jueves, julio 05, 2007

Reinventando a la Concertación Alfredo Joignant

Resulta evidente la existencia de un difuso sentimiento de desgaste de la Concertación, secundado por expresiones de malestar social como consecuencia de la revolución de las rutinas urbanas, provocada por la implementación del Transantiago. Mucho menos evidente es señalar las razones políticas de este desgaste, más allá de la vaga alusión a un “agotamiento” del proyecto concertacionista al cabo de 17 años de gobierno. Los diagnósticos en boga son muchos, aunque rara vez superan el juicio fisiológico del cansancio, como si esta imagen bastase.
Buena parte de las dificultades de la coalición se explican por una doble transformación política del país, la que no ha sido plenamente asimilada por los partidos. Por una parte, Chile experimentó un cambio en sus condiciones políticas de ejercicio del poder (correspondiente a nuestra larga transición a la democracia, hoy concluida), el que desembocó en un estado general de normalidad democrática.
Pero, por otro lado, el país transitó desde la lógica del proyecto histórico —a partir del cual se construyó una coalición amplia de fuerzas políticas y sociales— hacia la racionalidad del programa de gobierno. Esta doble transición se encuentra en el origen de lo que la Concertación fue, de lo que no será nunca más y naturalmente de lo que podría ser a partir de ahora.
Esto no quiere decir que la política en estados generales de normalidad carezca de sentido. Simplemente, los significados de un gobierno de coalición en esta nueva condición obligan a repensar los términos de la sociedad entre aliados políticos, más allá del nombre de quien debiese liderarla.
En tal sentido, es importante tomar conciencia de que la Concertación, además de haber logrado transitar a la democracia como régimen duradero, construyó la arquitectura gruesa de un pequeño Estado benefactor. Para repensar la Concertación es ineludible asumir esta obra gruesa, incluso cuando se pretende “corregir” un modelo económico cuyo fraseo opera como opaca evidencia. De ahora en adelante, lo que cabe realizar es comprender lo que se hizo y se logró, pero también identificar las brechas de modernización institucional, de inequidades culturales y de desigualdad económica que aún permanecen, como consecuencia de elecciones de política pública.
Es sobre estas brechas que cabe reinventar la Concertación, a partir de un programa cuya finalidad es la construcción de un Estado social de derechos. Si en este diseño cabe “rectificar el modelo”, bienvenido sea, a condición de que se aclare de lo que se está hablando.