La Concertación ha muerto. Leonel Sánchez Jorquera
Sin
duda falta el análisis político de lo que significó el conglomerado que muchos
chilenos aplaudimos en 1988, cuando se formalizó un proceso de concertación de
fuerzas políticas opositoras a la dictadura de Pinochet.Fuimos
muchos los que estuvimos apoyando dicha coalición durante los 20 años que
estuvo en el poder. Pero también somos muchos los chilenos a los cuales nos
quedó un sabor amargo con la obra realizada.No fui
un actor relevante, ni funcionario de los gobiernos de la Concertación, pero
asumo mi responsabilidad política como militante y dirigente de base de la
Democracia Cristiana.
En
estos momentos, debemos profundizar una reflexión de las proyecciones de los
gobiernos de la Concertación.
Este
análisis debe realizarse en una triple dimensión.
En
primer término, como autocrítica por los errores y desaciertos cometidos,
asumiendo nuestras responsabilidades.
En
segundo lugar, valorar los logros obtenidos con nuestra participación en la
coalición de gobierno más exitosa de la época republicana de Chile.
En
tercer término, no buscar excusas -y consecuentemente pedir perdón- por las
transformaciones que no fuimos capaces de implementar, especialmente las que ha
desnudado el terremoto.
Sólo
una reflexión en esta triple dimensión permitirá producir un análisis que sirva
para reafirmar nuestros principios y renovar nuestras propuestas.
Ahora
estamos en otra etapa política, que tiene nuevos desafíos y tareas. Los grandes
desafíos son la injusta distribución de la riqueza, la falta de igualdad de
oportunidades y la descomposición de la participación comunitaria.
Como
Democracia Cristiana nos tiene que convocar la construcción de un nuevo
conglomerado político: un Frente Amplio de Convergencia de organizaciones y
actores sociales y políticos en torno a un objetivo claro, preciso y a la vez
complejo, cual es un modelo de desarrollo alternativo para el siglo XXI, en el
cual elaboremos -entre todos los actores sociales y políticos comprometidos por
un Chile más justo y solidario- una metodología participativa y ciertos ejes
programáticos, para concluir en la definición de una plataforma para la acción.
El
llamado es amplio, el desafío es mayor.
No
podemos recrear una Concertación que ya cumplió un rol en la política chilena.
La construcción
de un Frente Amplio de Convergencia, social y política, tiene que desarrollarse
desde la base comunitaria y social y no desde una oligarquía política que
quiere mantener a la Concertación.
Esa
oligarquía ya perdió toda capacidad creativa y transformadora y se encuentra
“enredada” en el modelo político institucional, económico y social que
predomina amparado en la Constitución Política, herencia de la dictadura de
Pinochet.
Como DC
tenemos que aportar desde nuestras convicciones para generar las condiciones
políticas en el diseño, coordinación, implementación y definición de una nueva
coalición política que recoja la “unidad social y política” en un nuevo
conglomerado, que represente la diversidad social y política del país del
Bicentenario.
Ese conglomerado
debe tener la capacidad de convocar y acoger a los más diversos actores
comunitarios, sociales y culturales con una orgánica democrática,
participativa, convocante y generada desde las bases, que se plantee como una
alternativa de gobierno para 2014.
En la
construcción de un nuevo modelo de desarrollo para Chile, debemos mantener
nuestro compromiso con la profundización democrática, la defensa permanente de
los derechos humanos y la promoción del poder comunitario, valores que deben
estar presentes en la construcción del Frente Amplio de Convergencia Social y
Política de Chile.
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