lunes, mayo 30, 2011

Democracia “dedocrática”. Rafael Gumucio R.

Donde hay organización, hay burocracia. La concepción de Michels respecto a los partidos socialdemócratas de masas no ha sido, hasta ahora, desmentida por la historia. Si hubiera un tribunal de la libre competencia política todos los partidos actuales serían condenados, pues no son más que monopolios de grupos de poder, que actúan como mafias y cuyo único fin es perpetuarse en los cargos directivos. Los sistemas políticos tienden a favorecer el duopolio, en una torpe concepción de la alternancia en el poder.


Para los ingenuos, que creen, por ejemplo, que la Concertación es la única capaz de hacer una payasada tan ridícula como las primarias para elegir el candidato presidencial, están muy equivocados. El Partido Socialista Obrero Español acaba de cometer una estupidez sin límites al plantear unas primarias donde el único candidato es Alfredo Pérez Rubalcaba, lo que anula todo intento de cambio en una errónea política, que los condujo a la mayor derrota de su historia política. En nada quedó la idea de llamar a un Congreso extraordinario, que pusiera fin al reinado de Rodríguez Zapatero, tanto en su rol de secretario general del partido, como jefe de Gobierno.

Como en la decadencia del Imperio Romano, una diarquía de emperadores dirigirán al partido socialista español; es muy difícil prever cuánto durará esta dualidad de poderes entre el jefe de Gobierno y secretario general del partido y el líder candidato a las próximas elecciones generales.

En los partidos centralistas burocráticos son impensables las primarias y sólo serían aceptables si no son competitivas, es decir, con un candidato de la nomenclatura, seguro de ganar. Los jefes de las mafias políticas aborrecen el riesgo de que los militantes elijan a alguien que no pertenezca a su tribu; si surge un líder que ponga en cuestión este sistema de dominación, harán todo lo posible para cooptarlo, domesticarlo y, al fin, incorporarlo.

Esta forma de democracia representativa, en el caso de los partidos, es pura y simplemente “dedocracia”: Escalona nombró primero a José Miguel Insulza y, posteriormente, a Eduardo Frei; Rodríguez Zapatero, en un comienzo defenestró a Carme Chacón – al parecer era su predilecta – y luego se vio obligado, so pena de perder sus cargos, a nominar a Pérez Rubalcaba, que no las tiene todas consigo, pues los jefes federales han preferido una dualidad de poderes a derrocar a Rodríguez Zapatero, cosa que hubiera ocurrido de haberse llevado a cabo un Congreso.

Definitivamente, los socialistas no sólo han traicionado su raíz obrera y revolucionaria, sino también han mostrado incapacidad de autocrítica y de practicar la democracia interna. En la actualidad los militantes del Psoe no confían en sus dirigentes, que los han llevado a la debacle y que hoy son incapaces de abrir el partido a un debate imprescindible y, mucho menos, a las primerias competitivas que suponen una democracia interna.

Lo mismo ocurre con los partidos de la Concertación en Chile: proponen primarias para elegir los candidatos a alcaldes y concejales, sabiendo muy bien que terminarán siendo elegidos a dedo o manteniendo a los actuales ediles - la mayoría de los cuales no quieren dejar sus cargos -. La política consiste, así, no en el arte de gobernar, sino en la habilidad para

ejercitar el dedo, nombrando a quienes sean más proclives a los intereses de la mafia en el poder. En este sentido, los partidos socialdemócratas no son muy diferentes a los totalitarios que, entre congreso y congreso, terminaban nominando siempre a los mismos.

Mientras no se ponga fin a la “dedocracia” nuestras democracias muy débiles y caerán fácilmente en manos de líderes populistas; de continuar esta situación los ciudadanos terminarán por alejarse aún más de la política.

La represión policial, que despejó la Plaza de Barcelona, ocupada por los indignados, comandada por el secretario del Interior del gobierno autónomo de Barcelona vino a exacerbar los ánimos y a colmar la paciencia de los ciudadanos, que se sintieron atropellados en su derecho a protestar ante una crisis que tiene al 50% de los jóvenes en la cesantía.