Movimiento Quinto Congreso
DECLARACION PUBLICA.
El viernes 30 de noviembre, militantes de diversas sensibilidades y regiones del país, nos hemos reunido en el antiguo edificio del Senado en Santiago. Lo hemos hecho motivados por el firme propósito de asumir los desafíos emanados del Quinto Congreso Nacional de la Democracia Cristiana. Sin embargo, sobrecogidos por el crítico momento que atraviesa el partido, los ahí congregados hemos decidido convertir esta convocatoria en un gran movimiento de opinión política, moral e intelectual, que contribuya a sortear la crisis y a responder eficazmente a las demandas y necesidades del país.
El partido es una comunidad de personas libres. Se ingresa a él por convicción, esto es, de manera libre y conciente. Con libertad asumimos el compromiso de respetar las normas que regulan su convivencia y sus cursos de acción política. Con libertad damos nuestro reconocimiento a sus instancias de decisión, entre las cuales el Congreso Nacional, es la más alta y soberana de todas. Con libertad consentimos someternos a las autoridades legítimamente constituidas, y la Mesa Nacional es la expresión ejecutiva de la voluntad colectiva, como el Consejo Nacional su asamblea representativa deliberante, y el Tribunal Supremo, su máxima instancia de resolución de litigios. Por virtud de nuestra libertad es que los democratacristianos decidimos realizar el Congreso de octubre. Por obra de la libertad es que renovamos nuestra confianza en la organización. Por el valor de la libertad es que conquistamos comunitariamente una nueva convicción. Entonces, ocurrido este importante hito que fue el Quinto Congreso, nadie tiene derecho a actuar en contra del partido.
Contravenir estas garantías de la vida política común que comparten miles de militantes activos a lo largo de Chile, es poner en riesgo la herencia, vigencia y proyección de la Democracia Cristiana. Es romper lealtades mutuas. De ahí que la primera condición para restituir el diálogo y el entendimiento entre nosotros, sea respetar la casa que nos acoge. Acusar a la directiva nacional de formar una asociación ilícita, una organización mafiosa siciliana para coludirse con la corrupción, entraña un hiriente agravio a todos los democratacristianos. Hacer cálculos de mayorías y minorías respecto de las inclinaciones del Tribunal Supremo, es rebajar la función de la justicia, y desacreditar sus arbitrajes. Justificar la violación de los estatutos en la libertad de opinión, es instalar fueros y privilegios reñidos con la igualdad de todos ante la ley. Nunca debiéramos olvidar que la libertad es siempre libertad, incluso para el mal.
En este sentido, el de la acción y del discurso político, desplegaremos nuestros mayores esfuerzos para hacer realidad los siguientes anhelos:
Primero, la difusión, debate y concreción de las resoluciones adoptadas en el Quinto Congreso Nacional de la Democracia Cristiana. Ellas constituyen un faro que ilumina nuestra acción política, e inauguran una nueva modalidad de diálogo hacia dentro y hacia fuera de la Concertación. Ellas muestran los nuevos horizontes de la justicia, la libertad y la solidaridad en nuestra Patria.
Segundo, una resuelta participación del partido en la orientación de las políticas públicas. La acción del partido en la gestión política y legislativa de la Concertación debe ir más allá de su opinión acerca de los proyectos emblemáticos, más allá del desempeño de sus militantes en el aparato estatal, y más allá de la acción de sus senadores y diputados. Nadie es más grande que el partido; el partido trasciende a los gobiernos; el partido no se agota en la vida parlamentaria. Todo el partido debe involucrarse en el éxito del programa comprometido con la ciudadanía.
Tercero, la constitución de una mesa integrada que refleje el pluralismo y los consensos del Congreso. Una mesa cuya principal finalidad sea adecuar el partido a las resoluciones aprobadas en octubre. Proponemos una directiva que dé garantías a todos los eventuales candidatos presidenciales del partido, lo cual entraña que éstos se inhiban de encabezarla.
Cuarto, un acuerdo municipal y parlamentario ahora a fin de desactivar potenciales focos de conflicto y volcar las energías de la colectividad en las grandes tareas políticas y programáticas del futuro.
Quinto, la elaboración del Programa de Gobierno que representará la candidatura presidencial de la Democracia Cristiana. Diciembre, 3 de 2007.
El viernes 30 de noviembre, militantes de diversas sensibilidades y regiones del país, nos hemos reunido en el antiguo edificio del Senado en Santiago. Lo hemos hecho motivados por el firme propósito de asumir los desafíos emanados del Quinto Congreso Nacional de la Democracia Cristiana. Sin embargo, sobrecogidos por el crítico momento que atraviesa el partido, los ahí congregados hemos decidido convertir esta convocatoria en un gran movimiento de opinión política, moral e intelectual, que contribuya a sortear la crisis y a responder eficazmente a las demandas y necesidades del país.
El partido es una comunidad de personas libres. Se ingresa a él por convicción, esto es, de manera libre y conciente. Con libertad asumimos el compromiso de respetar las normas que regulan su convivencia y sus cursos de acción política. Con libertad damos nuestro reconocimiento a sus instancias de decisión, entre las cuales el Congreso Nacional, es la más alta y soberana de todas. Con libertad consentimos someternos a las autoridades legítimamente constituidas, y la Mesa Nacional es la expresión ejecutiva de la voluntad colectiva, como el Consejo Nacional su asamblea representativa deliberante, y el Tribunal Supremo, su máxima instancia de resolución de litigios. Por virtud de nuestra libertad es que los democratacristianos decidimos realizar el Congreso de octubre. Por obra de la libertad es que renovamos nuestra confianza en la organización. Por el valor de la libertad es que conquistamos comunitariamente una nueva convicción. Entonces, ocurrido este importante hito que fue el Quinto Congreso, nadie tiene derecho a actuar en contra del partido.
Contravenir estas garantías de la vida política común que comparten miles de militantes activos a lo largo de Chile, es poner en riesgo la herencia, vigencia y proyección de la Democracia Cristiana. Es romper lealtades mutuas. De ahí que la primera condición para restituir el diálogo y el entendimiento entre nosotros, sea respetar la casa que nos acoge. Acusar a la directiva nacional de formar una asociación ilícita, una organización mafiosa siciliana para coludirse con la corrupción, entraña un hiriente agravio a todos los democratacristianos. Hacer cálculos de mayorías y minorías respecto de las inclinaciones del Tribunal Supremo, es rebajar la función de la justicia, y desacreditar sus arbitrajes. Justificar la violación de los estatutos en la libertad de opinión, es instalar fueros y privilegios reñidos con la igualdad de todos ante la ley. Nunca debiéramos olvidar que la libertad es siempre libertad, incluso para el mal.
En este sentido, el de la acción y del discurso político, desplegaremos nuestros mayores esfuerzos para hacer realidad los siguientes anhelos:
Primero, la difusión, debate y concreción de las resoluciones adoptadas en el Quinto Congreso Nacional de la Democracia Cristiana. Ellas constituyen un faro que ilumina nuestra acción política, e inauguran una nueva modalidad de diálogo hacia dentro y hacia fuera de la Concertación. Ellas muestran los nuevos horizontes de la justicia, la libertad y la solidaridad en nuestra Patria.
Segundo, una resuelta participación del partido en la orientación de las políticas públicas. La acción del partido en la gestión política y legislativa de la Concertación debe ir más allá de su opinión acerca de los proyectos emblemáticos, más allá del desempeño de sus militantes en el aparato estatal, y más allá de la acción de sus senadores y diputados. Nadie es más grande que el partido; el partido trasciende a los gobiernos; el partido no se agota en la vida parlamentaria. Todo el partido debe involucrarse en el éxito del programa comprometido con la ciudadanía.
Tercero, la constitución de una mesa integrada que refleje el pluralismo y los consensos del Congreso. Una mesa cuya principal finalidad sea adecuar el partido a las resoluciones aprobadas en octubre. Proponemos una directiva que dé garantías a todos los eventuales candidatos presidenciales del partido, lo cual entraña que éstos se inhiban de encabezarla.
Cuarto, un acuerdo municipal y parlamentario ahora a fin de desactivar potenciales focos de conflicto y volcar las energías de la colectividad en las grandes tareas políticas y programáticas del futuro.
Quinto, la elaboración del Programa de Gobierno que representará la candidatura presidencial de la Democracia Cristiana. Diciembre, 3 de 2007.
0 Comments:
Publicar un comentario
<< Home