jueves, diciembre 04, 2008

El futuro de la DC II . Gonzalo Wielandt


La democracia cristiana experimenta un descenso electoral significativo, fundamentalmente reflejado en las elecciones del 2000 en adelante. Ese descenso es resultado histórico, por una parte de la frustración de expectativas que la sociedad chilena ha vivido como impotencia histórica frente a la ausencia de cambio social, lo que se expresa por la constante y endurecida desigualdad social que oculta los justos logros que la concertación ha hecho posible. Esto se relaciona principalmente con el régimen de desamparo social que la concertación ha administrado desde 1990 en adelante, conformándose de alguna manera con el cuerpo artificial heredado del gobierno militar que ha contribuido a degradar el carácter revolucionario de la democracia cristiana como entidad social, consolidando cada vez más un partido determinado por corporaciones clientelares que en ocasiones ha perdido la visión de bien común a la luz de las percepciones ciudadanas y que ha preferido la utilidad por sobre la generosidad y la fraternidad, abandonándose a la irreflexión y el individualismo.Por otra parte, la democracia cristiana como un movimiento histórico anterior a la guerra fría, no supo responder a la arremetida ideológica totalitaria del neoliberalismo globalizado, perdiendo fuerza la defensa de sus postulados debido a la perdida de convicciones de algunos de sus dirigentes y por ende excesivo conformismo y autocomplacencia de los mismos con la globalización neoliberal especulativa financiera. En esta misma línea, los cambios que ha sufrido la sociedad chilena son producto de un modelo heredado por el gobierno militar que la concertación ha administrado con algunos ajustes. Estos efectos, como la persistente desigualdad social y una estructura de clase polarizante y polarizada, son también síntomas de las crisis de la democracia cristiana.

Todo ello ha permitido que la democracia cristiana, teniendo un proyecto vigente, vigorizado por su V Congreso, aparezca como un partido sin proyecto, con dificultades para representar a los más pobres y a las capas medias, lo que presenta el desafío de que en la próxima junta nacional sea capaz de entrar en un debate orientado por la búsqueda de la síntesis política del V Congreso, de tal modo de dar coherencia y consistencia a la futura directiva nacional.

La síntesis política a la luz del V Congreso se resume en los conceptos de “Democracia” y “Seguridad”. Democracia como derecho del pueblo a ser poseedor de su soberanía y Seguridad como derecho del pueblo a ser amparado por las responsabilidades sociales del Estado y a tener la capacidad de ser una verdadera autoridad mediante la representación que otorga la comunidad organizada. Está síntesis lleva a postular a Chile como una sociedad de derechos. Esa es la lucha que debe asumir la democracia cristiana hoy para el futuro. Lucha que por cierto adquiere sentido con la construcción de un nuevo orden constitucional. Orden constitucional caracterizado por un Estado social, comunitariamente orientado.

La democracia cristiana enfrenta, por lo tanto, el desafío de entregar al pueblo chileno el mensaje que interpreta los anhelos de dignificación de los más pobres y de las capas medias, lo que requiere de mensajeros convencidos del carácter revolucionario de la democracia cristiana. Por consiguiente, la democracia cristiana debe crear conciencia de que la única manera de recuperar al electorado perdido es que sólo con más democracia es posible una vida más digna y más segura.
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