LAS LECCIONES DE LAGOS Y NAVARRO...A.Rojo.
Aunque menos sabrosa que el encuentro entre el Presidente Chávez y el Rey Juan Carlos, la polémica suscitada entre el empresario simpatizante DC Andrés Navarro y el ex-presidente socialista Ricardo Lagos deja varias lecciones para quienes deseen entender cómo funciona la política.
Sin entrar a apoyar las posiciones de uno u otro, porque eso dependerá en definitiva de la decisión ciudadana, hay que constatar que Navarro soportó durante todo el año las críticas a Sonda por su responsabilidad en los problemas computacionales para el funcionamiento del Transantiago y que resulta, por lo tanto, comprensible que quisiera desahogarse de la presión vivida.
Para ello eligió al personaje de mayor peso de toda la trama, imitándolo con el gesto que le permitió a Ricardo Lagos saltar del lugar de político relativamente conocido al estrellato que lo ayudó a llegar a la Presidencia: El dedo apuntando a la cámara de televisión, invitándolo a un debate igual que Lagos hizo en su oportunidad para atacar a Pinochet.
¿Y Lagos? Callado, al igual que Pinochet, confiando en que quien tiene la posición de poder puede eludir los ataques simplemente ignorándolos. Pero la duda queda.
Como entonces, los adherentes de Lagos reaccionaron tal cual lo hicieron en su época los de Pinochet, y no han faltado los calificativos de insolencia y grosería dirigidos a Navarro. En esta oportunidad, sin embargo, Navarro no ha tenido defensores porque nunca ha sido militante de la DC y, aunque simpatiza con esta colectividad, también tiene nexos con personeros de Renovación Nacional; no se sabe cuál es el propósito del empresario, como sí se sabía que Lagos en 1988 quería ser Presidente de la República; y, por último, la posibilidad de contar con un personaje que le haga el peso a Lagos significaría dejar de lado la opción presidencial de Soledad Alvear.
Al margen de que Navarro se encuentre solo y que haya sido un error insinuar que esperaba un mejor trato de Lagos por haber contribuido financieramente a su campaña, la gran lección de este episodio es que hasta el más sagrado de los personajes de la política, o de cualquier otra actividad, puede ser puesto en tela de juicio si se encuentra la forma de arrinconarlo y exponer sus debilidades. Hasta la aparición de Navarro, muchos pensaban que Lagos ya había dicho todo lo que tenía que decir, pero ahora tiene nuevas preguntas que responder que vuelven a dejarlo en una posición de fragilidad.
Sonda, por su parte, que era uno de los villanos de la trama ahora aparece como una empresa responsable que cumplió con todo lo que se le pidió, y si hubo problemas se debieron a los políticos que equivocaron el diseño del Transantiago y modificaron las condiciones, y Andrés Navarro que era un empresario relativamente desconocido para la ciudadanía menos informada, que es la que decide las elecciones al final, ahora es la única persona que se ha plantado frente a La
Sin entrar a apoyar las posiciones de uno u otro, porque eso dependerá en definitiva de la decisión ciudadana, hay que constatar que Navarro soportó durante todo el año las críticas a Sonda por su responsabilidad en los problemas computacionales para el funcionamiento del Transantiago y que resulta, por lo tanto, comprensible que quisiera desahogarse de la presión vivida.
Para ello eligió al personaje de mayor peso de toda la trama, imitándolo con el gesto que le permitió a Ricardo Lagos saltar del lugar de político relativamente conocido al estrellato que lo ayudó a llegar a la Presidencia: El dedo apuntando a la cámara de televisión, invitándolo a un debate igual que Lagos hizo en su oportunidad para atacar a Pinochet.
¿Y Lagos? Callado, al igual que Pinochet, confiando en que quien tiene la posición de poder puede eludir los ataques simplemente ignorándolos. Pero la duda queda.
Como entonces, los adherentes de Lagos reaccionaron tal cual lo hicieron en su época los de Pinochet, y no han faltado los calificativos de insolencia y grosería dirigidos a Navarro. En esta oportunidad, sin embargo, Navarro no ha tenido defensores porque nunca ha sido militante de la DC y, aunque simpatiza con esta colectividad, también tiene nexos con personeros de Renovación Nacional; no se sabe cuál es el propósito del empresario, como sí se sabía que Lagos en 1988 quería ser Presidente de la República; y, por último, la posibilidad de contar con un personaje que le haga el peso a Lagos significaría dejar de lado la opción presidencial de Soledad Alvear.
Al margen de que Navarro se encuentre solo y que haya sido un error insinuar que esperaba un mejor trato de Lagos por haber contribuido financieramente a su campaña, la gran lección de este episodio es que hasta el más sagrado de los personajes de la política, o de cualquier otra actividad, puede ser puesto en tela de juicio si se encuentra la forma de arrinconarlo y exponer sus debilidades. Hasta la aparición de Navarro, muchos pensaban que Lagos ya había dicho todo lo que tenía que decir, pero ahora tiene nuevas preguntas que responder que vuelven a dejarlo en una posición de fragilidad.
Sonda, por su parte, que era uno de los villanos de la trama ahora aparece como una empresa responsable que cumplió con todo lo que se le pidió, y si hubo problemas se debieron a los políticos que equivocaron el diseño del Transantiago y modificaron las condiciones, y Andrés Navarro que era un empresario relativamente desconocido para la ciudadanía menos informada, que es la que decide las elecciones al final, ahora es la única persona que se ha plantado frente a La
Como el cuento del traje del emperador, el rey que desfilaba desnudo queda en vergüenza cuando un niño lo dice en voz alta, luego de que toda la corte competía por alabar la ropa inexistente.
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