaciones también debiera estar el velar por el desarrollo, por el empleo, por el crecimiento de la economía”.
–¿Quiere decir que debería ampliar sus objetivos?
–Absolutamente. Hoy sólo privilegia el control de la inflación, y de ahí para adelante no tiene ninguna otra obligación, como una política cambiaria, o una de fomento y desarrollo, no tiene responsabilidad en el crecimiento y el empleo de la economía, como la enormidad de los bancos centrales de Europa y la propia Fed de Estados Unidos. Definitivamente, es una institucionalidad que prácticamente en ningún país desarrollado sigue vigente.
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