Elecciones en Perú: lecciones para Chile. Rodolfo Fortunatti
Perú vive una de las definiciones políticas más decisivas de lo que va corrido del siglo, desde que el domingo 10 de abril se impusieran para competir en una segunda vuelta los candidatos Ollanta Humala y Keiko Fujimori. Ambos encarnan sendas tradiciones de izquierda y de derechas, que los observadores locales coinciden en describir como síntomas propios del desencanto, la fragmentación y la polarización de la vida política peruana. En una mirada externa, la revista británica The Economist, ha señalado que en los recientes comicios “se cosechó un voto de protesta contra los políticos moderados democráticos que han gobernado el más rápido crecimiento de las economías más grandes de América Latina en la última década, pero que han fracasado para frenar la corrupción y el crimen, o lo suficiente para mejorar las condiciones sociales”. Y es que el centro político ha quedado fuera de concurso y, sus líderes y facciones, obligados a tomar posición y a fijarle condiciones a los vencedores para, de este modo, incidir en la segunda vuelta del 5 de junio que, como se están desenvolviendo los acontecimientos, promete convertirse en una nueva elección presidencial.
Las elecciones peruanas han tenido, y nada indica que no sigan teniendo, fuertes repercusiones sobre las relaciones vecinales —especialmente en la subregión andina—, así como en el comportamiento de los mercados y de los flujos financieros. Pero, en lo que a Chile atañe, cobran un enorme significado para comprender y orientar las vertiginosas transformaciones que está experimentando nuestra cultura política. Lo sucedido en Perú puede ser un anticipo del escenario político chileno del 2013, cuando deba elegirse Presidente de la República y renovarse la totalidad de la Cámara de Diputados y la mitad del Senado.
Participación electoral
De acuerdo con los datos proporcionados por la Oficina Nacional de Procesos Electorales, ONPE, en Perú hay cerca de 20 millones de electores habilitados con derecho a sufragio. De éstos, concurrieron a las urnas para elegir Presidente de la República, congresistas de la Cámara Única y representantes del Parlamento Andino, sobre 16 millones de personas, mientras que se abstuvieron algo más de 3 millones de ciudadanos. La democracia peruana exhibe así una de las más altas tasas de participación de la región, con un 84 por ciento de concurrencia a los lugares de votación, y un 16 por ciento de ausentismo.
Elección presidencial
De los aproximadamente 15 millones de votos válidamente emitidos, la mayor parte se concentró en cinco de los once candidatos presidenciales. La primera mayoría relativa la obtuvo Ollanta Humala, de la coalición Gana Perú, con el 32 por ciento de las preferencias. La segunda mayoría, la consiguió la candidata de Fuerza 2011, Keiko Fujimori, con el 23 por ciento de los votos. Al quedar primeros en la justa electoral, ambos postulantes se aseguraron un sitio para competir en la segunda vuelta.
Más abajo, a cinco puntos de distancia de Fujimori, se situó Pedro Kuczynski de Alianza por el Gran Cambio, con el 18 por ciento de los sufragios. Le siguieron Alejandro Toledo, de Perú Posible, con un 16 por ciento, y Luis Castañeda, de Alianza Solidaridad Nacional, con el 10 por ciento de los votos. Estos tres últimos son los llamados candidatos moderados por The Economist, quienes en conjunto lograron reunir alrededor del 45 por ciento de las adhesiones. Los seis candidatos restantes captaron menos del uno por ciento del total de votos válidamente emitidos.
Elección parlamentaria
Simultánea a la elección presidencial, se realizaron los comicios para elegir los 130 miembros del Congreso. En dicha contienda, sobre cerca de 12 millones de votos válidamente emitidos, correspondientes al 91 por ciento de las actas contabilizadas, la coalición de Ollanta Humala, Gana Perú, capturó más de tres millones de adhesiones, el 25 por ciento de las preferencias, seguida por el conglomerado de Keiko Fujimori, Fuerza 2011, que consiguió el respaldo de 2 millones 700 mil electores, con el 22 por ciento de los sufragios. Perú Posible, la concertación de partidos de Alejandro Toledo, alcanzó el 14 por ciento de los votos, al igual que Alianza por el Gran Cambio, que postuló a Pedro Kuczynski. Por su parte, Alianza Solidaridad Nacional, que llevaba como candidato a Luis Castañeda, conquistó el 10 por ciento de los votos. Detrás de éste se situó el APRA, partido del actual Presidente Alan García, con el 6 por ciento de respaldo. Finalmente, otras siete coaliciones electorales se repartieron el remanente 6 por ciento de los apoyos. Con la sola excepción de Ollanta Humala y Gana Perú, que logró el 32 por ciento de aprobación en la presidencial, pero que conquistó siete puntos menos en los comicios para congresales, en esta elección se ha dado una relativa equivalencia entre la votación obtenida por las coaliciones en la presidencial y la conseguida por éstas en la parlamentaria.
Probable composición del Congreso
Según los cálculos del sociólogo Fernando Tuesta Soldevilla, con el 25 por ciento de los votos, Gana Perú e independientes podrían estar eligiendo el 36 por ciento de los escaños parlamentarios, esto es, 47 de los 130 asientos del Congreso. A su vez, Fuerza 2011, con el 23 por ciento de los sufragios podría estar ocupando el 28 por ciento de los curules al elegir 37 diputados, con lo cual ambas coaliciones se convertirían en las principales fuerzas del Legislativo, aunque sin contar con la mayoría absoluta. Perú Posible, más Acción Popular, Somos Perú, aliados regionales e independientes, instalaría a 21 congresales. La Alianza para el Gran Cambio, compuesta por el Partido Popular Cristiano, la Alianza para el Progreso, el Partido Humanista, el Partido Restauración Nacional, e independientes, ocuparía 12 bancas. Más atrás, Solidaridad Nacional, Cambio 90, aliados regionales e independientes, lograrían 9 representantes. Por último, el APRA elegiría sólo 4 congresales.
Lecciones
Las elecciones peruanas confirman la tendencia inaugurada en Chile en los comicios del 2009: quien conquiste la Presidencia no tendrá mayoría en el Parlamento, y se verá limitado a construir acuerdos circunstanciales. En subsidio, al igual que Alan García y Alejandro Toledo —como Sebastián Piñera en Chile—, que no tuvieron al frente una oposición cohesionada, lo más probable es que el triunfador de la segunda vuelta, tampoco la encuentre.
En Perú, como en Chile, la distribución de votos entre los partidos es más fiel en la elección parlamentaria que en la presidencial. Tuesta Soldevilla observa que alrededor del 12% de los electores peruanos combinaron sus votos, esto es, votaron por sus listas parlamentarias y decidieron apoyar a otro candidato presidencial. Si hacemos memoria, recordaremos que también en Chile, con ocasión de la elección de 2009, los partidos de la Concertación captaron el 42 por ciento de los votos para elegir diputados, aunque sólo el 29 por ciento respaldó a Eduardo Frei, su candidato presidencial. Entonces se produjo una distancia de 13 puntos entre ambas mediciones. Mientras, Marco Enríquez-Ominami consiguió el 20 por ciento de las preferencias en la presidencial, pero su coalición, Nueva Mayoría Para Chile, apenas alcanzó el 4 por ciento en las parlamentarias, sin llegar a ocupar asientos en el Congreso. Y Jorge Arrate, respaldado por el Partido Comunista, cosechó el 6 por ciento de los votos, pero su coalición, que en las parlamentarias fue en pacto con la Concertación, sumó el 2 por ciento de las preferencias, por lo que pudo entrar al Congreso con tres diputados (también la ley peruana permite alianzas electorales para que pequeños partidos se junten con el solo propósito de superar el umbral mínimo).
En Perú tanto la elección presidencial como la parlamentaria se rigen por el método de la cifra repartidora, lo cual significa que hay una distribución proporcional de las preferencias. Los partidos deben superar el 5 por ciento de la adhesión ciudadana y elegir, al menos, 7 diputados para formar una bancada. Asimismo, las colectividades políticas gozan de prerrogativas para ordenar a los candidatos en listas de prelación que permiten incorporar a los independientes (invitados), aprovechar su popularidad (voto preferencial), e incrementar con ello sus réditos electorales. Son estos factores los que explican tanto la fragmentación como la fidelidad electoral de los partidos peruanos.
Si en Chile no se ha manifestado con igual intensidad la dispersión que se advierte en Perú, es porque, primero, existe un umbral mínimo de votación que los partidos deben superar si desean mantener su existencia legal y, segundo, porque rige un sistema binominal que los constriñe a unir fuerzas si quieren ocupar una o las dos representaciones parlamentarias de cada distrito y circunscripción.
Sin embargo, nada asegura que dada la actual proliferación de precandidaturas presidenciales en el oficialismo y en la oposición, y dada la escasa unidad de propósitos de los partidos, aún en presencia del sistema binominal, no se diversifique todavía más la oferta política. Nada garantiza que no se duplique la cifra de candidatos presidenciales que aparecieron en la última elección, ni que una reconfiguración de las coaliciones desarme la hegemonía de los dos grandes bloques. Chile Limpio, Vote Feliz e independientes fuera de pacto, lograron competir exitosamente dentro del binominal, conseguir 5 sillas parlamentarias, conformar una bancada, y llegar a la testera de la Cámara de Diputados. Y si en Perú ya resulta irritante aquella creencia que anida en el llamado voto preferencial según la cual cada congresista siente que su acceso al Congreso se lo debe a sus votos individuales y no a su figuración en una lista partidaria, en Chile empieza a revestir un verdadero problema de estabilidad y gobernabilidad.
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