El mercado y la mala educación.Myriam Verdugo.
El tema educacional ha estado en la retina de la gente desde que, en 2006, una muchedumbre de “pingüinos” invadió las calles de las principales ciudades del país demandando una educación de calidad y pidiendo la derogación de la Loce, ley de último minuto del régimen militar que dejó “amarrado” el sistema mercantilista impuesto en la educación.
Su movimiento vigoroso, coordinado y con gran energía puso en el tapete el tema y obligó a la Presidenta a convocar a una mesa de trabajo, un poco larga, con casi cien integrantes, para analizar el estado de la educación y visualizar soluciones. El resultado fue bastante pobre. El mismo presidente de la comisión expresó su sentimiento de frustración con el proyecto de ley elaborado después del trabajo de la mesa que el dirigiera.
En concreto, el proyecto de ley impulsado por la ex ministra, Yasna Provoste, introduce elementos de control, un organismo supervisor, pero deja el sistema tal como está. La municipalización no se toca, menos el sistema de subvenciones pagadas por asistencia de alumnos, sistema que probó ser vulnerable.
Y cuando uno recuerda que la mayoría de los últimos presidentes de Chile, así como destacados parlamentarios, jueces y profesionales se formaron en la educación pública, en Liceos con números o con nombres tradicionales como Javiera Carrera, Barros Borgoño, Valentín Letelier, Carmela Carvajal, Instituto Nacional, etc., aparecen quienes critican a los que sostienen “los mitos de que la educación antigua era mejor”.
¿Mito? ¿Es un mito o una realidad que tres de los cuatro ex presidentes estudiaron en liceos fiscales? ¿Es verdad o mito que un porcentaje alto de los actuales parlamentarios estudiaron en colegios públicos, pero que hoy tienen a sus hijos en establecimientos privados? ¿Es mito o una realidad del porte de una catedral que los jueces, en su mayoría, también proviene de establecimientos dependientes del Ministerio de educación de la época? ¡Nada de mitos! Son verdades comprobables fácilmente.
Pero la elite de la Concertación se adjudicó como misión defender a rajatabla el esquema político y económico dejado por la dictadura militar. Y, junto a ello no puede faltar el sabio de la concertación, que afirma que la enseñanza dependiente del ministerio de Educación no cubría las necesidades de toda la población. ¡Claro que no era así! Y tampoco la educación estatal cubría a todos los niños y niñas en 1920, tampoco en 1940, porque tenemos que recordar que a la oligarquía chilena, especialmente a sus representantes del mundo agrícola le molestaba una población ilustrada y sólo con los gobiernos radicales se inició un proceso que, -bajo el lema de “educar es gobernar”-, cambió el rostro al país, abriendo oportunidades para nuestros niños y niñas de las clases más desposeídas.
No es un mito que la educación dada por los establecimientos estatales era buena. Fue una grata realidad durante años. Docentes capacitados, enamorados de sus carreras, inspiradores de las nuevas generaciones. Además, eran establecimiento donde efectivamente podían encontrarse las distintas clases sociales, permitiendo con ello un compromiso de los jóvenes con el proceso educativo y con el país.
Hoy ¿Qué estamos dando, sino es frustración, rabia contenida y descontento? Y, pese a este cuadro desolador se pretende perseverar sobre lo malo. Igual que con el Transantiago.
Pero los errores en este tema no se quedan sólo en el ámbito básico y medio. Continúan en el superior, en el universitario.
Como el general debía dejar abiertos “nuevos negocios” para quienes fueron sus apoyos civiles y políticos durante su régimen, se permitió que privados establecieran “universidades”. Surgieron como callampas. Y hoy vivimos la consecuencia de ello. Carreras saturadas y profesionales de bajos niveles. De nuevo la frustración como parte del proceso educativo.
Hemos oído en no pocas ocasiones a un “gurú” de la derecha que insiste en la necesidad de aumentar la “oferta” con más universidades de las 40 y tantas que existen. El mercado es sabio, asegura detrás de lentes redondos que refuerzan una imagen de hechicero.
Exacto, el mercado es sabio en el engaño. Si no preguntémosle a los 800 estudiantes de criminalística que demandaron a la Universidad tecnológica Metropolitana y a Celta, la “empresa educacional” que prestó servicios a esa universidad impartiendo una “carrera” que no podrían ejercer.
¿Es acaso el ejemplo de estos 800 jóvenes el único caso que demuestra que la lógica del mercado no es la óptima cuando de preparar los cuadros profesionales se trata? No, así lo pueden corroborar cientos de estudiantes de carreras como periodismo, sicología, arquitectura a quienes se paga “a chaucha” sus servicios profesionales. También los otros miles que después de estudiar una “carrera” en universidades; de ser el “primero en su familia que ingresa a la educación superior”, termina manejando un taxi, o respondiendo llamadas en un call center.
De nuevo, lo único que estamos fomentando con malas políticas públicas es la “mala educación”.
Myriam Verdugo Godoy
Su movimiento vigoroso, coordinado y con gran energía puso en el tapete el tema y obligó a la Presidenta a convocar a una mesa de trabajo, un poco larga, con casi cien integrantes, para analizar el estado de la educación y visualizar soluciones. El resultado fue bastante pobre. El mismo presidente de la comisión expresó su sentimiento de frustración con el proyecto de ley elaborado después del trabajo de la mesa que el dirigiera.
En concreto, el proyecto de ley impulsado por la ex ministra, Yasna Provoste, introduce elementos de control, un organismo supervisor, pero deja el sistema tal como está. La municipalización no se toca, menos el sistema de subvenciones pagadas por asistencia de alumnos, sistema que probó ser vulnerable.
Y cuando uno recuerda que la mayoría de los últimos presidentes de Chile, así como destacados parlamentarios, jueces y profesionales se formaron en la educación pública, en Liceos con números o con nombres tradicionales como Javiera Carrera, Barros Borgoño, Valentín Letelier, Carmela Carvajal, Instituto Nacional, etc., aparecen quienes critican a los que sostienen “los mitos de que la educación antigua era mejor”.
¿Mito? ¿Es un mito o una realidad que tres de los cuatro ex presidentes estudiaron en liceos fiscales? ¿Es verdad o mito que un porcentaje alto de los actuales parlamentarios estudiaron en colegios públicos, pero que hoy tienen a sus hijos en establecimientos privados? ¿Es mito o una realidad del porte de una catedral que los jueces, en su mayoría, también proviene de establecimientos dependientes del Ministerio de educación de la época? ¡Nada de mitos! Son verdades comprobables fácilmente.
Pero la elite de la Concertación se adjudicó como misión defender a rajatabla el esquema político y económico dejado por la dictadura militar. Y, junto a ello no puede faltar el sabio de la concertación, que afirma que la enseñanza dependiente del ministerio de Educación no cubría las necesidades de toda la población. ¡Claro que no era así! Y tampoco la educación estatal cubría a todos los niños y niñas en 1920, tampoco en 1940, porque tenemos que recordar que a la oligarquía chilena, especialmente a sus representantes del mundo agrícola le molestaba una población ilustrada y sólo con los gobiernos radicales se inició un proceso que, -bajo el lema de “educar es gobernar”-, cambió el rostro al país, abriendo oportunidades para nuestros niños y niñas de las clases más desposeídas.
No es un mito que la educación dada por los establecimientos estatales era buena. Fue una grata realidad durante años. Docentes capacitados, enamorados de sus carreras, inspiradores de las nuevas generaciones. Además, eran establecimiento donde efectivamente podían encontrarse las distintas clases sociales, permitiendo con ello un compromiso de los jóvenes con el proceso educativo y con el país.
Hoy ¿Qué estamos dando, sino es frustración, rabia contenida y descontento? Y, pese a este cuadro desolador se pretende perseverar sobre lo malo. Igual que con el Transantiago.
Pero los errores en este tema no se quedan sólo en el ámbito básico y medio. Continúan en el superior, en el universitario.
Como el general debía dejar abiertos “nuevos negocios” para quienes fueron sus apoyos civiles y políticos durante su régimen, se permitió que privados establecieran “universidades”. Surgieron como callampas. Y hoy vivimos la consecuencia de ello. Carreras saturadas y profesionales de bajos niveles. De nuevo la frustración como parte del proceso educativo.
Hemos oído en no pocas ocasiones a un “gurú” de la derecha que insiste en la necesidad de aumentar la “oferta” con más universidades de las 40 y tantas que existen. El mercado es sabio, asegura detrás de lentes redondos que refuerzan una imagen de hechicero.
Exacto, el mercado es sabio en el engaño. Si no preguntémosle a los 800 estudiantes de criminalística que demandaron a la Universidad tecnológica Metropolitana y a Celta, la “empresa educacional” que prestó servicios a esa universidad impartiendo una “carrera” que no podrían ejercer.
¿Es acaso el ejemplo de estos 800 jóvenes el único caso que demuestra que la lógica del mercado no es la óptima cuando de preparar los cuadros profesionales se trata? No, así lo pueden corroborar cientos de estudiantes de carreras como periodismo, sicología, arquitectura a quienes se paga “a chaucha” sus servicios profesionales. También los otros miles que después de estudiar una “carrera” en universidades; de ser el “primero en su familia que ingresa a la educación superior”, termina manejando un taxi, o respondiendo llamadas en un call center.
De nuevo, lo único que estamos fomentando con malas políticas públicas es la “mala educación”.
Myriam Verdugo Godoy
0 Comments:
Publicar un comentario
<< Home