El año raro de la política chilena . Ricardo Solari
En nuestro país la crisis económica viene acompañada de un completo ciclo electoral. Elección presidencial y parlamentaria. Es un momento de incertidumbre mayor. Y sería muy extraño que en un año especial marcado por esta combinación singular de vaivenes económicos y políticos no pasaran cosas raras.
Lo más evidente y singular es que han aparecido por doquier personajes que se autoproclaman candidatos presidenciales. En una pésima y simplificadora interpretación de la trayectoria de Obama y probablemente ignorando la complejidad de las figuras presidenciales del siglo pasado (Alessandri, Ibáñez, Frei, Allende) o el difícil camino seguido por los últimos cuatro mandatarios (Aylwin, Frei, Lagos y Bachelet), ahora sólo basta la propia convicción y una mínima autoestima para construir un proyecto presidencial. La multiplicación de las candidaturas presidenciales es el primer hecho freak de 2009.
A la vista tenemos también unas extrañas primarias donde la Concertación remite a dos regiones del país (VI y VII) la elección de su candidato presidencial, prescindiendo en este caso de las evidentes preferencias de la opinión pública y de la contundencia de los respaldos partidarios, parlamentarios y municipales. La coalición enfrenta este proceso con la secreta esperanza de entusiasmar electores que aseguren un ritual de resultado enteramente predecible. Original y raro.
También es pintoresca la reaparición de Farkas Presidente. Esta caricatura del empresario exitoso, generoso, desprendido y construido desde abajo se ha transformado en la noticia del verano, y objetivamente se ha constituido por oposición en un adversario efectivo de Sebastián Piñera. Farkas desafía, de paso, el tono sobrio de la política chilena y se instala como un fenómeno, ya no desde los márgenes, sino desde la tribuna descomunal que ofrece el Festival de Viña y su difusión al país por TVN y el Canal 13, que visibilizan sorprendentemente a través de esta caricatura un cínico discurso antipolítico, esta vez en su versión 2009.
Por último, la otra novedad de inicio del año es la eventualidad de un acuerdo electoral entre la Concertación y el pacto Juntos Podemos. La decisión estrictamente instrumental de terminar con el subsidio electoral que el sistema binominal ha otorgado por tanto tiempo a la derecha, y la exclusión que afecta a un sector, se ha mezclado por algunos de manera sorprendente con un debate ideológico. Todo Chile sabe que la Concertación y el pacto Juntos Podemos son coaliciones distintas, con candidatos presidenciales y programas diferentes. Es conocido además que la democracia en este país, desde el triunfo del No y la elección de Patricio Aylwin hasta nuestros días, está construida en torno a un conjunto de acuerdos instrumentales, sensatos, sin resquemores ni ideologismos. La pregunta es por qué aquello que fue bueno en el pasado, respecto de este asunto, incluir a Juntos Podemos en el Parlamento, hoy no sirve. Si no hemos sido capaces de reformar el sistema electoral, un pacto electoral instrumental es obviamente el camino para terminar con esta lamentable imperfección de nuestra democracia.
Lo que no es raro es la consolidación del respaldo a la Presidenta y al Gobierno en el contexto de una correcta estrategia de confrontación de la crisis económica, con prioridades claras, transmitiendo coherencia y distanciada de la demagogia. Esta actitud enfrenta el único sentido que Piñera ha logrado imprimir a su opción: la alternancia. Frente a ésta, la solidez de la conducción presidencial y su continuidad, de cara al difícil año económico, puede ser una mucha mejor opción que la aventura helitransportada, carente de contenido, que hasta el momento nos ofrece Piñera.
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