Protestas en Chile y el mundo. Eduardo Reyes Saldías.
Mucho se escribe de las protestas hoy día y está bien por que es el tema de moda. El problema es que se plantea como si este fenómeno mundial tuviese un mismo sentido en cada lugar en que ocurre, deslegitimando las razones contextuales de cada situación en particular.
En España surgen a raíz del desempleo creciente, incluso se ha llegado a plantear que los enormes subsidios estatales a la producción de energías limpias habría atentado contra otras políticas sociales; en Oriente Medio, particularmente en Egipto, se dieron a causa del alza del precio de los alimentos y no necesariamente para botar a Mubarack.
De hecho, en los primeros días se negoció con "Hermandad Musulmana" para dar conducción al movimiento, pero éste no pudo ser controlado; en Chile se sale a la calle por HidroAysén y las manifestaciones son convocadas por grupos ecológicos o no, desde distintas áreas sin conexión, sólo unidos por un deseo de demandar atención. El factor común entonces no es el "antisistemismo" sino la ausencia de actores institucionales, que permitan dar una coherencia y direccionalidad al fenómeno.
El surgimiento de actos como éstos, es conocido en América Latina, aunque de distinta forma, pues ahora son las redes sociales dirigidas desde el espacio virtual, las que organizan y encauzan. En otro tiempo fueron liderazgos extra-partidos, los que coordinaron el descontento; sin embargo, en mi opinión, el resultado puede ser el mismo: el surgimiento de actores catalizadores pero no comprometidos con el largo plazo de las políticas públicas, ni con la interrelación de actores.
El ejemplo de España puede ser interesante, pues las manifestaciones terminaron dándole una amplia mayoría a la oposición de derecha en las urnas. No es dable pensar que los manifestantes que pusieron a Zapatero en el poder después del atentado de Atocha, ahora le devuelvan el poder a los populares por el mismo medio. Claramente ahí la intencionalidad de los manifestantes no buscaba ese resultado, pero así fue.
En Chile tenemos, qué duda cabe, problemas medioambientales (hoy Stgo está en preemergencia después de semanas de aire irrespirable con un intendente ex-podte de la "Cámara Chilena de la Construcción") pero también tenemos serios problemas de inequidad, somos los peores de la OECD. Los problemas medioambientales pueden ser solucionados institucionalmente y la protesta para eso es buena; pero no es así con la distribución de la riqueza, la que en mi opinión es la madre de todos los problemas en nuestro país; ni tampoco con la concentración del poder económico. En los distintos ámbitos de la econmía nacional, el Estado estuvo ausente, permitiendo que fuera el mercado quién operara, mirando distraídamente como el cobre no paga impuestos y los profesionales tributamos muy por sobre el porcentaje que lo hacen las empresas. En esto, déjenmme decirlo, los gobiernos de la Concertación no asumieron su responsabilidad con la fuerza que la causa demandaba, limitándose al lamento por no tener el suficiente apoyo en el Parlamento.
Ergo, ¿qué se debe hacer para representar de verdad la complejidad del Chile actual?. Hay que acomodar la institucionalidad a la realidad, pues eso es realmente lo político: Fin al binominal; elección universal de Intendentes y de COREs; fortalecimiento del Parlamento, pues es ahí donde debe estar manifestada la multiplicidad de los intereses de los chilenos.
Por último, es necesario decir que la protesta puede ser inorgánica, pero si las respuestas a las demandas surgen de la misma forma, entonces el futuro del país se verá seriamente amenazado. ¿Cuál es mi principal temor? que un concentrador de riqueza como es el Presidente Piñera, termine catalizando el cambio social, en beneficio de su sector, mientras quiénes hemos creído desde siempre que estos cambios los debió hacer la Concertación miremos atónitos a Longueira, Novoa y Lavín encabezando el cambio estructural de la política chilena.
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