miércoles, junio 11, 2008

La historia se repite. Gabriel Ascencio.

La “solución” del conflicto planteado por los dueños de camiones abre una discusión que es bueno abordar.
En primer lugar, resulta complejo -y desde luego no deseable- que a partir de esta situación, quede en evidencia que el gobierno ha quedado rehén de los camioneros, quienes probaron que la única manera de conseguir reivindicaciones, independiente de la justicia de ellas, es tomándose carreteras o provocando desabastecimiento a la población, que termina afectando, preferencialmente a los mas pobres.
Lo segundo dice relación con la naturaleza de la solución.
El Gobierno señaló, durante meses, dos cosas. Por una parte, que “no se modificará el impuesto específico a los combustibles”, para terminar rebajando el impuesto al diesel en 80%, solo a los camioneros..
Y por otro lado, antes del paro, ofreció mil millones de dólares para el Fondo de Estabilización de los Combustibles, lo que, al no ser aceptado por los camioneros, dio lugar a la movilización de los transportistas y abre la incertidumbre del techo de recursos que finalmente intentará poner el Gobierno para satisfacer la demanda de este poderoso gremio.
El ejemplo del Transantiago, donde se parte con una cifra y luego se termina con una muchas veces mayor, debiera servir de alerta, pues la experiencia no ha sido la mejor.
Y lo tercero a considerar, es que la solución se dio solo a los movilizados ante el disgusto evidente de todo el resto de los chilenos que se preguntan ¿y porque a nosotros no? Los transportistas escolares, los taxistas, los micreros, los pescadores, los pequeños agricultores y en general todos los chilenos que llenan su auto con bencina todas las semanas, fundamentalmente para trabajar, quedaron sin solución a pesar de que el problema también les afecta.
Asistimos a un período de alto incremento de la inflación, que como siempre, afecta mas duramente a los mas pobres, a los de menos ingresos.
En ese contexto, se opta por subsidiar vía recuperación de un alto porcentaje del impuesto específico al diesel y la inyección de los mil millones de dólares al Fondo de Estabilización, a los camioneros, sobre la base del supuesto que ello ayudará a disminuir la presión inflacionaria, asociada al costo de los fletes. Ello terminara siendo falso. Durante los próximos meses no veremos una disminución del costo del transporte de carga, ni mucho menos del precio de los bienes de consumo masivo. Y ello le habrá costado al país mil millones de dólares por un lado y, según palabras de Hacienda, 52 millones de dólares mas, por la rebaja del impuesto específico.
Peor aún. Todo indica que la vía del fondo de estabilización termina siendo regresivo, o sea, termina beneficiando a quienes mas tienen y no a quienes mas lo necesitan. Si con el Fondo de Estabilización se logra bajar 50 pesos por litros, los mayores beneficiados serán aquellos que mas combustible utilizan ya sea porque tienen vehículos con mayores cilindradas, o aquellas familias mas ricas que tienen desde dos a tres y quizás mas vehículos por casa. El caso de los transportistas es similar.
¿Es posible ocupar estos recursos de una manera mas justa, en la perspectiva de una mejor distribución de los ingresos?
Por supuesto que sí.
La manera mas justa de hacerlo es entregando subsidios directos, focalizados en la población de mas bajos ingresos, para hacer frente a las necesidades estacionales, ya sea del invierno o del alza de precios extraordinaria, como este caso.
En caso contrario el subsidio beneficia a quienes mas tienen.
En materia de políticas públicas, es unánime la certeza que todo subsidio general tiende a favorecer a los que no lo necesitan, en desmedro de los que hay que proteger verdaderamente. Eso ha sucedido aquí, con pleno conocimiento de quienes adoptan estas decisiones. Peor aún, han preferido focalizar en aquellos que tienen mayor capacidad de presión. Y de amenaza.
El ejemplo mas claro es el subsidio al precio de las gasolinas. Ello beneficia directamente a los mayores consumidores de este bien; en este caso, los que utilizan autos particulares y, sobre todo aquellos de autos de mayor cilindrada y por lo tanto mas consumidores de gasolina.
Es bueno recordar que hoy el precio de la parafina, combustible preferente de los sectores mas pobres, bordea los 600 pesos por litro. Tiene mucho mas sentido de justicia social subsidiar directamente el consumo de este bien, ayudando así a los mas necesitados, que no tienen la capacidad de presión de los camioneros.
La clase media mas empobrecida, que tiene su auto familiar pequeño, no se beneficia mucho. Los mas pobres usan transporte público, cuya tarifa, hoy estancada, depende del precio del diesel, en circunstancias normales y de la energía eléctrica, en el caso del Metro.
Así, el subsidio al precio de determinados bienes termina siendo regresivo, pues favorece mas a los que menos lo necesitan, a los que tienen mas altos ingresos. Y por el contrario, tiene efectos muy marginales sobre la población mas necesitada.
La pregunta de fondo es entonces ¿dónde debemos poner el foco de nuestra preocupación; política, económica y social?
¿En los grupos que demuestran mayor capacidad de presión, o en aquellos que mas lo necesitan?
Esta vez se ha puesto en los primeros, con el agravante que ahora todos sabrán que la manera de presionar para conseguir, es el chantaje, el matonaje o cualquier otra forma de amenaza.
Los que menos tienen carecen, por esencia, de estos atributos.
Deberemos esperar que en los tiempos que vienen, sean los sectores con mayor capacidad de presión corporativa, los que se “redistribuyan” las enormes reservas que el país, como gigante egoísta, acumuló para algún futuro nunca explicitado, en el extranjero.
Una vez mas, el esfuerzo de todos, irá en beneficio de pocos. Y las mayorías, deberán una vez mas esperar…tal vez cuando haya algún gobierno progresista.
Gabriel Ascencio Mansilla
Diputado
Chiloé y Palena
Santiago, Junio 6 de 2008.