martes, enero 20, 2009

LA CRISIS Y LA CONSTITUCIÓN. Andres Rojo


En estos días en que comienza a asomarse como uno de los principales aspectos del debate de la próxima elección presidencial la conveniencia de reemplazar o reformar la Constitución por una nueva Carta Fundamental, originada de forma auténticamente democrática, como un elemento que permita diferenciar las propuestas de los distintos nombres que se proponen para llegar a La Moneda, resulta llamativo que se esté olvidando la situación de crisis económica que ya llegó al plano doméstico.
Cualquier persona que haga personalmente sus compras o pagos de cuentas, se habrá dado cuenta que en todos lados los canastos y carros de mercaderías se están achicando y que en los servicios básicos aumenta la proporción de personas que hacen la fila para renegociar sus cuentas adeudadas. Las autoridades podrán reiterar una y otra vez sus afirmaciones respecto a la inexistencia de una crisis, o incluso advertir como hizo el propio Ministro de Hacienda que la paranoia colectiva puede llegar a generar una crisis verdadera, pero lo que entiende la gente es la manera en que le rinde su sueldo y la comparación entre lo que podía comprar hace un año y lo que puede comprar hoy.

Ninguna de las actuales candidaturas está logrando interpretar a esta amplia mayoría de la ciudadanía, que no siente la crisis de la economía como un asunto abstracto ni lejano, y ello puede llevar a que un asunto tan serio y relevante como el eventual reemplazo de la Constitución no sea debidamente calibrado por la gente, confundida y amargada por la pesada carga de sus limitaciones domésticas.

No se trata de postergar la discusión constitucional hasta que pase la crisis o supeditar todo a la crisis, sino de entender que el discurso de los candidatos presidenciales no puede limitarse solo a dictar pautas sobre lo que se debe hacer en el país, lo que comúnmente se conoce como ejercer el liderazgo, sino que además debe reconocer la realidad y establecer un vínculo de empatía, emocional incluso, con un electorado que siente que quienes quieren representarlo no conocen sus necesidades y sus carencias.

En este sentido, la crisis de la economía doméstica intensifica el anhelo de los ciudadanos por sentirse identificados y representados por las autoridades, porque las sensaciones de inestabilidad y precariedad aumentan la necesidad de la gente por pensar, aunque sea una ilusión, que su representante lo comprende y de verdad está haciendo todo lo posible por mejorar sus condiciones y por superar la crisis económica porque entiende su angustia, comparte su sufrimiento y considera que es su responsabilidad más urgente.
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