A canalizar la “Lucha de Clases” G Wielandt
La sociedad chilena compuesta históricamente por una estructura de clase polarizada y fuertemente polarizante ha mostrado a través de las políticas públicas y medidas de resolución de conflictos que los nudos de lucha de clases aparecen con mayor constancia.
La entrega del transporte público a la banca y a operarios empresariales, sin mediar actores públicos ni social-comunitarios en dicho proceso; ceder ante las presiones de los dueños de camiones, sin fortalecer una política de presión vía fortalecimiento de ferrocarriles; intentos de promover fuertemente dinámicas del gran capital a través del proyecto de depreciación acelerada, en perjuicio de los micro y pequeña empresas; impotencia ante la derecha para mejorar lo mejor posible la educación a pesar de la constitución autoritaria; impotencia de organizaciones vecinales ante la arremetida inmisericorde de las empresas inmobiliarias; resignación ante la contaminación ambiental de grandes empresas mineras, forestales y papeleras; incertidumbre frente a la resolución de la crisis energética, sin confiar en la comunidad organizada como actor protagónico en la generación de energía alternativa descentralizada; debilidad, fragmentación y desorden sindical ante los problemas socioeconómicos; desconexión total entre los mundos de la política de partidos y los de la política de la sociedad, impotencia de la comunidad organizada frente a su fragmentación y debilidad inevitable que promueva la institucionalidad heredada de la dictadura, desamparo creciente frente a la discriminación y segregación socio-espacial, inconciencia frente a lo que realmente significa democracia y en particular bien común por parte de pobres, ricos y capas medias; ausencia de políticas de apoyo a las cooperativas en la competencia contra grandes empresas, entre otros hechos.
Todos estos hechos, muestra mínima de la polarización social, despierten la inquietud y preocupación y diversos sectores políticos que el estado de las cosas no puede permanecer tal como está. La crisis de los partidos no obliga a asumir a partir de una conciencia crítica un programa de lucha que sea capaz de canalizar la lucha de clases y sus embates de futuro, en vez de dejarla al arbitrio de cualquiera que sea capaz de canalizar el desamparo social producido por el neoliberalismo. La canalización de la lucha de clases es posible si el mundote la política partidista reconoce el curso de la política real en la sociedad, asumiendo la representatividad de los actores de la comunidad organizada como verdadera autoridad. La política, por lo tanto, requiere de referentes político y sociales capaces de construir mancomunadamente el proyecto de consolidación democrática social-comunitaria en el marco de una lucha revolucionaria organizada y conciente del poder real que puede adquirir una unidad política y social del pueblo.
La canalización de la lucha de clases es asumir su existencia y organizar el amparo de los desamparados de los largos años de neoliberalismo autoritario y de simulación democrática, forjando como fin de lucha la consecución de una nueva constitución a través de la movilización representada por un gran movimiento nacional de participación comunitaria.
El V Congreso del Partido Demócrata Cristiano nos ha entregado las herramientas político-ideológicas para concurrir en este proceso ofensivo revolucionario en la que deben comprometerse las conducciones nacionales de todos los partidos que aspiran a una verdadera democracia, reconociendo que el gobierno comienza en la base organizada. Una de las características de esta lucha debe ser la desoligarquización del régimen de simulación democrática, apoyándose para ello en la profunda convicción de los valores democrático, repúblicos y comunitarios.
La entrega del transporte público a la banca y a operarios empresariales, sin mediar actores públicos ni social-comunitarios en dicho proceso; ceder ante las presiones de los dueños de camiones, sin fortalecer una política de presión vía fortalecimiento de ferrocarriles; intentos de promover fuertemente dinámicas del gran capital a través del proyecto de depreciación acelerada, en perjuicio de los micro y pequeña empresas; impotencia ante la derecha para mejorar lo mejor posible la educación a pesar de la constitución autoritaria; impotencia de organizaciones vecinales ante la arremetida inmisericorde de las empresas inmobiliarias; resignación ante la contaminación ambiental de grandes empresas mineras, forestales y papeleras; incertidumbre frente a la resolución de la crisis energética, sin confiar en la comunidad organizada como actor protagónico en la generación de energía alternativa descentralizada; debilidad, fragmentación y desorden sindical ante los problemas socioeconómicos; desconexión total entre los mundos de la política de partidos y los de la política de la sociedad, impotencia de la comunidad organizada frente a su fragmentación y debilidad inevitable que promueva la institucionalidad heredada de la dictadura, desamparo creciente frente a la discriminación y segregación socio-espacial, inconciencia frente a lo que realmente significa democracia y en particular bien común por parte de pobres, ricos y capas medias; ausencia de políticas de apoyo a las cooperativas en la competencia contra grandes empresas, entre otros hechos.
Todos estos hechos, muestra mínima de la polarización social, despierten la inquietud y preocupación y diversos sectores políticos que el estado de las cosas no puede permanecer tal como está. La crisis de los partidos no obliga a asumir a partir de una conciencia crítica un programa de lucha que sea capaz de canalizar la lucha de clases y sus embates de futuro, en vez de dejarla al arbitrio de cualquiera que sea capaz de canalizar el desamparo social producido por el neoliberalismo. La canalización de la lucha de clases es posible si el mundote la política partidista reconoce el curso de la política real en la sociedad, asumiendo la representatividad de los actores de la comunidad organizada como verdadera autoridad. La política, por lo tanto, requiere de referentes político y sociales capaces de construir mancomunadamente el proyecto de consolidación democrática social-comunitaria en el marco de una lucha revolucionaria organizada y conciente del poder real que puede adquirir una unidad política y social del pueblo.
La canalización de la lucha de clases es asumir su existencia y organizar el amparo de los desamparados de los largos años de neoliberalismo autoritario y de simulación democrática, forjando como fin de lucha la consecución de una nueva constitución a través de la movilización representada por un gran movimiento nacional de participación comunitaria.
El V Congreso del Partido Demócrata Cristiano nos ha entregado las herramientas político-ideológicas para concurrir en este proceso ofensivo revolucionario en la que deben comprometerse las conducciones nacionales de todos los partidos que aspiran a una verdadera democracia, reconociendo que el gobierno comienza en la base organizada. Una de las características de esta lucha debe ser la desoligarquización del régimen de simulación democrática, apoyándose para ello en la profunda convicción de los valores democrático, repúblicos y comunitarios.
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