viernes, diciembre 05, 2008

Carta a mis Camaradas de Andres Zaldivar Larrain


El escenario histórico ,para llamarlo de algún modo, de Chile en el Bicentenario exige que el país resuelva la sucesión presidencial para cuatro años, y así mismo convoque a sus ciudadanos, sin excepción, a enfrentar una crisis en la economía mundial, de proporciones y alcances desconocidos hasta ahora.

1. La Democracia Cristiana ha sido un partido esencial en el sistema político chileno. Surgió como un compromiso de servicio público, emprendida por jóvenes idealistas, que tenían el sueño de un país donde prevalecieran los valores cristianos, especialmente la justicia social.

Durante más de setenta años ha sido testimonio de fe democrática, siendo además responsable de grandes y exitosas transformaciones sociales que han dado dignidad y progreso a miles de nuestros compatriotas.

La Democracia Cristiana encabezó la lucha por la recuperación de la democracia y desde la invitación de sus dirigentes políticos surgieron la Alianza Democrática primero y la Concertación de Partidos por la Democracia, después.

Finalizado el régimen autoritario, ha sido un pilar fundamental de la transición y de la estabilidad política de Chile.

Hoy nuevas responsabilidades y exigencias deben movilizarnos para servir a Chile y su población frente a los nuevos desafíos.

Los chilenos esperan de nosotros altura de miras, generosidad y una genuina ética de servicio público.

La Democracia Cristiana en el futuro cercano y de largo plazo es un aporte democrático fundamental a la gobernabilidad del país, a su desarrollo y principalmente para continuar trabajando por el término de las injustas desigualdades entre los chilenos. Es por ello que se nos juzgara con gran rigor si nuestra conducta política se aparta de estos ideales

2. Las polémicas internas, que la opinión pública ha presenciado desde hace algún tiempo, incluidas algunas figuras históricas, no refleja lo que verdaderamente somos y hemos sido. Ha llegado el tiempo para un cambio profundo de nosotros mismos , que nos oriente a ser voceros del proyecto del Chile futuro que trae nuevas tareas y que satisface las esperanzas de muchos, especialmente los jóvenes y los mas pobres.

Es evidente que hoy vivimos una profunda crisis política y que tiene su origen en una escalada de confrontaciones entre dirigentes y grupos internos, que en ningún caso tiene que ver con discrepancias en la doctrina y los valores en que se funda el PDC. Esto ha llevado a la degradación de la convivencia entre nosotros a límites que nos han debilitado enormemente como partido. Han primado los proyectos personales sobre el bien común partidario.

Todo ello nos aleja de nuestra responsabilidad esencial que es servir al pueblo de Chile.

3. Si queremos reconstruir nuestro partido sobre bases sólidas debemos sacar lecciones de esta crisis. Querer dar la vuelta la página es, además de simplismo, un autoengaño. Todos debemos asumir nuestras responsabilidades, nadie debe sentirse excusado.

Hemos perdido más de un millón de votos en sólo una década. Muchos militantes y simpatizantes ya no quieren participar en la estructura del partido. Da la sensación que algunos militan en la fracción y no en el Partido.

Los que no se alinean no tienen espacio ni son escogidos en las elecciones internas porque no figuran en las plantillas de votación. El padrón de militantes ha sido periódicamente cuestionado.

4. Estamos en un punto de inflexión en nuestra vida partidaria. No podemos contemplar de brazos cruzados cómo esta forma de hacer política desprovista de ideales, de generosidad y de grandeza pueda terminar destruyendo al Partido que ha sido y es parte de nuestras vidas.

El Partido a lo largo de su historia ha enfrentado numerosas crisis, pero ha salido airoso porque su liderazgo ha actuado con generosidad y sabiduría política.

No debemos sumergirnos en el desánimo y el temor. Por el contrario, esta es la hora de reunir fe y esperanza en nuestro futuro. Esta es la hora de la fortaleza y perseverancia.

Actuemos con responsabilidad política. Cada demócrata cristiano y demócrata cristiana está obligado a impedir que el partido se desangre. Cada uno deberá dar cuenta de sus actos. Podremos ser recordados con honor o deshonor, según sean nuestras conductas.

Juguémoslos por la renovación, la integración y la unidad. Reconstruyamos la convivencia interna con fe en la capacidad de reencontrarnos y de trabajar juntos. Esto nos hará creíbles frente a la sociedad chilena, la que hoy evalúa negativamente a los políticos y por ende a la política en general.

Invitémonos a construir un partido sin fracciones, respetando la diversidad propia de toda comunidad humana. Un Partido abierto a la sociedad y a sus problemas. Un Partido que convoque y no un Partido que intimide. Un Partido que vuelva a ser ejemplo de consecuencia y rectitud.

Esa es la tarea por la cual debemos trabajar hacia delante, con todo el que esté dispuesto sinceramente a participar en este espíritu, sin ningún tipo de exclusión.

5. La envergadura de la tarea no sólo requiere un cambio en nuestras actitudes fundamentales. Requiere un cambio también en el modo de conducir nuestra organización y enfrentar los próximos desafíos partidarios.

Necesitamos que, tal como ha ocurrido en otras situaciones difíciles para el partido y dentro de la institucionalidad democrática partidaria, la próxima directiva de la Democracia Cristiana quede integrada por todos, por los que no tienen grupo, por los que antes fueron rivales. Esta es la hora de la unidad y de la generosidad.

Abramos espacio con valentía y apostemos por las nuevas generaciones para que, juntos con los dirigentes que aporten la experiencia, den una conducción partidaria de acuerdo con las exigencias de los nuevos tiempos.

Si somos capaces de escuchar el mensaje ciudadano, si somos capaces de volver a nuestras raíces, si somos capaces de renovar nuestro compromiso de servir a la gente, especialmente a los más abandonados, volveremos a recoger la confianza y apoyo de la gente.

Aún es tiempo. Debemos devolver a la Democracia Cristiana adonde pertenece y a quien se debe: a Chile y a las esperanzas de miles de chilenas y chilenos.

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