¿Unidos por el poder? Ricardo Solari
Una habitual y a mi juicio boba acusación de la derecha es que la Concertación se mantiene unida sólo por el afán de conservar el poder. De partida, digamos que la afirmación supone que el Gobierno, Poder Ejecutivo o como se lo llame, es sinónimo definitivo del poder en nuestro país, asunto plenamente discutible: implica ignorar el poder de los medios de comunicación, la mayoritaria oposición parlamentaria, la fuerza de los grupos empresariales. Basta decir que, como porcentaje del Producto Interno Bruto, el Gobierno en Chile representa apenas un quinto del total de la economía, y en otros aspectos de realidad nacional, en un contexto de amplias libertades públicas, es un actor más. Importante, pero uno más, en la gama de protagonistas que juegan en la escena de la vida democrática.
Pero el escenario presidencial que se abre este año está lleno de frases como ésa: unidos por el afán de conservar el poder.
También está caracterizado por la total ausencia de ideas alternativas por parte de la Alianza. Los partidarios de la alternancia suponen que el desgaste de 20 años de gobierno de la Concertación será suficiente para conducirlos a La Moneda. De Piñera sólo se sabe que viaja al sur, que está activo en la bolsa, esta vez vendiendo, pero no se le conocen pronunciamientos sobre asuntos relevantes. De los grupos Tantauco, no se sabe nada respecto de propuestas efectivas a seis meses de la inscripción de las candidaturas presidenciales. Ni siquiera hay que cuestionar las capacidades de gobierno de Piñera, sus posibilidades de ofrecer gobernabilidad o garantizar paz social, sino simplemente verificar, en el complejo contexto presente, ninguna propuesta nueva más contundente que las de la Concertación para darle buen futuro a Chile.
En la actual coyuntura internacional, los liderazgos mundiales, representados por personajes tan distintos como Obama, Sarkozy, Lula, Brown, han ratificado en sus planteamientos todas aquellas ideas que le han dado sustento a una coalición como la Concertación, y han señalado que las naciones, para ser exitosas, tienen que optar por alternativas muy distintas a aquellas que la derecha ha representado en Chile y que hoy están en crisis en el mundo entero. Ello obliga a reiterar, y por cierto actualizar y profundizar, determinados fundamentos programáticos que justifican a la Concertación como fuerza de gobierno y su continuidad, sobre todo frente a la incompetencia de la Alianza para levantar opciones sustantivas de verdad.
En el actual estado emocional e intelectual del planeta, que ha acogido con fervor la fuerza del discurso de Barack Obama, las cuestiones principales son evidentes.
Respecto del rol del Estado, la función pública y el mercado en el contexto de la actual crisis económica, el valor de las regulaciones y los esquemas de protección social versus la lógica de la desregulación y el Estado mínimo; la promoción de la libertad cultural, el pluralismo y la diversidad versus el fanatismo, la intolerancia y la censura; el aliento de la solidaridad, la cooperación y asociatividad versus el individualismo en las sociedades humanas, las dos coaliciones principales de la política chilena han manifestado reiteradamente sus posiciones. Y más allá de todas las legítimas críticas por muchas cuestiones de la gestión, y por cierto de la necesidad de importantes revisiones y renovaciones, conceptualmente las tesis originales de la Concertación están afortunadamente alineadas con el discurso y las políticas que se están construyendo a nivel global para enfrentar el nuevo y difícil ciclo histórico. El resto es música.
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