jueves, noviembre 23, 2006

...A PROPOSITO DEL DCTO. DE J.P.NAVARRETE...

UNA ENTELEQUIA ACADÉMICA LIBERAL
Angel Correa
El documento ‘Paradigma Filosófico en el que se sitúa la Democracia Cristiana del siglo XXI’, de Juan Pablo Navarrete, pretende ser una «matriz ideológica» que sirva de base a la elaboración de las propuestas programáticas del PDC. El documento comienza por declarar que se trata de un esfuerzo que implica «abandonar en parte la forma tradicional en como se ha intentado abordar el tema doctrinario al interior de nuestro partido», forma tradicional constituida por «la filosofía cristiana y el catolicismo contemporáneo, ambas en el contexto del llamado ‘problema social contemporáneo’» [página 2], según lo expusiera el maestro Jaime Castillo.En otras palabras, esta presentación propone una sustitución doctrinaria. Obviamente, el autor procura evitar esta conclusión diciendo más adelante que pretende «reafirmar la vigencia del pensamiento demócratacristiano bajo las premisas conceptuales que se manejan en la discusión filosófica en la actualidad, especialmente bajo la forma del comunitarismo contemporáneo» [3].Sin embargo, no puede ser más evidente la contradicción entre las proposiciones transcritas, primero, porque el «pensamiento demócratacristiano» no es otro que la tradición doctrinaria del partido, y, segundo, porque una hipotética aceptación de la concepción teórica de reemplazo, el «comunitarismo contemporáneo», importa, por su propia naturaleza filosófica, un cambio sustancial y, por ende, total.En todo caso, parece elemental que, si se quiere reemplazar la doctrina del partido, hay que comenzar por dar buenas razones que demuestren su insuficiencia e incorrección. No basta, como «prueba», con decir que no hay referencias a las fuentes doctrinarias de la DC en ningún «compendio o manual de filosofía política escrito en los últimos treinta años» [p. 3]. Eso no pasa de ser una liviandad, análoga a la de quienes descartaban a Maritain, en pleno auge de sus ideas, por sustentar una filosofía definida hacía siete siglos, cuyo origen se remonta al siglo IV AC. Sería bueno ponernos de acuerdo al menos en que, si vamos a tratar el tema con seriedad, lo primero que se debe reconocer es que la filosofía no está sujeta a las modas ni a las conveniencias editoriales.¿Qué es lo que se propone para sustituir las «fuentes doctrinales tradicionales de la Democracia Cristiana»?Se propone simplemente que el partido se haga parte del llamado ‘debate liberal-comunitario’ que tiene lugar en círculos académicos de los Estados Unidos y Canadá, adhiriendo a la posición ‘comunitaria’ allí implicada. Este debate se originó en la toma de conciencia, por parte de algunos destacados académicos - filósofos y principalmente sociólogos de importantes universidades norteamericanas -, de los extremos individualistas a que ha llegado el liberalismo reinante en norteamérica.Sin embargo, es preciso dejar en claro que este debate no pretende sustituir el ‘liberalismo’ por el ‘comunitarismo’, dado que éste sigue siendo parte de aquel. Es decir, se trata de un debate interno del liberalismo, provocado por quienes aspiran a darle un sentido social que no tiene. Así lo entiende y acepta el autor del documento cuando afirma sentirse «identificado» con el referido comunitarismo «en el marco de una sociedad liberal» [p. 26]. De allí que el título propio del debate debiera ser más bien ‘debate individualista-comunitario’. De igual modo, la correcta denominación de dicho ‘comunitarismo’ debiera ser propiamente ‘comunitarismo liberal’.No está demás destacar aquí que, hasta el momento, el ‘comunitarismo liberal’ no pasa de ser una entelequia académica de moda, sin ningún nivel de recepción por parte de la gran mayoría de la ciudadanía norteamericana. Y, obviamente, no puede ser de otra manera, puesto que se trata de un «movimiento intelectual que en ningún caso se muestra de manera compacta y homogénea» [p. 10], porque quienes están asociados a él provienen de fuentes filosóficas diversas y hasta contradictorias. Por decir lo menos, algunas de esas corrientes de pensamiento son tan antagónicas como las representadas por Aristóteles y Hegel, según deja constancia el documento."El problema central planteado por esta proposición, en relación a la doctrina demócrata cristiana, no radica tanto en la crítica al individualismo liberal que describe, la que en muchos aspectos es profunda y certera, sino en la solución que propone, consistente en una concepción «inspirada en el paradigma de la comunidad» [p. 10]. En ella, la ‘comunidad’ a que cada individuo pertenece es la que determina el deber ser mismo de la persona, lo que el documento expresa diciendo: «son las sociedades donde viven las personas quienes confieren a éstas su identidad y sus valores... Dichos valores no son elegidos por las personas, sino que son descubiertos y aprehendidos en las prácticas propias de las comunidades a que pertenecen». [p. 11]De modo que, por ejemplo, los valores cristianos no podrían ser «elegidos» y menos practicados por los cristianos si no formasen parte de las «prácticas propias de las comunidades».En otras palabras, aquí se está descartando de un plumazo una doctrina fundada en principios filosóficos sólidos y de permanente validez intelectual e histórica - originarios de la concepción ‘personalista comunitaria’ del humanismo cristiano -, por un proyecto fruto de la arbitraria pretensión de la sociología de subir de categoría y ser considerada como ética, en reemplazo de la filosofía moral, conforme al positivismo el siglo XIX, tendencia conocida como ‘sociologismo’, de la que deriva la teoría del ‘consenso moral’ implicada en éste y otros documentos circulantes en el PDC. ¡Vaya actualidad de la moda!En su raíz, la identidad de tal proyecto no es otra que ser una variante positivista del liberalismo más arcaico, cuya principal característica es el relativismo absoluto. Tal visión contradice prácticamente todos los principios fundamentales sobre los que descansa el humanismo cristiano, tales como la verdad, el bien moral absoluto del que derivan los valores morales, el libre arbitrio como condición esencial de la libertad humana y los derechos inalienables derivados de la naturaleza humana. En esta concepción ‘comunitaria liberal’ - del más puro corte materialista -, todos estos principios quedan entregados a la determinación de la ‘comunidad’, la que, de hecho, no tiene otra forma de establecerlos que sometiéndolos a la voluntad de la mayoría, esto es, al consenso entre quienes sustentan el poder.
Pretender, como en este caso, que nuestro partido adhiera al liberalismo - positivista, agnóstico y relativista -, importa una de dos cosas: o el desconocimiento puro y simple de nuestra doctrina, o el propósito específico de acomodar nuestra doctrina por el afán de andar a la moda. Cualquiera sea el caso, esto implica, lo pinten como lo pinten, desechar de plano el humanismo cristiano que justifica la existencia de la Democracia Cristiana.