martes, junio 12, 2007

La desconexión con Chile y los chilenos de los políticos ...Genialidad de M.Verdugo. R.Impacto.cespinoza

En los últimos días hemos visto a un ministro de Hacienda, Andrés Velasco, demasiado feliz por el Imacec del mes de abril. Poco después salió la última encuesta Casen que muestra una disminución apreciable de la pobreza en Chile. ¿Pero, es palpable un cambio en la situación de los chilenos y chilenas en los últimos meses y años, real, medible en sensaciones y hechos?
A nuestro juicio no. ¿Por qué? Simplemente porque el crecimiento económico sigue siendo disfrutado por una pequeña parte de la población, y porque la medición de la pobreza se sigue realizando con parámetros no reales. La pobreza de hoy es diferente: tiene televisor, refrigerador, microondas y otros. La pobreza de hoy se mide de otra forma. Se mide por el nivel de endeudamiento, por la incapacidad de “pararse” y defender un justo salario, buenas condiciones laborales, buen trato, respeto, dignidad. El olor de la pobreza hoy es diferente, ya no huele a carbón, ropa húmeda, piso de tierra; huele a desesperanza, a rabia contenida.
Por eso, las buenas noticias, del ministro Velasco y de Clarisa Hardy se enfrentan con los resultados de la encuesta Adimark, que indica una disminución persistente en el apoyo a este gobierno y su Presidenta; se enfrentan con la mala evaluación sobre los dos conglomerados que se dividen el poder político, económico y relacional en Chile: la Concertación y la Alianza, los que muestran una baja de cinco puntos respecto a una anterior consulta.
¿Donde está la respuesta a esta incongruencia entre buenos resultados económicos y de mala evaluación social? La respuesta parece estar en el mar profundo que separa al pueblo chileno de una clase dirigencial soberbia, tecnócrata, ávida de seguir manejando sus cuotas de poder y de imponer sus recetas económicas y políticas mediante instrumentos como la presión, el chantaje, la mentira, la desidia.
El Transantiago sigue siendo, hasta el momento, el icono de estos factores, aunque es posible encontrar fácilmente otros elementos como: llamar hospitales a edificios de atención médica; llamar la gran reforma social a un proyecto que mantiene la estructura ideológica del sistema de AFP e introduce un “pilar solidario” de cargo de todos, para responder a las ineficiencias del sistema; elaborar un proyecto de ley para mejorar el proceso educativo que persiste en los errores y horrores introducidos por el régimen militar; crear una institucionalidad ambiental que no responde con eficiencia y rapidez a situaciones como la contaminación del río Mataquito, ni a los niveles insoportables de polución en Santiago; licitar nuevas cárceles que no consideran la presencia de gendarmes, ni la necesidad de tener agua en los servicios higiénicos; llevar meses y meses sin aprobar la tibia reforma al sistema electoral que le va a permitir al PC (que optó por el pragmatismo y a cambio mantiene la política del “congelado” para mostrar “buena conducta”) elegir unos pocos parlamentarios, y así, muchos y muchos etcéteras.
La reciente discusión política originada en los proyectos de ley destinados a inyectar recursos (290 millones de dólares) y creación de institucionalidad para el TS, muestra esta lejanía que hay entre la ciudadanía y los políticos y, a la vez, una falta de dirección.
En el último consejo nacional del PDC se aprobó por 32 votos contra 6 apoyar la propuesta Cortázar. Los seis votos en contra propiciaban un aporte económico al sistema, pero a través de un mecanismo diferente: que se asumiera que la capital del país enfrentaba una situación de emergencia y que se recurriera al famoso “2% constitucional”. Se aprobó la propuesto por la mesa, lo que vino sólo a avalar lo mal que se hacen las cosas en Chile. “Pongo 290 millones de dólares y otros 290 millones más para regiones” y comienza la “negociación” entre gobierno y parlamentarios respecto a los montos; si la plata se devuelve o va a fondo perdido como se hará con seguridad en Santiago; que si no se gasta este año( lo más probable) quede como saldo de caja para 2008, etc.
Este lamentable hecho da cuenta, al menos, de dos cosas nefastas: primero se está haciendo legislar a nuestros parlamentarios bajo presión, por no usar otra palabra más fuerte (si no apoyan los proyectos de ley “la gente sufrirá las consecuencias con un alza de tarifa), y, segundo, éstos tranzan sus apoyos “en el mercado”.
Así, queda claro que nuestros políticos no se ponen en el lugar de la gente, del pueblo. Hay frialdad en la entrega de cifras por parte de las autoridades de gobierno; autocomplacencia con algunos números positivos, que a los pobres de hoy no les dice nada; hay un conocimiento de los dolores y sufrimientos de la gente a través de la realidad que muestran los medios. No conocen lo que significa dormir menos, esperar bajo el frío un transporte, viajar apretado, sentir los olores y transpiraciones en el atochado ferrocarril metropolitano.
Nada de esto entra en sus discos duros. Nada. En ellos sólo hacen sinapsis los datos de la encuesta Casen, del Imacec de abril, de la encuesta de Adimark. Y, en la oposición, tampoco hay claridad, cercanía con la gente ni menos sensibilidad por sus problemas. Al contrario, sintieron el “olor del poder” cercano y entraron en una locura por destruir, atacar, denunciar. Entraron en la campaña del desalojo. Y el pueblo, que es sabio, los castiga a los dos bajando nuevamente su valoración respecto a los dos conglomerados políticos. Pobre país, pobres de nosotros los chilenos y chilenas que debemos sufrir la incompetencia de los políticos y sus organizaciones.