Bernardo Leighton. José Aldunate, s.j. (LN)...RECORDEMOS LA TRAYECTORIA HISTORICA DEL PARTIDO....
Podemos siempre recoger en Bernardo la firmeza de su voluntad de servicio y el equilibrio en discernir los caminos. Con esa herencia un partido no puede desaparecer.
ES NOTORIO COMO la Democracia Cristiana ha atravesado una fase de crisis. Pero en esta coyuntura la figura de Bernardo Leighton se yergue como inspiración renovadora y ejemplo. Se le exige a todo partido cumplir dos requisitos: ha de tener por objetivo el servicio del bien común de la nación y ha de saber escoger el camino apropiado. La Democracia Cristiana lleva 18 años en el poder y sabemos que el poder corrompe. Chile no ha caído en la corrupción pero se ha relajado el rigor que le exigimos en todo fiel administrador de bienes y poder públicos. A esto se añade que el partido ha sido llevado a una competencia por el poder -unos por conquistarlo, otros por conservarlo. Indigna, decimos, porque el fin de un partido no es el poder sino el servicio del bien común.
En cuanto al camino por tomar, la Democracia Cristiana ha sufrido división y sangría con la salida de Adolfo Zaldívar y de algunos diputados. Ante esa crisis, la figura de Leighton se nos presenta, como lo hemos dicho, como un ejemplo. Ejemplo de lo que ha de ser un político como servidor del bien común. Bernardo tuvo una clara vocación política -es decir, dedicarse al servicio de la "polis", de la ciudadanía. Tuvo principios muy claros al respecto, inculcados por el padre Francisco Ginebra, s.j., su viejo maestro. Fue totalmente desinteresado en lo personal. Regaló la modesta herencia recibida de su padre. Vivió pobre y también murió pobre habiendo sido ministro, parlamentario y vicepresidente de la República. No perdió la cabeza cuando la DC llegó al poder con un triunfo contundente en 1964, sino que puso siempre el partido al servicio del país.
Bernardo junto a Eduardo Frei Montalva fueron los padres fundadores de la Falange, precursora de la DC. Le dieron una inspiración clara, una fuerza, una mística y también una dirección. Siguieron a Jacques Maritain, quien abrió la Iglesia a los principios de la democracia y los derechos humanos. Así la Falange se separó del Partido Conservador y tomó su propio curso. Fue el camino de la revolución en libertad, del cambio de las estructuras que permitiera una verdadera promoción de los marginados
Bernardo fue fiel a esta orientación a través de las difíciles coyunturas de Gobierno de la UP y el golpe militar. Marcó en una declaración su oposición personal a este atropello de la democracia, lo que concitó contra él la ira y la violencia del régimen. Hubo cierta división y varios abandonos de la DC al final del Gobierno de Frei Montalva, pero Bernardo marcó una línea clara: desde esos tiempos han pasado mucha agua bajo los puentes, pero podemos siempre recoger en Bernardo la firmeza de su voluntad de servicio y el equilibrio en discernir los caminos. Con esa herencia un partido no puede desaparecer. Recordemos la trayectoria histórica del partido.
ES NOTORIO COMO la Democracia Cristiana ha atravesado una fase de crisis. Pero en esta coyuntura la figura de Bernardo Leighton se yergue como inspiración renovadora y ejemplo. Se le exige a todo partido cumplir dos requisitos: ha de tener por objetivo el servicio del bien común de la nación y ha de saber escoger el camino apropiado. La Democracia Cristiana lleva 18 años en el poder y sabemos que el poder corrompe. Chile no ha caído en la corrupción pero se ha relajado el rigor que le exigimos en todo fiel administrador de bienes y poder públicos. A esto se añade que el partido ha sido llevado a una competencia por el poder -unos por conquistarlo, otros por conservarlo. Indigna, decimos, porque el fin de un partido no es el poder sino el servicio del bien común.
En cuanto al camino por tomar, la Democracia Cristiana ha sufrido división y sangría con la salida de Adolfo Zaldívar y de algunos diputados. Ante esa crisis, la figura de Leighton se nos presenta, como lo hemos dicho, como un ejemplo. Ejemplo de lo que ha de ser un político como servidor del bien común. Bernardo tuvo una clara vocación política -es decir, dedicarse al servicio de la "polis", de la ciudadanía. Tuvo principios muy claros al respecto, inculcados por el padre Francisco Ginebra, s.j., su viejo maestro. Fue totalmente desinteresado en lo personal. Regaló la modesta herencia recibida de su padre. Vivió pobre y también murió pobre habiendo sido ministro, parlamentario y vicepresidente de la República. No perdió la cabeza cuando la DC llegó al poder con un triunfo contundente en 1964, sino que puso siempre el partido al servicio del país.
Bernardo junto a Eduardo Frei Montalva fueron los padres fundadores de la Falange, precursora de la DC. Le dieron una inspiración clara, una fuerza, una mística y también una dirección. Siguieron a Jacques Maritain, quien abrió la Iglesia a los principios de la democracia y los derechos humanos. Así la Falange se separó del Partido Conservador y tomó su propio curso. Fue el camino de la revolución en libertad, del cambio de las estructuras que permitiera una verdadera promoción de los marginados
Bernardo fue fiel a esta orientación a través de las difíciles coyunturas de Gobierno de la UP y el golpe militar. Marcó en una declaración su oposición personal a este atropello de la democracia, lo que concitó contra él la ira y la violencia del régimen. Hubo cierta división y varios abandonos de la DC al final del Gobierno de Frei Montalva, pero Bernardo marcó una línea clara: desde esos tiempos han pasado mucha agua bajo los puentes, pero podemos siempre recoger en Bernardo la firmeza de su voluntad de servicio y el equilibrio en discernir los caminos. Con esa herencia un partido no puede desaparecer. Recordemos la trayectoria histórica del partido.
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