miércoles, septiembre 28, 2011

Palabras de Myriam Verdugo. Consejera Nacional del PDC. Viuda de Manuel Bustos.


Monseñor, Amigos, amigas, camaradas, quiero agradecer la presencia de ustedes a esta misa, en la que recordamos el aniversario doce desde la partida de Manuel Bustos Huerta de este mundo. La tarjeta que ustedes recibieron decía que los convocábamos a recordar a un hombre en los momentos justos en que su memoria de dirigente comprometido, claro y luchador se hacían más vigente que nunca.
Así es, quienes conocieron a Manuel supieron de su entrega sin medida a la causa que más amaba, la de los trabajadores y su lucha por justicia social, política y económica para ellos, y ellas, desde su visión humanista y cristiana de la vida. Por eso también fue militante disciplinado de la democracia cristiana, partido que no siempre supo comprender su actuación sindical.


Por qué su memoria se encuentra hoy todavía más vigente? Varios son los motivos. Primero una inteligencia superior, agraviada por una educación limitada; segundo fuerza y coraje. Coraje para enfrentar los desafíos, coraje para enfrentar los contratiempos, coraje para enfrentar la adversidad.

Pero había también elementos que le permitían a Manuel tener un campo de acción amplio, que superaba su casa partidaria, sus creencias, su trabajo sindical. Era alegre, pícaro, simpático. No pretendo hacer una apología de su figura, pero en la suma de su vida, en los claros oscuros que todos tenemos, en la suma y en la resta, su balance fue más que positivo.

Hoy nuestro país se ve remecido no sólo por las columnas de jóvenes que alegres, pero decididos marchan por las calles del país demandando educación de calidad y gratis, no. También nuestra sociedad se encuentra remecida por la evaluación que los chilenos y chilenas hacemos no sólo de este gobierno de derecha, sino también del rol que juegan todos los actores políticos, religiosos y sociales del país.

Las encuestas siguen diciendo que el presidente y su gobierno tienen una baja aprobación; siguen diciendo que instituciones tan históricas como nuestra querida Iglesia católica también va a la baja, que no se cree en los partidos políticos ni en el parlamento. El mundo sindical en algunos estudios muestra un alza como instrumento de promoción, pero los dirigentes, nuevamente, reciben una mala evaluación. Sin duda el país vive una crisis, y ésta es integral. Y mientras en las calles los jóvenes dicen que el pueblo unido avanza sin partidos, éstos, al menos en la concertación, viven una danza de declaraciones y contra declaraciones penosa y suicida.

Qué hacer en estas circunstancias. Que haría Manuel. No voy a arrogarme el pretender interpretarlo. Sólo Dios sabe que haría en estas circunstancias, pero me atrevo a soñar y quizás no me equivoque, que él de nuevo pondría a trabajar su inteligencia pre clara, su coraje a toda prueba para señalar caminos, y yo recuerdo que los caminos que él señaló siempre fueron de audacia, pero también llenos de convicción.

Hoy, cuando nuestros jóvenes marchan, estudian, discuten, debaten con fuerza inteligencia y pasión, sueño con que estaría acompañándolos, con qué les diría bien, bien muchachos, que les diría remezan los cimientos del templo y que muera lo que tenga que morir, para que nazca lo que tiene que nacer.

Recuerdo finalmente las palabras cariñosas de Luis Fuentealba, en una ocasión como esta. En esa oportunidad el dijo de Manuel :Hoy asoma una vez más a mis ojos su figura, llegan a mis oídos sus palabras llenas de contenido y profundidad.

Imagino, que de estar físicamente con nosotros, otra vez se hallaría en primera línea, a la vanguardia de nuestra lucha, organizando las fuerzas del sindicalismo, luchando por más igualdad, por más participación, por más democracia, contra el sistema binominal; luchando por un nuevo código del trabajo y una nueva constitución, luchando por la nacionalización del cobre y de las aguas, luchando por más participación social y una mejor democracia, luchando por el pleno respeto a los derechos humanos, Trabajando por acortar las brechas de las desigualdades salariales, luchando por un sueldo ético, por una mejor distribución del ingreso, levantando las banderas de la unidad sin exclusiones, saludándonos con su mano franca y su mirada transparente y diciéndonos con una sonrisa

¡Cómo estás hermano!