viernes, diciembre 02, 2011

Palabras al viento.John Biehl del Río


Cuando vemos el tétrico avance de los mercaderes desbocados, es difícil no preguntarse si la derrota de la política significará el retorno de las dictaduras. Hoy ya nos parece natural que los mercados nos hablen día a día y sus hermeneutas sagrados señalen qué requieren como sacrificio, para que podamos vivir dignamente.
Ya los mercados nombraron Primer Ministro en Italia, también en Grecia, con sus respectivos gabinetes. Definieron el camino de España y vigilan de cerca la conducta de todo personaje que en política aún tenga poder de decisión. Pareciera que los parlamentarios importan poco. El otrora corazón de la democracia, artífice genial de diálogos constructivos en pluralismo, parece estar ocupado por títeres transables en imágenes de televisión, líneas de periódico o simplemente por esa corrupción que remplazó al honor de representar los anhelos de un pueblo.

Hoy puede parecernos que estos hechos que vemos en tierras lejanas "son entierros donde no tenemos velas". "Hicimos bien las cosas..." es la conclusión que nos deja tranquilos. En general, manejamos la economía de mercado siguiendo sus reglas adecuadamente. En veinte años de gobierno fuimos capaces de controlar la economía con todos los equilibrios de rigor establecidos.
Quedó así atrás ese período oscuro en que gobiernos progresistas destruían los sueños que alentaban, incapaces de respetar un manejo serio de la economía. Esta tarea se hizo más fácil, pues, caído el Muro de Berlín, mientras unos celebraban con optimismo las posibilidades de construir sociedades libres, otros se dedicaban, sistemáticamente, a desregularizar todo lo que parecía obstáculo para la economía de mercado, ya que ésta nos daría el bienestar deseado.
Junto con la desregulación masiva de las economías, comenzó la concentración de la riqueza y el ingreso desde China a Chile, de Norteamérica a Rusia; y en casi todas las direcciones geográficas que quiera escoger.
En nuestro país tuvimos cambio de gobierno en los momentos en que se iniciaba la gran crisisdel mercado libre de controles. Si no cayó un muro, como en Berlín para simbolizar el fracaso del socialismo, es porque el mercado y su egoísmo desenfrenado corrían sin barreras. La más grande de las corrupciones galopaba sin ser detectada por parlamentos e instituciones que seguían, ingenuamente, igualando las libertades económicas con las políticas. Las primeras devoraron a las segundas y, como era natural, lo han hecho primero donde había más riqueza y más democracia.
Se da en Chile un fenómeno singular: es elegido un gobierno para que agrande las alas de la libertad económica, pero se encuentra con el reto de que ha de revivir toda la política para controlar un mercado que, suelto como estaba, era ya Polar. Así planteadas las cosas, la administración Piñera vive un reto de la historia que supera al feroz terremoto, al traicionero tsunami y al milagroso rescate de los mineros: es preciso restablecer toda la fuerza de la democracia representativa y extenderla, para que sea más fuerte y poder así controlar el mercado, para que éste sirva y dé garantía a todos los ciudadanos y no sólo a unos pocos. Para alcanzar esa meta, el Gobierno entiende que también es necesario restablecer con urgencia caminos que aceleren el progreso real de los menos favorecidos de nuestros compatriotas.
Si no hay éxito en restablecer la democracia en su nivel más creativo, tampoco lo habrá en controlar el mercado. Si así ocurriera seremos fácil presa de los males de los países del Norte. Se requieren serias reformas constitucionales, y aquí también el Presidente tendría que enfrentar a sus propios partidarios. El reto histórico que le han presentado los tiempos está por encima de lo que fueron los argumentos en la campaña electoral. Es un desafío compartido para gobierno y oposición. Si el Presidente elige el camino de la historia, esa oposición política de hoy, que ayer recobró la democracia, dejará su marca sincera en el robustecimiento de ella y en la atención preferencial a los más pobres. Es curioso que en momentos difíciles y de angustia se puedan presentar oportunidades señeras.